Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Totus tuus

10/11/2022

Se cumplen 40 años de la visita de Juan Pablo II a España. Francisco ha celebrado la efeméride descansando de su viaje a Bahrein. Es curioso. Mientras Bergoglio (ex obispo de Oca, Burgos) no encuentra momento para venir a España («ustedes tienen que ponerse de acuerdo», dijo, con una peculiar manera de evitar el conflicto), el pontífice polaco estuvo cinco: Wojty?a no hablaba español pero se esforzó más en hacer discursos en nuestro idioma que el argentino de habla hispana.

La visita de 1982 constituyó un espaldarazo para nuestra región con las visitas a Segovia, Alba de Tormes, Salamanca y Ávila, donde siguió la estela de Santa Teresa. Juan Pablo II peregrinó a Santiago pero el actual Pontífice se siente poco peregrino: el primer papa jesuita ha rechazado venir a Loyola en el aniversario de San Ignacio e incluso ha descartado viajar a Burgos con motivo del Centenario de la Catedral.

Juan Pablo II buscó un momento estratégico para viajar entre la victoria socialista y la efectiva toma de posesión de González, creando así un clima sosegado en una transición clave para España. Sin embargo, Francisco no parece estar atenuando las divisivas querellas de la dirigencia de la Iglesia en España, enconada entre renovadores y progresistas.

Francisco ha encontrado tiempo, sin embargo, para visitar Kazajistan, Malta y Chipre, regando así secarrales y desatendiendo a la vez barbechos de catolicismo profundo como el nuestro. España puede convertirse en tierra de misión a la vista de cómo van las cifras de adhesión de la sociedad a la Iglesia y sus sacramentos, pero poco parece haberle importado al porteño. El recuerdo de Juan Pablo II y su palizón de dos semanas hace cuarenta años nos hace añorar viejos tiempos por culpa de las actuales ausencias. De la «excatedra» hemos pasado al «expapado».