«En el municipio siempre se ha escuchado hablar de los romanos, de que estuvieron por aquí, pero ahora podemos demostrarlo», declara Félix Fernández, un vecino de la villa salinera que repite la experiencia de descifrar el origen de los restos procedentes de Flavia Augusta. Junto a él, Carlos González sujeta un instrumento en su mano derecha con el que escarba la tierra en el interior de lo que a simple vista parece una habitación de la casa donde trabajan. Ambos, entrados ya en años, se ayudan de sus fajas para que las horas agachados no pasen demasiada factura. «Desde aquí hacemos un llamamiento para que en las próximas campañas de excavación participen más expertos y curiosos, porque aquí hay demasiados cosas por hacer», manifiestan los voluntarios.

En el lado opuesto del área en el que extraen distintos materiales se encuentra Toño Cabello, un asturiano afincado en Bélgica que invierte sus dos semanas de vacaciones estivales en el proyecto Cerro Milagro. Adquirió conocimientos como peón arqueológico hace años, y pese a que su trabajo nada tiene que ver con este mundo, se muestra «encantado» de participar. Al igual que Martín Fernández, residente en Miranda de Ebro e hijo de pozanos, que siente verdadera afición por todo lo relacionado con la Historia y la Arqueología. A diario se organiza con su mujer y sus hijos para poder acudir al yacimiento y llevar a cabo las funciones «que toquen en cada jornada», declara.  

Todos se consideran «afortunados» de tener la oportunidad de sacar a la luz los secretos que se esconden entre los muros de una ciudad con 2.000 años de antigüedad.