«Asesinar a un periodista sale gratis en muchos países»

B.D.
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ENTREVISTA | Corea del Norte, Afganistán, Irán, Irak o México son solo algunos de los puntos 'calientes' del planeta en los que Pilar Bernal ha desarrollado su trabajo. De todo ello habla hoy en el MEH, a las 20.15 horas

«Asesinar a un periodista sale gratis en muchos países»

Para una reportera acostumbrada a preparar una mochila y salir disparada a cualquier punto del planeta donde se produce un atentado terrorista, una crisis de refugiados o un conflicto armado, vivir la guerra de Ucrania desde el 'burladero' de la redacción en Madrid le permite analizar la invasión rusa desde una perspectiva diferente y articular todo el apoyo que desde Reporteros sin Fronteras, entidad de la que Pilar Bernal es vicepresidenta, se presta al «trabajo excepcional» que 150 periodistas españoles están realizando en Ucrania y en varios países del entorno. Esta tarde, en la charla que ofrecerá en el salón de actos del MEH, dentro del ciclo 'El mundo en conflicto' y donde contará con la presentación de Álvaro Melcón, director de Diario de Burgos, Pilar Bernal aportará las claves de ésta y de otras muchas guerras y de los 'aliens' que dejan.

¿Le hubiera gustado ser una de esos 150 reporteros en Ucrania?
Sin duda. Me muerdo las uñas. No sé si es una droga, una adrenalina natural, pero cuando hay un conflicto y eres periodista internacional  quieres estar ahí contándolo. Pero esta vez no ha podido ser. 

Dentro de esos 'aliens' que deja una guerra, ¿los periodistas pueden ser una víctima más?
Son, a veces, víctimas directas y casi siempre víctimas colaterales. En Ucrania ya han muerto siete periodistas que estaban identificados como tal y en total son 22. En una guerra hay dos formas de morir si eres periodista: como un civil más que está en una zona de conflicto y cuando por ser periodista te conviertes en objetivo. Los bandos en conflicto intentan silenciar a un testigo incómodo para que no denuncie las violaciones de los derechos, las barbaridades que se perpetran. Y sí, yo entiendo este concepto de 'alien' como un fruto de la guerra. Unas veces  son héroes y otras son monstruos, y en ocasiones reporteros con adicción al peligro y a esa adrenalina que te brota e impulsa a viajar a un lugar de donde todo el mundo huye.

¿Cómo se mantiene el autocontrol ante tanto horror?
Esto es una especialidad de nuestro oficio. Siempre tienes que tener un manejo y un control de los nervios,  una prudencia y una mesura para ser capaz de hacer tu trabajo sin sucumbir a la locura y al caos que entraña una guerra. A eso se une la inquietud de alinearte con un bando o con otro, cuando ese no es nuestro trabajo. Nunca te equivocas si pones tu mirada desde el punto de vista de las víctimas. Poniéndola en un bando o en otro, incluso en Ucrania que tiene de su lado la justicia y el derecho internacional, nuestra labor, sin ser equidistantes, debe buscar la perspectiva y la distancia. Y luego se conjura al pánico, pero no al miedo, porque es una buena manera de volver sano y salvo a casa. Ninguna historia por valiosa que sea merece que ningún periodista dé su vida por ella. La clave es tener ese respeto hacia una situación peligrosa y el miedo es un antídoto para cuidarte y cuidar de tu equipo, para hacer tu trabajo de una manera sobria y seria. 

¿Cómo se prepara mental y físicamente antes de hacer la maleta?
Cuando me subo al avión y estoy con mis compañeros nos serenamos un poco para planificar qué y cómo lo vamos a hacer. Ahí es donde vas analizando los riesgos y las amenazas y vas calibrando. Antes, no hay mucho tiempo para prepararse. Es más después, cuando regresas a tu casa, ese aterrizaje, ese reinsertarte en la vida cotidiana a veces es complicado. Creo que se atiende poco la salud mental de los periodistas, nos cuesta hablar de nosotros mismos, y desde Reporteros sin Fronteras estamos más concienciados de lo que nos pasa, de que también sufrimos estrés postraumático por situaciones duras. Volver a casa es difícil y tienes que afrontar y ser consciente de ese proceso de recuperación para poder seguir contando las historias que necesitan ser contadas para que no parezca que no ocurren.

Las guerras, y también le pasará algún día a la de Ucrania, imponen su agenda. Y, cuando se acaban, la prensa sale de allí como si todo hubiera acabado. Y queda lo peor: la reconstrucción física y emocional de un paisaje desolado. ¿Cree que la prensa está respondiendo a esta necesidad del día después?
Contar las posguerras es casi tan importante como el durante. He tenido la suerte de viajar a países después de que concluyera el conflicto y hacer ese retrato es esencial para entenderlo. Los escombros que quedan después de la guerra son también esos 'alien' de los que voy a hablar esta tarde; ese resultado de una situación despiadada, atroz, que cuando se apagan las cámaras y se retiran los micrófonos sigue ahí. Las consecuencias no desaparecen. El día después es menos espectacular pero aporta los matices para entender de verdad qué ha ocurrido. En el fragor de la batalla es muy complicado hacer un análisis y una explicación justa y serena.

Ahí están ejemplos como Gervasio Sánchez y sus series sobre las víctimas de la guerra de los Balcanes ¿Ese trabajo es menos espectacular, pero tal vez más necesario?
Esa labor tan artesanal, tan de mirar a lo largo del tiempo cómo evolucionan los hechos y las personas, es una maravilla, tiene un valor enorme. No sé si es más importante pero desde luego es igual de importante. La espectacularidad del estallido del conflicto no puede suplantar el cuidado y la atención futura a las víctimas. 

Cada año, las cifras de Reporteros sin Fronteras, reflejan una mayor violencia contra los periodistas. Ahí está el caso de Méjico (11 asesinatos en lo que va de año). También en Ucrania. ¿Falta una mayor protección legal internacional de los periodistas?
Sin duda. Los crímenes contra periodistas, en un contexto de guerra, son crímenes de guerra. El problema está en otros países, aparentemente en paz, como Méjico, por la impunidad. Más del 90% de los asesinatos no se resuelven, nadie paga por ellos; es muy barato, sale gratis asesinar a un periodista en muchos lugares del mundo y eso es dramático para nuestra profesión. Hemos visto en 2021 asesinatos en Europa, en Países Bajos, en Grecia, y eso es muy grave. Donde se supone que tenemos las mayores garantías, el Estado de Derecho más sólido y más firme, también la libertad de prensa está amenazada. No es lo mismo morir porque eres un civil más que está en una guerra, que te maten para silenciarte. Y la mayor parte de los crímenes son premeditados, son para silenciar a un testigo incómodo.

¿Qué opina de los bloqueos políticos, de la 'dictadura' comunicativa de países como Rusia, donde está prohibida la palabra 'guerra' y se habla de 'operación especial' y términos similares? ¿Cabe en la guerra el lenguaje políticamente correcto para maquillar sus horrores?
Toda guerra es también una guerra de propaganda. Decía Kapuscinski que una guerra empieza mucho antes de que se dé el primer disparo, empieza con un cambio de lenguaje en los medios. Y Putin y el Kremlin llevan mucho tiempo llevando a cabo una retórica obsesiva contra la prensa. Putin ya era un depredador de la libertad de prensa pero ahora inunda de propaganda a los ciudadanos que le padecen como tirano en esa prensa afín. Es otro frente de batalla que a veces el coraje de algunos periodistas rusos muy valientes logran romper y así generan grietas contra ese blindaje a la opinión pública que pretende el Kremlin contra todo mensaje crítico. Hay un periodismo independiente en Rusia cada vez más hostigado, más perseguido, que pelea por generar esas grietas. Y eso tiene muchísimo valor. Desde los medios internacionales tenemos la responsabilidad de apoyar a la prensa independiente rusa porque ellos son el garante de que un día esa sociedad, a través de una información más veraz, sea capaz de cuestionar a un tirano como Putin. Ser un periodista valiente en Rusia, como Marina Ovsyannikova, es muy peligroso, lo era en tiempos de paz y ahora en plena guerra es casi suicida; y aún así muchos lo siguen haciendo. Allí, que te maten por una noticia no es una forma de hablar, es una realidad muy plausible.