Ciudad industrial

MARTÍN G. BARBADILLO
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"De no ser por esta decisión política, Burgos sería algo parecido a Zamora y muchos burgaleses con orígenes en el mundo rural hubiéramos nacido en Cataluña o País Vasco"

Burgos, ciudad industrial. - Foto: Valdivielso

¿Qué es? La industria es la actividad económica consistente en la producción masiva de bienes.

Edad. La Revolución Industrial, que propició precisamente esa producción, arrancó en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, a partir de la invención de la máquina de vapor. Aquí, como es costumbre, tardó más en llegar.

¿Quieres decir que aquí hay muchas fábricas? Exacto. Burgos, en esto, es una potencia. En 2016, por ejemplo, la industria generaba la cuarta parte del empleo en la ciudad y alrededores, lo que la colocaba en el primer puesto nacional. Para que te hagas a la idea, de las 3.500 hectáreas que tiene la ciudad hoy en día, más de la mitad son territorio industrial. Es decir, las fábricas ocupan lo mismo que todo lo demás junto. ¡Esto es como Detroit, la ciudad del motor!

Esperemos que no, porque Detroit hoy día es una ruina. Nuestro camino, por el momento, es el inverso; empezamos más tarde y, por ahora, nos mantenemos. El caso es que siendo un evidente centro industrial, el hecho pasa un poco desapercibido, no es un elemento por el que la ciudad sea reconocida; pesan más los tópicos.

¿Cuándo empezó la cosa? Pues, curiosamente, tiene fecha precisa. El 30 de enero de 1964 se designa a Burgos como Polo de Promoción Industrial, una especie de zona económica especial con incentivos para las empresas que se instalasen. Solo hubo otra similar en el país.

¿Y por qué aquí? Hay teorías al respecto. La buena ubicación de la ciudad, sus comunicaciones... Y que el Jefe del Estado del momento podía sentirse en «deuda» con la ciudad que habitó durante la Guerra Civil.

Tiene sentido. Sí. El caso es que vinieron decenas de industrias, muchas grandes, que coparon los terrenos de los polígonos de Gamonal y Villalonquéjar.

Es como la fiebre del oro, pero en fábricas. Efectivamente, porque junto a las fábricas llegaron los obreros, a miles. Mucha gente dispuesta a pelearse un futuro. Esto supuso, en un periodo cortísimo, el mayor cambio de la ciudad en siglos. Burgos apenas tenía 80.000 habitantes y en diez años se pasó a 160.000. De hecho, si no llega a ser por esta decisión política, Burgos sería algo parecido a Zamora y muchos de los burgaleses con orígenes en el mundo rural hubiéramos nacido en Cataluña o, más probablemente, en el País Vasco. El azar preside la vida, amigo.

Estaríamos haciendo Bilbao para principiantes. O Sestao, Barakaldo, u Hospitalet para principiantes, que fueron destinos más comunes.

¿Y en qué se nota que es un ciudad industrial? En primer lugar, en que hay más trabajo. Además, los sueldos del sector industrial son, por lo general, más altos que en otros. Los datos de paro y renta son aquí mejores que en otros muchos lugares, aunque hay problemas como en todas partes. Pero hay aspectos más sutiles.

Por ejemplo. Puedes darte cuenta de que estás en una ciudad industrial simplemente paseando a horas concretas por las calles: alrededor de las seis de la mañana, dos de la tarde y diez de la noche, decenas de autobuses hacen su ruta recogiendo o dejando a los trabajadores que han acabado o van a empezar su turno en los polígonos. Es un acto silencioso, pero muy de aquí.

No me había fijado. Ya suponía. Es curioso porque entre esos autocares están los de los equipos profesionales de fútbol, baloncesto y rugby de la ciudad, rotulados con sus escudos, que entre semana desarrollan ese cometido. ¿Te imaginas algo parecido con los del Barça o el Madrid? Tiene un punto inglés: equipos de fútbol y obreros viajando en el mismo bus. Es como en una película de Ken Loach.

Buena comparación. También se percibe el carácter industrial cuando uno sale fuera. Una fuente me cuenta que los padres de todos sus amigos trabajaban en fábricas, como la mayoría de la gente de su barrio. Le parecía normal. Cuando fue a estudiar a Madrid, los padres de sus compañeros trabajan, muchos, en El Corte Inglés. Ahí caes en que no todo el mundo es como tu barrio.

¿En qué más se nota? En que se madruga y mucho. Hay que estar en uno de esos autobuses a las seis de la mañana para saber de qué estamos hablando.

¿Tú has estado? Por supuesto, soy víctima de las circunstancias históricas. Un número enorme de burgaleses ha trabajado en una fábrica en alguna ocasión. Era frecuente que los hijos entrasen a trabajar en la que lo hacía su padre; ahora lo es menos, el capitalismo está en otra fase. También era habitual sacarte algo de pasta los veranos trabajando en una, como fue mi caso. Yo lo hice en una que operaba con serrín; había verdaderas montañas alpinas de este material. Una buena experiencia y un buen dinero; en mi opinión todo el mundo debería probarla al menos una vez.

Vale, ya has soltado tu discurso working class. Pero, ¿qué se produce aquí? Pues de todo: desde maquinaria hasta componentes de automóviles (muchos), pasando por una industria agroalimentaria muy potente. Podrías tomar un aperitivo con cervezas, patatas y jamón elaborados aquí mismo. Tú y millones de personas más, eso trato de decirte.

Pues ya estamos tardando. Eso creo yo. Y nos vemos una de Ken Loach. Si quieres parecer integrado. Ten un buzo en la recamara. En el peor de los casos te servirá para trabajar en tu huerta.

Nunca, nunca, nunca... Olvides de dónde vienen las cosas y lo que cuesta hacerlas.

* Este artículo salió publicado en el suplemento Maneras de Vivir el 31 de octubre de 2020