Impulsor de la cultura desde la barra

S.F.L. / Busto de Bureba
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Bilbaíno de nacimiento pero bustano de corazón, Ricardo Sáez se trasladó al pueblo huyendo del estrés empresarial y desde 2021 gestiona con ilusión el bar del recinto deportivo y el cámping

El diseñador gráfico Ricardo Sáez, afincado en Busto de Bureba, trabaja en el lanzamiento de una línea de joyería en madera de cara al próximo año. - Foto: S.F.L.

Tras el último día de escuela, con las agridulces despedidas con los compañeros de curso, había por delante tres meses eternos de verano. La mejor época del año para cualquier niño que tuviera la misma suerte que Ricardo Sáez, que abandonaba 'El Botxo' para mudarse con sus abuelos a Busto de Bureba, el lugar en el que pasaron sus primeras veces y al que regresó según cortó con el elevado nivel de estrés que le provocaba su profesión dentro del mundo empresarial.

Pionero del teletrabajo -comenzó a ejercerlo desde el municipio burebano en el año 2005 cuando el término se encontraba a años luz de existir y la conexión a internet era ridícula- compaginaba sus proyectos de diseño gráfico con la gestión del centro cultural. Una reforma integral del inmueble transformó las antiguas escuelas en un moderno local en el que se generó un movimiento de aprendizaje, ocio y vida social gracias a las oportunidades que Sáez ofrecía a los vecinos. Cursos de informática para los mayores, proyecciones de películas, charlas, tertulias, conciertos… Un gran esfuerzo que todos supieron valorar. «¿Y cómo lo demostraban? No dejando ni un hueco libre en los eventos», expone. 

Pero el ratón del ordenador empezó a requerir más y más atención y el proyectista se vio obligado a continuar por la línea creativa y dejar de lado, no del todo, la cultural. Así, la dedicación a su trabajo, al que nunca había renunciado, ocupó de nuevo el 100% de su tiempo después de siete años de sacrificios y sin un solo día libre. Así hasta 2021, momento en el que el Ayuntamiento modificó las condiciones de la administración del bar del recinto deportivo y cámping y ofreció un contrato más duradero que permitía mantener las instalaciones operativas todo el año.

Diseñador gráfico con afán por estimular la vida social en el pueblo cogió carrerilla y saltó la barrera -mejor dicho la barra- para iniciar una nueva actividad junto a su compañera de batallas Laura. Como si de un titular de una película se tratara, pero más real que la vida misma, ambos se adentraron en una aventura hostelera que también incluía el mantenimiento y atención de los clientes del área de acampada.

«Estamos encantados de conocer gente increíble y de organizar actividades para todos los miembros de la familia», asegura el empresario. Por ello, los fines de semana de verano el bar se ha convertido en una sala de conciertos al más estilo Clamore de Madrid, que pretende alargarlos también en invierno.

Se califica a sí mismo como un «culo inquieto profesional», que ni la mente, pies y manos se toman en serio lo del día del descanso semanal. Como creativo que es, el «artisteo» le va demasiado. Al igual que trabajar con la madera, así que unió ambos conceptos y de ahí ha nacido una línea de joyería elaborada con dicho material que verá la luz de cara al próximo curso escolar. No sueña con que sus artículos ocupen los mejores expositores de las tiendas más exclusivas de las ciudades. Su mayor éxito lo alcanzará si sus artículos acaban por colgar de las orejas y cuellos de sus vecinas.