«En Burgos nunca hubo mucho activismo»

G. ARCE
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Raúl Sierra es uno de esos hombres

Sierra posa delante de la foto del multitudinario mitin de CCOO celebrado el 23 de julio de 1976 en el aparcamiento de Caballería y al que asistió como representante de la CNT. A su lado, Marcelino Camacho. - Foto: Patricia González

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado lunes 26 de abril. 

Todavía conserva la cuartilla en la que se redactó a mano una de las tres sentencias de muerte a las que fue condenado Policarpo Sierra tras ser detenido el 19 de julio de 1936. El motivo: ser maestro obrador en la fábrica de galletas de Fontaneda y secretario de organización de la UGT en la comarca palentina de Aguilar de Campoo. Afortunadamente, ninguna de aquellas fatídicas sentencias se cumplió, pero el republicano compensó su suerte pasando 5 años repartidos entre las cárceles de Pamplona y Palencia. Terminado su periodo entre rejas, junto con su compañera, Sagrario, natural de Barruelo de Santullán, emigró a Burgos para huir de la sentencia invisible y permanente -tan habitual en la España de entonces- de ser un rojo, lo que le cerró las puertas de no pocos trabajos. 

Ajeno a este drama familiar nació hace 67 años (en agosto será uno más) Raúl Sierra en pleno barrio de San Pedro y San Felices. Era el tercero y último de los hijos de Policarpo y Sagrario y, como compensación a las penurias que vivieron sus padres, disfrutó de una infancia feliz y sin las privaciones de aquellos tiempos, arropado por aquellas familias republicanas y de izquierdas que hicieron de la necesidad, amistad y apoyo mutuo.  

Estudió en el colegio de San Antonio, de los Maristas, y luego en el Liceo Castilla. Tras cursar el bachiller elemental entró a trabajar de mecánico en el taller de Ignacio Palacios, especializado en maquinaria agrícola. «Me dedicaba a recorrer los pueblos arreglando tractores, fue justo en el momento en el que llegó la mecanización al campo burgalés y había mucho trabajo». 

Sierra sonríe cuando reconoce que es sindicalista desde la cuna, aunque su verdadera militancia se consolidó poco antes de hacer la mili, en el 74, siendo uno de los 8 fundadores de la CNT en Burgos y el más joven con diferencia. «El sindicato se fundó en un local de las Tahonas y luego se trasladó a un piso de la Flora. Ya existían entonces las Comisiones Obreras (CCOO), gracias al apoyo del Partido Comunista y al liderazgo de personas como Leandro Alzaga o Francisco Ubierna, entre otros».

El Burgos de los 70 fue el del mitin multitudinario en el aparcamiento del antiguo cuartel de Caballería, aquel histórico 23 de julio de 1976, en el que Sierra participó como representante de la CNT. Los miles de asistentes al acto, reconoce, no reflejaban lo que era en realidad el movimiento sindical en Burgos. «Éramos cuatro, esa es la verdad. En Burgos no ha habido nunca más de 500 activistas, por miedo o por lo que sea... La prueba es que la derecha ha ganado casi siempre. Aquí siempre ha habido muchos rentistas y gente con mucho dinero, que se lo digan si no a los directores de los bancos... Creo que ahora es diferente, pues ya está la tercera generación de aquella gente que vino del campo, con mentalidad de pequeños propietarios y votantes de la derecha. Los nietos tienen una cultura distinta y otras ideas políticas...».  

En el servicio militar fue destinado a labores de intendencia y se le privó de mando, de servicio de armas y de trato con los oficiales por el mero hecho de ser hijo de preso republicano, «por mi padre rojo». De hecho, recuerda, por ese sambenito Policarpo era detenido y llevado al calabozo -por si acaso- durante las numerosas visitas que el dictador Franco realizó a la capital del Arlanzón. «Al final recibió un millón de pesetas como compensación por los años de cárcel, algo que agradeció mucho pero que no pagó todo lo que sufrió...».

Cumplidas las obligaciones con la patria, Sierra ingresa en 1976 como trabajador de mantenimiento en la fábrica de Ubisa, la que ha sido su empresa durante toda su vida hasta su jubilación hace dos años. Tres años después, y tras la excisión de la CNT en el congreso de Zaragoza, opta por afiliarse a CCOO.

En el 80 es elegido delegado sindical en la empresa fabricante del hilo de acero del neumático y allí comienza una fulgurante carrera sindical. Recién nombrado delegado dimite Luis García como secretario de organización de CCOO en Burgos y Raúl Sierra asume el cargo. Con 38 años, en 1993 accede a la secretaría general del sindicato, en la que estuvo durante 13 años, hasta 2004. Luego volvió a ser secretario de organización... En total casi 40 años de servicio a la causa. De hecho, solo las restricciones de la pandemia han evitado su visita diaria a la sede sindical de la calle San Pablo para seguir asesorando a sus compañeros.

Desde el 91 no ha trabajado en Ubisa. «He estado más en el sindicato que en la fábrica», reconoce. Raúl Sierra conoció aquella organización en la que todo era nuevo e ilusionante, en la que apenas había experiencia sindical. «Apenas éramos 2.500 afiliados [dejó la secretaría general en 2004 con 13.000] pero se daba mucha más importancia al sindicato que ahora. Los referentes eran distintos, la lucha obrera sonaba mucho más y se nos dio más importancia de la que realmente teníamos».

Raúl Sierra y su homólogo en la UGT, Julián Juez, tenían más peso, voz y autoridad que muchos de los mandamases de la ciudad y la provincia. Ellos movían los hilos de la lucha sindical en todo el entramado empresarial -hacían y deshacían  convenios- y también tenían tiempo para participar en los proyectos de ciudad. «Me he involucrado todo lo que he podido con Burgos y la mejor experiencia que tuve en este sentido fue con Ángel Olivares como alcalde, a través del Plan Estratégico, el mejor proyecto que se ha hecho en esta ciudad. Primó el consenso y todas las grandes realizaciones de los últimos años -salvo el desvío ferroviario- partieron de este foro, el MEH, el bulevar...».

El Plan Estratégico, reflexiona, marcó un antes y un después para Burgos, «desde entonces lo veo todo un poco parado y más cuando llevamos años con el Parque Tecnológico estancado, proyecto que era un revulsivo para Burgos y que respondía a que la industrialización estaba más aquí que en Valladolid». Para Sierra todo es culpa «de la gente del PP de Valladolid».

Huelgas generales. También históricas fueron las huelgas generales que ayudó a organizar y lideró. «He perdido la cuenta, aunque la primera la hicimos en 1984 con USO y fue la previa de la más sonada, la del 14-D, la del 86, que se inició con el corte de la emisión de la televisión pública y que obligó a Felipe González a meter su plan de empleo en el cajón. Las dos primeras fueron muy emocionantes por la participación, aunque en los últimos años quizá las utilizamos demasiado...».

Sierra es un firme defensor de la huelga general -«es el instrumento más fuerte de la clase trabajadora», afirma- aunque sus mandatos se caracterizaron más por el diálogo, el tono tranquilo y la negociación de puertas para adentro. «Me gusta dialogar y negociar. Recuerdo que en el 92 y 93 Julián Juez y yo negociamos más de 200 ERE y todos se saldaron con acuerdo, empeño en el que nos ayudó mucho César Braña, gobernador de Burgos y antiguo sindicalista;Vicente Redondo, presidente de la patronal, y Javier Aibar, delegado de Trabajo».

«Los sindicalistas no nos dedicábamos a calentar asientos como muchos piensan, en los 90 la mayor parte de los días salíamos del Gobierno Civil a las dos y las tres de la mañana. Y hubo muchas presiones, siempre las hay, aunque entonces a los sindicatos se nos tenía mucho más respeto del que se nos tiene ahora».

Ha conocido y negociado con  todos los presidentes de la FAE «y con todos me he llevado bien, incluso fui compañero de colegio de Miguel Ángel Benavente, aunque no coincidí con él en la negociación sindical».

Mantiene también una buena relación con Julián Juez, aunque tuvo sus tiranteces -finalmente resueltas- con el líder de la UGT, más amante de la pelea pública y los debates intensos. 

Su peor momento, sin duda, la huelga en Fabisa, la fábrica de automoción de Villalonquéjar, que puso a prueba los lazos de unión con la UGT y la tensión con los antidisturbios, que resbalaban por el hielo que cubría aquellos días el polígono durante sus cargas contra los trabajadores.  El conflicto costó el despido de dos compañeros Gilberto Alonso y Segundo Fernández, miembros del comité de empresa y afiliados a CCOO. «Logramos un acuerdo para readmitirlos, pero finalmente no salió adelante...».

También recuerda con pesar los  últimos días de la Plastimetal, de Valca (en el Valle de Mena), de la Cellophane, de Ansa Lemförder... «También salvamos muchas otras de un cierre casi seguro. A principios de los 90 muchas empresas necesitaban ajustes porque eran un tanto obsoletas y tenían unas plantillas muy sobredimensionadas. Logramos muchas prejubilaciones y ajustes no traumáticos. Fue una locura de negociación... Muchos se quedaron bien en la calle pero pocos agradecieron nuestro esfuerzo».

Familia. Tantas horas de negociación, tantas llamadas a horas intempestivas y tanta actividad social no fueron incompatibles con la vida familiar. Raúl se casó con Isabel, que sabe tanto o más que él de lucha sindical. Natural de Fabero del Bierzo, tierra minera y sindical por excelencia, estuvo en las filas de la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y ya era afiliada a CCOO antes de que su marido diese el salto desde la CNT. «Siempre ha entendido lo que es la militancia sindical y nunca he tenido problemas. Cuántos compañeros he conocido que han acabado divorciándose...». Su hija no siguió la carrera sindical de sus padres, aunque sí se dedica al asesoramiento laboral en Barcelona.

Sierra lleva con orgullo el adjetivo de ‘histórico’ por su larga trayectoria sindical y es uno de los que se mantuvo en los puestos liberados de la organización en Burgos hasta su jubilación laboral. «Esta responsabilidad te da muchas satisfacciones, aunque también te llevas muchos palos y muchas decepciones. Los reconocimientos llegan después de muchos años y más por los de fuera que por los de dentro, de tus propios compañeros».

Ser líder sindical, advierte, le supuso renunciar a la carrera profesional en Ubisa.         

Reforma laboral. No le preocupan tanto los cambios en los sindicatos, «pues son algo normal», aunque sí le duele la última reforma laboral, que supuso un duro golpe. «Parece mentira que, después de todas las promesas realizadas y de las presiones de los socios de gobierno (Unidas Podemos), el PSOE no se atreva a eliminar lo más negativo de la reforma laboral. Tenía que haberlo hecho hace tiempo pero no se atreve a dar el paso por presiones externas, sobre todo de los sectores financieros».

La eliminación de la negociación colectiva, reconoce, «nos ha machacado» y hay un acuerdo para revertir estos temas. «Esperemos que no haga falta otra huelga general...». 

De los líderes actuales destaca su formación, «mucho mayor que la nuestra». Más formación que carisma, puntualiza, «pero también estamos en una época distinta». Lo dice alguien que mantuvo una estrecha relación con Marcelino Camacho, el fundador; con Julián Ariza o con Antonio Gutiérrez, referentes en las CCOO. «Paco Ubierna me acompañó a los consejos confederales de los 80 y allí conocí a mucha gente.  Casi todo lo que sé de sindicalismo me lo enseñó él».

Duele que tanto trabajo sindical no haya evitado que los contratos por horas sean hoy el pan de cada día para los jóvenes. «Necesitamos la transformación del aparato productivo. No tiene sentido la atomización de empresas actual, necesitamos unirlas y hacerlas grandes.  No podemos ser una economía de camareros para atender a los jubilados de Europa, ser una gran residencia de ancianos».