El entierro más triste del mundo

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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El Ayuntamiento se disculpa con el Comité Ciudadano Anti-Sida después de que el jefe del servicio de Sanidad impidiera a sus miembros hacer un acto de despedida de uno de los usuarios de La Encina, fallecido el martes, "algo completamente inhumano"

Imagen de archivo de Judit Beltrán de Otalora, directora de La Encina, hablando con uno de los usuarios de la casa de acogida - Foto: Alberto Rodrigo

"No ha sido indigno porque Antonio nunca perdió la dignidad pero sí completamente inhumano que no nos dejaran despedirnos de él. Es incomprensible que en una ciudad como esta, cuyo Ayuntamiento cuida de las personas con sida, haya ocurrido algo así, que no nos había pasado en veinte años". Judit Beltrán de Otalora, directora de la casa de acogida La Encina, un recurso municipal para personas con VIH/sida y problemas sociales que gestiona el Comité Ciudadano Anti-Sida, aún se estremece después del episodio vivido el pasado martes con motivo del fallecimiento de uno de sus usuarios. Al no tener dinero esta persona, desde La Encina se solicitó para ella uno de los entierros de beneficencia que costea el Ayuntamiento a través del convenio que tiene establecido con una funeraria, y se disponían a preparar una emotiva despedida cuando el jefe del servicio de Sanidad le informó a la directora de que estaba completamente prohibido hacer nada parecido a un acompañamiento.

"En un primer momento pensé que tenía que ver con algo relativo a la covid, aunque me extrañaba ya a estas alturas, y claro que no era por esto sino que simplemente me dijo que no estaba permitido, sin explicar por qué, y, además, me dijo que no teníamos derecho a saber dónde se le enterraba", cuenta Beltrán de Otalora, que denuncia también que el entierro se adelantó media hora sobre la hora anunciada "para evitar que fuéramos allí". Los compañeros de Antonio, pues, no pudieron participar en el acto de su despedida como siempre se ha hecho cuando alguien muere en La Encina.

Y es que -sigue contando la directora- que estas personas no tengan recursos materiales "no significa que no tengan amigos y gente que les quiera", como era el caso de Antonio, con quien el Comité llevaba trabajando de forma intermitente desde hace casi una década. "Él vino aquí a morir y lo hizo de una forma dignísima, en su casa y lleno de cuidados y de amor, eso no nos lo quita nadie. Pero nos hubiera gustado mucho acompañarle hasta el último momento".

En otras ocasiones, los compañeros de los usuarios de La Encina que fallecen recitan un poema o ponen una canción o les acompañan con unas flores. También las religiosas de la casa de acogida de San Vicente de Paúl -que se ocupan a veces de algunos de ellos- han participado con sus oraciones en varias de estas despedidas y nunca desde el Ayuntamiento se había negado esta posibilidad.

¿Qué ocurrió esta vez? En concreto y desde el Consistorio burgalés no lo han terminado de detallar. La concejala de Sanidad, Blanca Carpintero, habla de un "desagradable malentendido": "Lamentamos mucho que se haya producido esta situación y ya hemos pedido disculpas al Comité a través de la directora de La Encina, pero lo importante de todo esto es que ya hemos sentado las bases para que no vuelva a ocurrir. El Ayuntamiento no es ajeno a la sensibilidad que requiere un momento así y más con colectivos como el Comité Ciudadano Anti-Sida, que hace una labor magnífica por aquellos que más lo necesitan".

Judit Beltrán de Otalora da por buenas estas disculpas, no solamente las de la concejala sino las que le trasladó personalmente el propio jefe del servicio de Sanidad, que fue quien impidió el acto de despedida de Antonio, que fue inhumado en el espacio común que el cementerio municipal dispone para estos casos. Pero más allá del hecho puntual quiere reflexionar sobre el contexto de deshumanización que considera se ha producido desde la pandemia, como también lo hace el médico Juan Francisco Lorenzo, miembro del Comité: "Es especialmente grave que se haya impedido la despedida de un fallecido, algo que es sagrado en todos los contextos y es un trato increíblemente vejatorio que se le haya negado la dignidad del acompañamiento y más en un espacio público como es el cementerio".