Destroza su bar porque la dueña del local no paga la reforma

F.L.D.
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La propietaria de 'La última parada' denuncia que su inquilino le reventó los azulejos y el mobiliario porque se negó a abonar 6.000 euros de unas obras que él hizo voluntariamente

A Angelines se le cayó el alma a los pies cuando entró en su local y vio los destrozos. - Foto: Jesús J. Matías

A Angelines, la propietaria del local donde se encuentra el bar ‘La última parada’ de Villafría, no le costó mucho alquilarlo de nuevo después de que su inquilina decidiera colgar el mandil tras una década al otro lado de la barra. Ni siquiera en plena pandemia. Corría el mes de junio de 2020 y el coronavirus había dado la tregua necesaria para que a su puerta llamara un interesado. Eso sí, tuvo que rebajar a la mitad el precio, algo que entendió comprensible dadas las circunstancias. Ya entonces percibió señales de que aquello no podía terminar muy bien. A sus oídos llegaron rumores de impagos de luz que su nuevo arrendatario había dejado en negocios anteriores, pero quiso darle un voto de confianza. Hace unos días, tras finalizar el contrato de seis meses que firmaron, le destrozó todo el establecimiento. 

‘La última parada’ siempre fue un bar que funcionó bien, asegura Angelines. Sus padres lo llevaron durante muchos años antes de que se lo alquilaran a otra persona hace aproximadamente una década. Además de los vecinos, por este negocio pasan a diario trabajadores de empresas cercanas, como los de Adif. El nuevo regente quiso darle otro aire. Decidió reformarlo por su cuenta y riesgo colocando azulejos de estilo andaluz. Incluso instaló una máquina de dardos, un futbolín y un billar. Pero, según la dueña del local, no logró conectar con la clientela. «Abría cuando le daba la gana. Hubo días en los que los obreros que estaban trabajando en el barrio quisieron almorzar allí y no pudieron porque estaba cerrado. A la gente de por aquí tampoco les gustaba nada cómo lo llevaba», explica.

Los problemas comenzaron al poco de arrancar. La dueña del local está al frente del estanco ubicado justo al lado del bar. Ella le suministró el tabaco para la máquina y él le prometió que se lo pagaría en cuanto pudiese. Nunca más se supo, asegura Angelines. En cualquier caso, esto fue ‘peccata minuta’ en comparación con lo que pasó hace unos días, cuando finalizó el contrato de arrendamiento. 

El arrendatario la emprendió a martillazos contra las paredes.El arrendatario la emprendió a martillazos contra las paredes. - Foto: Jesús J. Matí­as

Ambas partes acordaron firmar por medio año a la mitad del precio del local debido a la situación de crisis en la que está sumergido el país y, sobre todo, el sector. No obstante, a partir de enero el precio volvía a subir, de ahí que él no quisiera renovar. Tal y como le había visto manejar el negocio, a Angelines no le sorprendió mucho, pero ni por asomo se podía imaginar que le reclamara 6.000 euros de la reforma que hizo él voluntariamente. «Yo le dije que no tenía por qué pagarle ese dinero. Todo lo que colocó lo hizo porque quiso. De hecho, le invité a que se lo llevara todo. Pero empezó a amenazarme con que si no le daba esa cantidad me destrozaba el local», relata. 

El arrendatario se encargó de que todo el barrio conociera esas amenazas, pero la propietaria no pensó que las cumpliría. Hace unos días, comenzó a escuchar golpes y los vecinos le alertaron de que la había emprendido a martillazos contra las paredes y el mobiliario. Llamó a la Policía y en el lugar se presentaron dos patrullas de la Local y una de la Nacional. Cuando lograron entrar, había arrancado los azulejos y también armarios que, según Angelines, llevaban allí toda la vida. «Nos lo ha reventado todo. Cuando lo vi se me cayó el alma a los pies», comentaba aún cabizbaja.