Los papeles de la santa

I.L.H. / Burgos
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El Archivo Municipal de Burgos custodia las escrituras de la fundación de último convento que creó Santa Teresa, su firma manuscrita, el consentimiento del Concejo y algunas curiosidades sobre su estancia en la ciudad en 1582

Documento de noviembre de 1581, cuando la santa empieza a gestionar los permisos para abrir convento en Burgos. - Foto: Alberto Rodrigo

Antes de llegar a la ciudad tenía miedo al frío castellano y... a la frialdad del obispo burgalés. A Teresa de Jesús no se lo pusieron fácil en Burgos, donde tenía intención de fundar un último convento. El obispo de la diócesis no quería que se abriera otro y la santa tuvo que pelear con las autoridades eclesiásticas y utilizar la influencia de sus amistades para conseguirlo.  Lo hizo en abril de 1582, cuando Teresa de Ávila tenía ya 67 años y su salud empezaba a debilitarse. Pero eso no la detuvo. Para hacer efectivo su sueño tuvo que permanecer en Burgos seis meses, del 26 de enero al 26 de julio. La santa moriría apenas dos meses después en la localidad salmantina de Alba de Tormes.
De sus andanzas por la ciudad, sus cuitas con sus «jefes» religiosos, la adquisición de los terrenos, el permiso del Concejo y la firma de la santa hay constancia en el Archivo Municipal de Burgos. En el Palacio de Castilfalé se custodian folios manuscritos, documentos gráficos, escrituras y libros donde se repasa la vinculación de santa Teresa con la ciudad, de la que el año que viene se cumple el quinto aniversario de su nacimiento y para cuya efeméride se preparan rutas turísticas, conciertos, charlas y encuentros desde  ahora y hasta octubre de 2015.
«Burgos es una tierra frigidísima», le diría la santa abulense a una amiga, temerosa de las bajas temperaturas que le anunciaban tendría que sufrir en la tierra del Cid. Pero el frío no iba a ser un obstáculo para Teresa de Jesús y en enero de 1582, conseguido el visto bueno del obispo, se desplaza desde Ávila para cumplir su cometido. El viaje tampoco fue sencillo. Además de la edad de la monja, las últimas jornadas entre Palencia y Burgos se hicieron cuesta arriba por la lluvia, el frío y los caminos, tal y como cuenta el padre e investigador Tomás Álvarez Fernández en uno de los textos que guarda el Archivo.
Una vez en la ciudad, santa Teresa y las siete religiosas que le acompañaban se hospedaron primero en los números 14 y 16 de la plaza del Huerto del Rey, en casa de doña Catalina de Tolosa. Un mes después les cedieron unas habitaciones en el Hospital de la Concepción, donde se quedaron, más cómodas, del 23 de febrero al 18 de marzo de 1582.
 
El apelativo ‘chamarilero’. En este tiempo pasearon por la ciudad y convivieron con los burgaleses del siglo XVI. «Siempre había yo oído loar la caridad de esta ciudad, mas no pensé llegaba a tanto», escribe la santa cuando redacta en Burgos la historia de la fundación del que sería el último convento -en esta ciudad daría forma al Libro de las fundaciones-. En esos paseos por las calles del centro, resulta curiosa una anécdota o leyenda relacionada con el barrio de San Cosme y los comentarios que hacía la gente, que ha quedado grabada en un cuadro. El lienzo lleva esta descripción: «Cuadro de Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz paseando por la calle San Cosme, cuando vino la santa en 1582 a fundar el convento carmelita a Burgos, en el momento en que el público se mofó de ellos; por lo que la santa castellana les puso el apelativo de chamarileros».
Verdad o ficción, lo cierto es que la santa tuvo tiempo de sobra en seis meses para pasearse por la ciudad, pelear con las autoridades, conocer a la población y adquirir el terreno. Fue el 19 de marzo cuando compró la casa (la mansión de los señores Mansino) donde se establecería el nuevo monasterio (el convento carmelita de San José y Santa Ana, en el inicio del paseo de la Quinta, en la plaza que hoy se llama Santa Teresa). De la casa dirá la monja que es «un deleite». «Es verdad, que luego que la vi... me parecía cosa de sueño... porque de huerta y vistas y agua no parece otra cosa».
 
La firma, desgastada. Entre los documentos de la santa que custodia el Archivo Municipal destacan, por supuesto, las escrituras de la compra-venta de los terrenos y el consentimiento del Concejo. «E vista la dicha carta e petición y la rrelación que los dichos señores tienen, por lo que se trató en el Rregimiento pasado, de que conbiene y es beneficio público e común de la Ciudad y su rrepública que aya el dicho monasterio en esta Ciudad y éste e permanezca en ella, Su Señoría consiente e tiene por bien que así se aga y para ello daba e dio su consentimiento en forma», dice el documento del 7 de noviembre de 1581.
En el documento de las escrituras (que, por cierto, acaba de ser restaurado) ante el escribano Juan Ortega de la Torre Frías resulta curioso comprobar cómo el lugar donde está la firma de Teresa de Jesús tiene un tono más oscuro que el resto del manuscrito. Se debe, según los archiveros, a que antaño era costumbre que quien accedía  a estos legajos históricos besara la firma de la santa como si fuera una reliquia, y de ahí el desgaste único de esa zona del documento.
Una vez que había cumplido con su cometido, Teresa de Jesús decide abandonar Burgos el 26 de julio de 1582, quedándose en el convento cinco de las siete monjas que le acompañaban. El 20 de septiembre llegó aAlba de Tormes con la salud tan quebrantada que murió el 4 de octubre a los 67 años.