«El negocio más importante es ganar la vida, no el dinero»

G. ARCE
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Sobrevivió a la tragedia aérea de los Andes, de la que se acaban de cumplir 50 años, y hoy es empresario. Fernando Parrado mantuvo en 2005 un encuentro con empresarios organizado por FAE y la Fundación Caja de Burgos. Antes atendió a Diario de Burgos

El empresario chileno Fernando Parrado, superviviente de la tragedia aérea de los Andes en 1972, dio una conferencia en la Casa del cordón el 18 de noviembre de 2005. - Foto: Valdivielso

Es el protagonista de una de las tragedias más extraordinarias, extremas y desconcertantes de la historia reciente y, pese a haber sido contada mil y una veces, ocupar páginas y páginas de periódicos, de libros y de internet y ser argumento de una película de Hollywood, su crudo relato no deja de estremecer aunque hayan transcurrido ya 33 años -50 en 2022- desde que sucedieran aquellos hechos.

Fernando Parrado nació en Uruguay hace 54 años, aunque volvió a la vida a los 21, en plena cordillera de los Andes, en los límites fronterizos entre Argentina y Chile. Allí se estrelló el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya en el que viajaba su equipo de rugby, los Old Christians de Montevideo, para disputar un partido en Santiago de Chile. En aquel vuelo también le acompañaban su madre y su hermana menor. Días más tarde enterraría sus cuerpos con sus propias manos en el hielo de un glaciar.

La nueva vida de 'Nando', como así se le conoce popularmente, comenzó el 13 de octubre de 1972, el día en el que su avión se desintegró en el Valle de las Lágrimas, un inhóspito paraje de nieve y piedras a 4.500 metros de altura en la cordillera andina, convertido hoy en lugar de peregrinación de turistas y curiosos.

En la aeronave viajaban cinco tripulantes y 40 pasajeros: 13 murieron en la colisión y 16 más en días sucesivos víctimas de las heridas y de las condiciones extremas que soportaron, con temperaturas por debajo de los 40 grados bajo cero. Los 16 supervivientes de la catástrofe lograron salvar la vida tras 72 desesperantes días y noches aislados entre las cimas. Al noveno día de espera infructuosa, agotados los alimentos que encontraron entre los restos del fuselaje y los equipajes, los que aún quedaban tomaron una decisión que salvaría sus vidas y que conmocionó al mundo entero cuando se conoció y que no deja de estremecer: comer la carne de los cadáveres de sus compañeros fallecidos. Un día después, supieron por la radio recuperada del avión que el operativo de rescate se suspendía sin éxito.

Tras 62 días al límite de las capacidades humanas, 'Nando' Parrado y su compañero de equipo Roberto Canessa tomaron la iniciativa de abandonar el refugio del fuselaje y buscar una salida a la pesadilla que padecían. Su travesía en busca de ayuda duró diez días, los que necesitaron para recorrer los 80 kilómetros que les separaban de la civilización. Su único avituallamiento: los restos de los que no habían aguantado. Su acción desesperada salvó la vida de los 14 que aguardaron en el Valle de las Lágrimas.

Licenciado en Contabilidad Pública y Economía, 'Nando' Parrado es hoy un hombre de negocios ocupado en dirigir sus cuatro empresas y en recorrer el mundo enseñando en universidades y foros especializados a los empresarios sus experiencias para que sepan tomar decisiones acertadas en situaciones de incertidumbre. Mañana viernes relatará en la Casa del Cordón su rica visión de la vida y de la empresa, dentro de los Encuentros de Empresarios organizados por la FAE y Caja de Burgos. Unos días antes de esta cita, recibió la llamada telefónica de Diario de Burgos a su despacho en Montevideo.

Permítame que le diga que su historia es universal, tremendamente humana, y sirve por igual a directivos y a trabajadores.

Exacto. Las condiciones para salir adelante desde cualquier posición son teóricamente las mismas para todos.

¿Qué enseñanzas económicas se pueden extraer de 72 días perdido en los Andes?

Mi historia es la del logro de la excelencia en el trabajo en equipo, en el liderazgo, en el manejo de los momentos de crisis, en la forma de enfrentar los cambios y en la forma de decidir... Apenas teníamos veinte años y no poseíamos ninguna experiencia previa. Las universidades y las empresas nos piden ahora que expliquemos cómo logramos el éxito a tan temprana edad, en la empresa más importante de todas que es la vida. El mundo empresar ial está cambiando, está buscando directivos más emocionales a la hora de decidir.

Los problemas del día a día de sus negocios serán ahora lo de menos...

Hay que desmitificar muchas cosas que en teoría son aparentemente importantes. La realidad te demuestra que todo funciona de otra manera. Hay que decidir rápido y no tener miedo a equivocarse. Hay miedo a decidir en las empresas, pero si no nos equivocamos no hacemos nada...

¿Muchos directivos serían capaces de pasar la prueba que usted sopor tó y organizarse para sobrevivir?

Hay muchos dirigentes empresariales que han sido educados de una forma muy tecnificada y con muchas reglas, y cuando hay que romperlas no se animan a hacerlo. Cuando la super vivencia está en juego, hay que romper reglas. Esa parálisis de análisis va en contra de la empresa. En los Andes tuvimos que decidir muchas cosas al instante con la única finalidad de vivir o morir. Hoy en día un empresario encuadrado en reglas absolutas no es el más indicado para sobrevivir en situaciones límite.

Nunca fuimos mejores hombres que allá arriba, donde no había política, ni dinero, ni lucha por ascender»

¿Cuál es la cualidad humana más importante y determinante ante las dificultades extremas?

La compasión, por encima de la dureza y el coraje. Un líder tiene que ser compasivo, ser capaz de comprender y ayudar.

¿Un empresario compasivo es competitivo?

Yo trato de dar el cien por ciento de mí mismo, pongo todas las cartas sobre la mesa, lo mejor que tengo y sin mentir jamás, y exijo lo mismo de los que trabajan conmigo. Soy directivo de cuatro empresas y a mis trabajadores les exijo porque ellos saben que les estoy dando lo mejor. Allí arr iba aprendí que el negocio más importante no era ganar dinero sino ganar la vida, y esto solamente lo podríamos lograr si cada uno de nosotros daba lo mejor de sí mismo. Nunca fuimos mejores hombres que allá arriba, donde no había política, no había dinero, ni lucha por ascender puestos. Había que luchar por la vida y lo hicimos con compasión, dando lo mejor de cada uno de nosotros y sin recurrir a medidas de fuerza.

Su experiencia demuestra que en las decisiones más drásticas, como el comer los restos humanos de los fallecidos, también está el éxito.

Hay que sacar de lo peor, lo mejor posible. Hay que aprovechar las circunstancias de lo malo y animarse, romper tabúes, romper reglas... Si no lo hubiésemos hecho, nos hubiéramos muerto... También una empresa debe salirse muchas veces de sus carr iles para poder sobrevivir.

¿Es capaz de intuir cómo puede reaccionar una persona ante situaciones límite?

Cada uno se descubre a sí mismo en los momentos límites. Hay gente que cree que está viviendo un momento límite y es solamente un paso, un escalón o un proceso temporal, parte de un rompecabezas... En una situación realmente límite es cuando se ven las buenas decisiones y los líderes.

¿Ha visto aplicadas en la vida real de las empresas sus teorías?

Cada vez más. Yo lo aplico en las mías porque quiero ser un buen empresario y un buen director. Con honradez y con cariño y comprensión... Y funcionan. Muchas universidades de todo el mundo me llaman para escuchar mis ideas y aplicarlas al mundo de los negocios. En Estados Unidos hay directivos que han pasado por experiencias muy difíciles, especialmente en el ámbito militar, y su toma de decisiones es muy diferente a la que pueda adoptar un técnico for mado en una escuela de negocios.

La compasión es la cualidad humana más importante, por encima de la dureza y el coraje. Un líder dede ser compasivo»

¿Lo vivido en el 72 es para usted un estigma imborrable o le da otra perspectiva de la vida? 

Es muy difícil darse cuenta de la influencia de esta tragedia. Quizá los que me rodean sepan en qué me ha cambiado y cómo soy. Nunca he mirado hacia atrás, siempre hacia adelante, y te puedo asegurar que desde aquel momento hasta ahora nunca he tenido un problema en mi vida. Siempre agradezco estar vivo.

¿Cree en el destino? ¿En Dios?

Creo que hay cosas que pasan, aunque no estén escritas. Sólo el hecho de elegir la butaca en ese avión definió quién iba a vivir y quién a morir, definió mi vida. El avión se partió por la mitad y los que estaban en la parte trasera murieron todos. ¿Por qué eligieron ellos aquellas butacas y nosotros no? ¿Es eso destino o es suerte? No lo puedo decir.

No se ha preguntado: ¿por qué a mí no y a los otros sí?

No. Yo voy para adelante, no pregunto por el porqué de muchas cosas: no tienen respuestas y cuando uno trata de encontrarlas es cuando se complica.

El accidente le permitió, como usted dice, alcanzar la excelencia a una edad temprana. ¿Ha conseguido mantener ese nivel de autoexigencia estos años?

Tengo una vida familiar estupenda. Llevo 26 años casado y tengo dos hijas. Mi vida empresarial se nutre de mucho de lo que aprendí en los Andes. Aquella experiencia fue tan fuerte y el nivel de excelencia tan perfecto que estoy intentando hacer lo mismo en mis empresas, pero no he llegado a ese nivel del ciento por ciento.

* Esta entrevista salió publicada en la edición impresa de Diario de Burgos el 17 de noviembre de 2005