El año pasado concluyó en Burgos con una menor respuesta de las familias a las denominadas vacunas prioritarias que en 2020, a juzgar por los datos oficiales de la Consejería de Sanidad. Es un descenso incipiente, pero llamativo si se tiene en cuenta que afecta casi por igual a la protección frente a enfermedades muy graves, como la poliomielitis y la difteria, o a otras comunes, como es el caso de la varicela, que hasta 2016 no se incluyó en el calendario vacunal. De hecho, los datos oficiales indican quela provincia se quedó a las puertas de alcanzar el objetivo que establece la estrategia nacional frente a la polio o el sarampión: conseguir proteger al 95% de la cohorte correspondiente en cada una de las dosis que completan la pauta. Algo que, hasta 2021, Burgos conseguía, y con holgura.
Si esto sucediera solo en la provincia tendría una importancia relativa, pero el descenso es generalizado en toda Castilla y León y para todas las enfermedades incluidas en el calendario. Y si esta circunstancia se replica en territorios más amplios -y se sostiene en el tiempo- puede abrir la puerta a la reaparición de enfermedades 'viejas' o contra las que se lleva décadas luchando para erradicarlas. Algo que este verano se está comprobando con la poliomielitis en países tan avanzados como Estados Unidos o Inglaterra, donde han encontrado poliovirus en las aguas residuales. En caso de que se propagaran, afectarían a personas sin inmunidad y, cuantas más haya, mayor magnitud alcanzaría un potencial brote.
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