Los 100 días de Feijóo

Pilar Cernuda
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El jefe del PP ha hecho alarde en estos más de tres meses como presidente de mantener la cabeza fría ante el reto de un triunfo electoral, sin responder a las descalificaciones del PSOE

Los 100 días de Feijóo - Foto: Miguel Toña

La semana próxima Alberto Núñez Feijóo cumplirá 100 días al frente del PP. Da la impresión de que lleva meses al frente de un partido al que ha dado la vuelta en un tiempo récord, hasta el punto de que parece que Pablo Casado es una figura no del presente, sino del pasado. El expresidente del partido, por cierto, ha tenido la elegancia de retirarse sin hacer ruido, sin que se le haya escuchado una sola opinión sobre su sucesor, sin un mal gesto. Asistió al Congreso de Sevilla para ceder el testigo a Feijóo, y ejerció su papel sin estridencias, mostró con todo el mundo su cercanía y buen hacer habitual y disimuló la procesión que, sin duda, iba por dentro.

Anunció que abandonaba la vida política y lo ha hecho sin buscar titulares. Renunció a su escaño en el Congreso y se tomó unos días en familia como descompresión después de años de responsabilidades. Feijóo le ofreció un puesto que consideraba idóneo para el expresidente del PP, la secretaría general del Partido Popular Europeo, cargo que los dirigentes conservadores de la UE estaban dispuestos a ceder a España después de las casi dos décadas de estar ocupado por Antonio López Istúriz. Casado lo rechazó, su decisión de buscar una nueva vida en el sector privado es firme.

En estos casi 100 días, Alberto Núñez Feijóo ha tomado decisiones profundas tanto en lo político como en lo personal. Ha alquilado una casa, su hijo ha terminado el curso en el colegio en el que ha sido matriculado en Madrid y la familia completa se trasladará a la capital después del verano, que pasarán en Galicia.

Feijóo llevó al Cónclave de Sevilla una propuesta de nueva dirección y de Ejecutiva que revalidó con mayoría aplastante. Ha dado prioridad a personas de su confianza en Galicia, y también a las que le propuso Juanma Moreno, que se ha convertido en una figura con proyección nacional al igual que Isabel Díaz Ayuso que, indirectamente, fue la causante del relevo en la cúpula del PP cuando Casado y Egea consideraron que era un peligro para el liderazgo de Casado al lograr un triunfo apoteósico en las elecciones autonómicas madrileñas. Posición que se contrapone con la que defiende el nuevo líder: respeto máximo a los dirigentes autonómicos. Ellos elaborarán las listas regionales y las del Congreso y Senado serán consensuadas con la dirección nacional.

El gallego ha pacificado el partido. Se volcó en la campaña andaluza para intentar la mayoría absoluta de Juanma Moreno, que se consiguió, y que catapulta al PP al espacio que ocupan los aspirantes al Gobierno de España. En los dos próximos meses se ocupará a fondo, con su equipo, de la preparación de los congresos que quedan pendientes, los de Extremadura, Rioja y Murcia, donde mantendrá a los candidatos propuestos por la dirección anterior. 

Prioridades. Siempre en clave autonómica, la prioridad de Feijóo está hoy en Cataluña y País Vasco, dos regiones que se resisten al voto del PP, y donde está obligado a crecer si pretende ganar las elecciones generales. Es probable, casi seguro, que se produzcan cambios en las respectivas direcciones. No hay nada hablado respecto al País Vasco pero, en cambio, está prácticamente decidido que se anuncie una candidatura importante en Cataluña, la de la Alcaldía de Barcelona. Sería para el presidente provincial de Barcelona Manuel Reyes, abogado y economista que fue alcalde de Castelldefels y diputado autonómico. En un futuro próximo se tomarán medidas también sobre la dirección regional, pero era urgente resolver el problema del ayuntamiento de Barcelona, pues faltan solo 10 meses para las municipales.

En este corto período al frente del PP, el nuevo presidente ha iniciado ya el acercamiento hacia Cataluña y el País Vasco, empezando por el sector empresarial. En mayo fue invitado a participar en un foro de Círculo de Cataluña en el que presentó su programa económico y, desde entonces, ha mantenido contactos con distintos empresarios interesados en establecer un diálogo fluido con el nuevo líder del PP. Este pasado viernes viajó nuevamente a Barcelona para proseguir con ese camino abierto con el foro del Círculo, y el jueves se reunió con la cúpula del empresariado vasco, Confebask.

No se sabe si lo conseguirá pero, en muy corto espacio de tiempo, ha insuflado ánimo en un partido que había perdido toda esperanza de recuperar La Moncloa y que hoy tiene la sensación de que con él el triunfo está al alcance de la mano.

El primero que transmite esa impresión de que puede ser presidente de Ejecutivo es el propio Pedro Sánchez; es ya de dominio público, porque así lo transmiten personas de su entorno, que se ha marcado como objetivo conseguir un cargo importante en el escenario internacional que le sirva de excusa para no presentarse a unas elecciones generales que da por perdidas.

El líder socialista cumplió con lo que marca la cortesía y convocó a Feijóo en Moncloa nada más ser elegido presidente del PP. También el popular cumplió con la gentileza y antes de fijar fecha pidió audiencia al Rey para cumplimentarle como nuevo jefe de la oposición. 

Con ese mismo ánimo acudió a su encuentro con el socialista, cargado con un amplio dossier que recogía su propuesta económica. La  respuesta de Sánchez fue el silencio, como ocurrió cuando, días después, también le hizo llegar su propuesta de Defensa y Seguridad, de cara a la cumbre de la OTAN. 

Desde entonces, la postura de Pedro Sánchez ha sido ningunear al nuevo líder y negarse a las propuestas del PP, acusarle de no tener sentido de Estado, bloquear la renovación de las instituciones, y acusarle también de que su grupo no respeta la Constitución.

Provocaciones

Si Sánchez pretendía sacar de sus casillas a Feijóo con esa postura no lo ha conseguido. El presidente del PP no levanta el tono de voz, no responde a las provocaciones, ha dejado en manos de González Pons las negociaciones para la renovación del CGPJ y, eso sí, en sus declaraciones reconoce su decepción por la actitud de Sánchez hacia su partido y su persona. Actitud despectiva que se ha agudizado, para mal, cuando el PP consiguió arrasar en las elecciones andaluzas y al mismo tiempo echó abajo el discurso socialista de que el PP no era nadie ni tenía perspectivas de gobernar sin Vox.

El jefe del PP ha hecho alarde estos 100 días de mantener la cabeza fría ante el reto de llevar a su partido al triunfo electoral, y no se permite caer en la tentación de distraerse de ese objetivo respondiendo a las descalificaciones del PSOE. 

Una actitud que parece quebrar la estrategia de un presidente de Gobierno habituado al constante enfrentamiento verbal. El gallego no ha entrado en ese terreno. Se vio en el primer debate que mantuvieron en la sesión de control del Senado.

En unos días se celebrará en el Congreso de los Diputados el debate sobre el Estado de la Nación. Los asesores jurídicos del PP están estudiando la posibilidad de que Feijóo pueda dar la réplica al líder socialista, como senador. Desde el Ejecutivo ya han enviado a Génova el recado de que no se moleste Feijóo en buscar una fórmula que lo permita al no ser diputado.