Carlos Briones Llorente

Entre ciencias y letras

Carlos Briones Llorente


Ciencia y anticiencia

04/12/2022

En el año 1995, el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan publicó uno de sus libros más recordados, cuyo título es clarificador: El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad. Merece la pena leerlo y reflexionar sobre sus muchas enseñanzas, entre ellas esta advertencia: una vez que le das a un charlatán poder sobre ti, casi nunca lo recuperas.

Tres décadas después, mezclados con las personas que se ganan la vida honradamente, nos encontramos con 'sanadores holísticos', 'administradores de terapias cuánticas', 'masajistas celulares', 'investigadores en ciencias esotéricas', 'maestros en astrología evolutiva' o 'expertos en biodescodificación'. Los nombres de esas 'profesiones' -y otras similares- se basan en algo tan efectivo como el uso de términos altisonantes… pero con un resultado engañoso y además absurdo. Muy absurdo. 

Cualquiera que haya estudiado hasta los 16 años y mantenga el espíritu crítico sabe que el esoterismo no tiene nada que ver con la ciencia, o que la astrología no puede evolucionar… pues de hecho fue superada por los avances de la astronomía y quedó patente que los horóscopos o las cartas astrales son pura invención. Y con unos mínimos conocimientos de ciencia se entiende, por ejemplo, que el adjetivo 'cuántica' sólo tiene sentido cuando acompaña a dos sustantivos: 'física' o 'mecánica'. 

Semejantes despropósitos tal vez suenan atractivos porque han robado términos a la ciencia: esa misma ciencia a la que pretenden suplantar. Y estos 'profesionales' no sólo se promocionan en mercadillos medievales, junto a minerales con variadas propiedades mágicas y a llamadores de ángeles: se anuncian en algunas revistas y periódicos, tienen páginas web, medran en las redes sociales, aparecen en ciertas radios y televisiones. 

La ciencia no está en posesión de la verdad, por supuesto, pero sí nos muestra lo más parecido a la verdad en cada momento. Es universal, se construye sobre datos, somete sus avances al escrutinio del método científico y duda constantemente. Donde hay duda, hay libertad, dice un proverbio latino. O, volviendo a Sagan: en ciencia, la única verdad sagrada es que no hay verdades sagradas. Por el contrario, la pseudociencia -en realidad, anticiencia- tiene su origen en dogmas, supersticiones y creencias de determinados grupos que inventan realidades paralelas, alimentan teorías conspirativas y son negacionistas de los datos y las evidencias. Durante la pandemia de covid-19 lo hemos padecido día a día.

Porque, cuando la dicotomía ciencia/anticiencia está relacionada con nuestra salud, la diferencia entre lo real y lo imaginario es absoluta. Hay una distancia insalvable entre un médico y un brujo o curandero. Y también entre un fármaco -que ha superado un largo proceso de investigación y exigentes ensayos clínicos- o una práctica quirúrgica homologada y los 'remedios' inventados por las pseudoterapias. Pero éstas se administran libremente en distintos establecimientos, incluyendo -nunca lo podré entender- muchas farmacias: homeopatía, flores de Bach, cristaloterapia, biomagnetismo, reiki, reflexología y otras. ¿Alguien confiaría, por ejemplo, en un anticonceptivo homeopático? ¿O se dejaría tratar una apendicitis mediante la imposición de manos para evitar la cirugía? 

Las pseudoterapias siempre nos estafan. Pero, además, su uso puede costarnos la vida. Eso, lamentablemente, les ocurre a quienes ante una patología grave abandonan la medicina científica -es decir, la medicina- y abrazan supuestas 'alternativas' que sólo son magia con un envoltorio engañoso para parecer una terapia real y eficaz. Es deplorable que los charlatanes sigan haciendo negocio con el miedo y la desesperación de los enfermos y sus familias.

En pleno siglo XXI, la sociedad mundial -y la española en particular- necesita mucha cultura científica. Aunque sólo sea para hacernos más racionales y menos manipulables. Ha de inculcarse en las familias, reforzarse desde la escuela hasta la enseñanza superior, mostrarse cada día en todos los medios de comunicación. La alternativa a la luz es la oscuridad.