Gigantes en un mar de tierra y piedra

J.Á.G.
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El dolmen de La Cabaña, un enterramiento de tipo corredor y de más de 6.000 años de antigüedad, está ubicado en Sargentes y es uno de los mejor conservados de la provincia de Burgos

Gigantes en un mar de tierra y piedra - Foto: Jesús J. Matías

A falta de pirámides, dólmenes y túmulos -que se han convertido en atractivo para investigadores de la talla de Germán Delibes de Castro, Rodrigo Villalobos, Javier Basconcillos o Miguel A. Moreno, entre otros estudiosos-, han sido puestos en valor y ahora son un potente recurso turístico para el valle de Sedano y Las Loras e invitan a realizar un viaje en el tiempo. Sargentes cuenta con una particular ruta que pone de manifiesto la singularidad de su lora dentro del fenómeno megalítico burgalés y español, también europeo. No son pocos los visitantes y estudiosos, también extranjeros, que cada año se acercan hasta la paramera para descubrir y seguir las huellas de esos pueblos prehistóricos que utilizaron la piedra para rendir tributo y homenaje a sus muertos.

En este municipio, como en Huidobro, Moradillo de Sedano, Tablada, Porquera del Butrón o Tubilla del Agua, situados en esa media luna mágica que la geología forma en confluencia del Ebro y del Rudrón, hay numerosos ejemplos de estos sepulcros colectivos, algunos de ellos excavados en los últimos años. El número oficial de yacimientos documentados por los investigadores supera el medio centenar, pero solo se trata de una cifra orientativa. A medida que se avance en las prospecciones se añadirán a buen seguro nuevos descubrimientos como es el caso del dolmen de La Horquilla, cuya excavación proseguirá, si no hay problemas, el próximo verano, pero ya se ha incorporado a este sendero, bien señalizado que parte del mismo Sargentes. En algunos de los tramos la ruta se confunde con los caminos del petróleo o, mismamente, con el sendero histórico de la Guerra Civil, dos atractivos adicionales también para sendas escapadas.

El dolmen de La Cabaña, datado en el neolítico y una antigüedad de 6.000 años, es sin duda uno de los más icónicos y mejor conservados de la provincia. El conjunto, que cuenta con un pétreo y protector vallado, está situado a unos tres kilómetros del pueblo y se accede -también en coche- sin problemas por una pista que remonta el vallejo del Navazal. El riachuelo forma una pequeña pero singular cascada y anima a la excursión por la paramera. No es baladí el emplazamiento del megalito en esta zona porque además de disponer de agua, está rodeada de prados y fértiles labrantíos en los que cultivan cereales, tubérculos, oleaginosas... Las panorámicas extasían e invitan al relajo y la contemplación pura y dura de un idílico entorno natural. Aún son visibles junto al arroyo piedras que fueron extraídas para construir el dolmen, pero que finalmente no fueron utilizadas por sus primitivos y esforzados constructores.

La cámara circular tiene tres metros de diámetro y un corredor semidescubierto de algo más de cinco metros, todo ello protegido por un gran túmulo de unos dieciséis metros de diámetro. Por fortuna y empeño de autoridades, estudiosos y científicos se enmendó el abandono y su desolador estado de conservación. La excavación y la restauración, realizada en la década de los ochenta, supuso no solo su recuperación y protección -desde 1993 es Bien de Interés Cultural (BIC)- sino que además se hizo visible y comprensible estructuralmente el conjunto funerario, convertido además es una inestimable herramienta para desentrañar incógnitas en torno al fenómeno megalítico. Tenía, además de la funeraria, una función más prosaica, amojonar y marcar territorio, explica Miguel Moreno, un cicerone de excepción para la ocasión, quien señala que además debió utilizarse como improvisado parapeto durante la Guerra Civil porque entre los materiales hallados en la colmatación se encontraron casquillos de bala.

El dolmen de La Cabaña está orientado, como era de rigor y mandaban los chamanes, al sureste, para que la luz del sol penetrara e iluminara el fondo la cámara en ese mágico solsticio de invierno. Por ello, no se descarta que en estas fechas se realizara el rito de enterramiento de los fallecidos de todo el año y que los cuerpos fueran conservados en otros lugares antes de la inhumación. Esa conjunción astral se produce también en las noches de luna llena, conformando un también singular fenómeno de la luz.

La cámara del dolmen está formada por siete lajas de piedra de una altura de más de 2 metros que sobresalen por encima del túmulo -casi todas son originarias, pero las adicionadas en reconstrucción están perfectamente diferenciadas con marcas- y cierran el círculo flanqueado por otros ortostatos, bloques de piedras también caliza. El osario neolítico -incluido el único cráneo descubierto en la zona del corredor- documenta el enterramiento de una veintena de cuerpos -adultos, jóvenes y niños-, pero se han detectado también restos de al menos dos individuos en la época altomedieval. Pura cultura de 'aprovechamiento'. Por lo que se refiere a materiales arqueológicos y que pudieron formar parte de los ajuares había restos líticos, cuentas, de collar, cerámicas y también una punta de flecha pedunculada de silex, que atestiguan su datación neolítica. Por cierto, como curiosidd el estudio de los huesos revelan que pudieron efectuarse prácticas de descarnado de los cadáveres.

Metidos ya en harina, siguiendo la ruta histórica de la Guerra Civil por lo que fue el frente norte se accede al cercano dolmen de La Horquilla, que se encuentra en el páramo que domina Sargentes y situado a tan solo 800 metros al noroeste del pueblo, merece también una detenida visita. De este modesto conjunto funerario -es del tipo simple- se tenía conocimiento desde hace décadas, pero en el que el pasado verano se inició excavación por parte de un equipo de investigadores liderado por la arqueóloga y profesora de la Universidad de Valladolid Angélica Santa Cruz y del que forman parte Germán Delibes así como el propio Moreno y otros estudiosos y divulgadores. La cámara, de cerca de dos metros, también está formada por lajas de caliza y el túmulo que la rodea tiene nueve metros de diámetro. La excavación preliminar ha dejado YA al descubierto una pequeña cantidad de huesos humanos. El dolmen está algo alterado por un camino agrícola que pasa por las proximidades, pero es de esperar que no sufra nuevos daños en el futuro. Más allá de los contenidos, es también importante el hecho de que se ha encontrado en este megalito, que podría datarse a principios del cuarto milenio antes de Cristo, el eslabón perdido con el de La Cabaña, que correspondería a mitad o finales del cuarto milenio, y el túmulo de Arroyo de las Vegas, que se data en el segundo milenio antes de Cristo. Para disfrutar en toda su magnitud de este segundo megalito, de menores dimensiones y menos 'monumental' que el de La Cabaña, habrá que esperar, cuando menos, a la campaña del próximo verano en el que seguirán los trabajos de excavación. Hoy, cubierto con protectora tierra, solo deja entrever una parte de su potencial arqueológico y turístico

A tiro de piedra de Sargentes , muy próximo al cruce de la carretera de Basconcillos y Ayoluengo, se encuentra el tercer yacimiento de interés. En este caso se trata del túmulo no dolménico de Arroyo de las Vegas, que en 2017 y 2019 fue objeto de sendas intervenciones en la que se hallaron restos óseos así como de herramientas y otros objetos que han permitido datarlo como un significativo enterramiento de la edad del Bronce antiguo. Cuenta con una cámara central ovalada de 2 metros a la que se adosó un túmulo o montículo de piedras de cerca de 10 metros de diámetro y medio de altura, que a su vez fue rodeado por un anillo exterior de lajas de un metro de altura, hincadas en el suelo. Reforzando todo un contrafuerte de cantos. Se han datado restos de varias inhumaciones -al menos tres adultos y un niño- y hallado restos de ajuar recipientes cerámicos además de dos pequeñas cuentas de collar de piedra, pero seguramente habría más vestigios ya que el lugar fue saqueado y revuelto, según relata Miguel Moreno. Los investigadores han localizado, por la protuberancias del terreno y otros rastros geológicos, más tumbas de gigantes. Algunas son de dominio público como el dolmen La Cabaña II, también el de Villafría, situado el páramo de Sargentes que lleva este nombre, pero hay otros muchos cuyas localizaciones son reservadas para evitar precisamente nuevos expolios.

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir el 16 de enero de 2021.