De las cuatro ciudades grandes de la región, Burgos parece ser la menos interesante para especializarse en Medicina Familiar y Comunitaria, a juzgar por las plazas de médico interno residente que han quedado vacantes en los respectivos centros de salud: cero en los de Valladolid y Salamanca, dos en los de León y cinco en los de Burgos. Y eso que la oferta, el número de plazas disponibles en la convocatoria que se acaba de cerrar, era muy semejante en cada una de estas zonas sanitarias: Valladolid Este, 15; Valladolid Oeste, 20; Burgos y León, 16; y, por último, Salamanca, que ofertaba 14 plazas.

La especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria ha perdido prestigio en toda España en general y, de hecho, es una de las pocas en las que han quedado plazas desiertas (200 en todo el país, el 9%) en esta convocatoria, en la que se ha vuelto a cumplir lo habitual: todas las plazas para especializarse en un hospital se cubren y las de los centros de salud, no. Las razones que explican esta tendencia generalizada siguen sin ponerse con claridad sobre la mesa por parte de las autoridades sanitarias, pero en Burgos tienen una consecuencia irrefutable: la falta de relevo generacional en los centros de salud seguirá agravándose porque seguirán jubilándose muchos más especialistas de los que se incorporan.

En esta provincia se ofertaban 26 plazas para la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, de las cuales 16 permitían hacer la residencia en centros de salud de la capital y 10 en los de Aranda y Miranda (cinco en cada localidad). Una vez cerrado el proceso de adjudicación, siete de estos puestos han quedado desiertos: cinco en la capital, uno en Aranda y otro en Miranda (...).

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