Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


El cuento de la criada

08/07/2022

¿Se acuerdan de El cuento de la criada (1985), la gran novela  distópica de Margaret Atwood que dio nombre a una serie? Una catástrofe medioambiental había destruido parte de Estados Unidos y, tras una revolución puritana, solo quedaba la República de Gilead (Massachusetts), donde las mujeres habían perdido todos sus derechos y tenían como única misión procrear. Resulta trágicamente irónico que una obra de ciencia ficción sea extrapolable a la actualidad norteamericana, tras la derogación de la ley del aborto por el Tribunal Supremo. Una decisión drástica, que no contempla ni siquiera situaciones extremas como la violación o el incesto y que, como es habitual, afectará sobre todo a las mujeres con menos recursos. 

Hace ya 230 años, Mary Wollstonecraft, pionera del feminismo y autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792), pronunció una frase histórica: «No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres sino sobre ellas mismas». Lo que demuestra cuanto tiempo, sudor y lágrimas lleva la mujer  tratando de gobernar su vida y hablar alto y claro de su cuerpo y su sexualidad. No olvidemos que el discurso patriarcal siempre distinguió entre Marías (esposa y madre, pilar del hogar) y Magdalenas, esa mujer 'descarriada' que se desvía de los ideales femeninos y traza su propio guión; unos roles que, para mayor desgracia, el franquismo se encargó de prolongar y reforzar. 

La maternidad debe ser siempre un acto de amor, un ejercicio de responsabilidad y una decisión personal y libre, por lo que solo compete a la propia mujer decidir sobre ella. Y es incuestionable que una ley del aborto garantiza tanto la libertad como la salud reproductiva, sin que en nada afecte a quien no está a favor.  Por ello resulta cuando menos insultante que el Tribunal Supremo estadounidense invoque la defensa de la vida mientras legisla sobre el uso de armas sin restricciones o dificulta la lucha contra el cambio climático.

En El Cuento de la Criada la protagonista lamenta que no vio venir la inminente catástrofe. Así que para que impedir que, como en la novela, nuestros derechos se vayan al garete hay que unir voces, fuerzas y votos. Porque la regresión se infiltra entre nosotros  sigilosamente, como explica un personaje de la obra: Lo normal es aquello a lo que te acostumbras. Tal vez no os parezca normal, pero al cabo de un tiempo os acostumbraréis. Y se convertirá en algo normal.

Ahí lo dejo.