De Galicia a Génova con destino final Moncloa

Agencias
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El político quiere volver a hacer 'magia' para reunificar el centro derecha e intentar desbancar a Sánchez tras 13 años como presidente de la Xunta y cuatro mayorías absolutas

De Galicia a Génova con destino final Moncloa - Foto: Rosa Veiga Europa Press

Experiencia, éxito electoral, buena gestión y mesura ideológica. Parece que el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo es el candidato perfecto para presidir el futuro del Partido Popular tras el enfrentamiento entre la dirección de Pablo Casado y la dirigente madrileña, Isabel Díaz Ayuso.

Desde que entró en la Xunta en 2009 y con más fuerza si cabe durante la gestión frente al coronavirus, en la que ha confrontado duramente contra el Gobierno de Sánchez, el popular ha recurrido a la capacidad de administrar y a su experiencia como caballo de batalla. Así consiguió su cuarta mayoría absoluta en el verano de 2020, ya con una pandemia que ha marcado los últimos dos años.

A Feijóo (Os Peares, Orense, 1961) le gusta presentarse como hombre de Estado en Galicia y abordar desde ese papel asuntos como el conflicto catalán; y ha actuado como un dirigente moderado que huye de radicalismos -aunque sus rivales recuerdan que llegó a la Xunta tras una dura oposición y secundando una campaña en la que se acusaba al entonces Gobierno de «imponer» el gallego en la enseñanza-.

Pero ha sabido adaptar su relato y marcar distancias con el ala más dura y conservadora de Génova. Está por ver cuál es su estrategia ahora para contener a Vox y sobrevuela la coyuntura de Castilla y León como primer examen. El dato que esgrimen los suyos es que ni Vox ni Ciudadanos se sientan en la Cámara autonómica.

Su entorno ha negado siempre que tuviese la ambición de dar el salto a la política nacional, ya en 2018 dejó pasar el tren de Génova 13 por su «Galicia, Galicia, Galicia», aunque ahora los tiempos son distintos y «no queda más remedio» que optar por tomar las riendas.

Reivindicó su lealtad a Rajoy y dijo que no sería «un Judas». Lo mismo hizo con Casado, a quien apoyó de forma interpuesta. Fue su aliento en la batalla sucesoria de Rajoy, propició su caída apoyando a Ayuso y ahora será su heredero.

El barón más fuerte, que emuló el éxito de Manuel Fraga con cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia, ha dado un definitivo paso adelante para ser el líder del Partido Popular, al tiempo que afirma sentirse «preparado» para ganar a Sánchez y dar a España un Gobierno «solvente».

Le espera un escenario de fragmentación política y con la derecha más ideologizada en la órbita de Vox, formación a la que las encuestas ven en alza, sobre todo tras la detonación popular.

Hay que remontarse a 1979 para recordar el descalabro electoral que llevó a Fraga a la Presidencia de Alianza Popular (AP). En 1989, AP dio paso al PP y amplió su espectro ideológico, para que poco después, en 1990, Fraga dejase el partido en manos de Aznar, acompañando la llave de Génova de la famosa proclama «ni tutelas ni tutías». Una nueva refundación, para muchos la tercera del partido, espera ahora al gallego.

De ahí que su entorno haya ido adelantando el argumento de que el PP es un partido clave en la alternancia en España y que, si el «jefe» -como le llama su equipo más próximo de Galicia- vuelve a hacer su magia y logra frenar la sangría de Vox e, incluso, reunificar el centro derecha y tener opciones de recuperar la Moncloa, en los escenarios más optimistas, «valdrá la pena jugársela» en Galicia y en toda España.

El tercer gallego

Si toma las riendas del PP en el congreso que se celebrará en Sevilla los días 1 y 2 de abril, Feijóo será, tras Fraga y Rajoy, el tercer líder popular procedente de Galicia. Para quienes no ponen en duda sus posibilidades, además de la broma de que «no hay más que ver lo que pasa en el PP cuando no lo dirige un gallego», hay que echar la vista atrás y fijarse en sus orígenes para «comprender lo que puede hacer».

De la mano de Fraga regresó en su día a Galicia después de la caída de Xosé Cuíña, eterno delfín del de Vilalba, cuando en su carrera política se cruzó el Prestige. Superó aquella primera carrera sucesoria gallega en la que partía con tres rivales y, aunque fue un congreso al uso del PP, a él le gusta decir que venció «en unas primarias». Está por ver si ahora hay más candidaturas.

Formalmente, este licenciado en Derecho que se ha esforzado en cultivar una imagen de tecnócrata afianzada por su paso por el Insalud y Correos, llevaba pocos años afiliado al PP cuando tomó las riendas del partido en Galicia. Pero su carrera en la Administración había empezado mucho antes bajo mandatos populares, a principios de los 90, cuando de funcionario raso pasó a ocupar cargos intermedios en la Xunta.

Su impulsor fue José Manuel Romay Beccaría, uno de los referentes en su día del PP del birrete, y quien le reconoció como «hijo político», en julio de 2017, al recoger la Medalla de Oro de Galicia, la máxima distinción que concede el Gobierno autonómico y con la que Feijóo le había galardonado.

Solucionador de problemas

Pero, al margen de mentores, con un equipo reducido y de máxima confianza, en el que el vicepresidente primero de la Xunta, Alfonso Rueda, ahora visto como su delfín, era entonces número dos, y en el que la secretaria de Medios de la Administración autonómica, Mar Sánchez, emerge como figura clave, Feijóo demostró su habilidad política desde el minuto uno: se hizo con el partido, lo cosió y recuperó en 2009 la Xunta que, cuatro años antes, PSdeG y BNG habían arrebatado a un Fraga en sus horas más bajas.

Lo logró al primer intento contra todo pronóstico, poco más de tres años después de haber tomado los mando del partido. Con él al frente, atrás quedaron baronías provinciales y luchas de boinas contra birretes. Dieciséis años de hiperliderazgo después, en cualquier corrillo con dirigentes populares se admiten incertidumbres ante su marcha.

Pero él ha dicho que su sucesión será «más fácil» que la de Fraga y en el PP gallego confían en que la proximidad de las municipales obligará a cerrar filas, incluso en territorio orensano, dado que hay quien considera que el presidente provincial, Manuel Baltar, se precipitó en 2018 y enseñó demasiado pronto sus cartas al dar por hecha la partida de Feijóo. Ahora, no son pocos los que subrayan que, con la Diputación de Orense colgando de un hilo, lo que más le conviene es esperar.