Un buen día, un mal día, ejecutaron su decisión. Este mundo se les hacía irrespirable y decidieron partir en busca de otro, no sabemos si mejor, no sabemos cuál, no sabemos dónde, pero sí sabemos que su desgarradora ausencia desde que dejaron éste es el sufrimiento constante que acompaña a los que transitamos sin ellos haciéndonos muchas preguntas. Esa ausencia siempre está presente, y aunque la ausencia puede ser otra forma de presencia, se manifiesta como un dolor permanente que te sigue como si fuera su sombra.
Tras suceder un hecho así, las muestras de cercanía, solidaridad y cariño se multiplican pero, como sucede en el universo misterioso que envuelve a la muerte, el silencio va ganando espacio y cada vez menos personas se atreven a preguntarte cómo te encuentras, cómo lo llevas, seguramente por no remover la herida que sigue abierta, aunque tú, como sucede con los asuntos graves que nos atañen en la vida, necesitas hablar de ello para encontrar consuelo, para drenarlo, para poder sanarlo.
Desde hace tiempo, un grupo de personas dolientes que transitábamos por caminos paralelos, decidimos reunirnos para hablar de lo que nos dolía, para compartir emociones y experiencias buscando un bálsamo en ese intercambio. Hablar, tan sólo hablar de igual a igual en un entorno sereno, ha sido y es una experiencia sanadora que beneficia a todos. La palabra sincera en un contexto amable y comprensivo ayuda a entenderte a ti y a entender al otro, a compartir emociones y miedos enquistados, saca el duelo de la clandestinidad y permite que se aireen sentimientos ocultos liberando la tensión que provocan dentro.
La escucha empática es un arma de comprensión masiva y, en estos tiempos de baja escucha practicarla elevaría la salud mental de las personas y de todo el tejido social. Escuchar, comprender y compartir el dolor, lo humaniza y le otorga un cierto sentido.
Somos personas que ayudamos a personas, supervivientes en busca de paz, y estamos abiertos a recibir a todo aquel que pudiera beneficiarse de esto.
Dondequiera que estén los nuestros, seremos sus ojos para mostrarles lo que no vieron y seremos su corazón para que siga latiendo su recuerdo.
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