La casa palacio Miraltrueba puede volver a brillar

A.C.
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Juan Ramón García-Diego, descendiente de hijosdalgo y Monteros de Espinosa desde 1755, vende la construcción historicista que diseñó en 1918 el ingeniero Tomás García-Diego, catedrático de la Escuela de Caminos de Madrid

La casa palacio Miraltrueba puede volver a brillar

La magnífica casa-palacio Miraltrueba, con vistas privilegiadas al pico Bedón y al caserío de Loma de Montija, lleva casi 40 años sin vida entre sus paredes. Ahora, su puesta en venta podría ayudar a recuperar la luz que tuvo antaño esta curiosa construcción de 1918, de estilo historicista ubicada al pie de la travesía de la localidad y que seguro no deja a nadie indiferente. Su propietario, Juan Ramón García-Diego, es heredero de una saga originaria de la villa de Espinosa de los Monteros, en la que se contaron cinco monteros del Rey, quienes ostentaron el título de hidalguía otorgado en 1753 a Juan José García-Diego por el rey Fernando VI, el primero que fue montero del de Espinosa entre 1755 y 1761. El último fue Clemente García-Diego, de 1805 a 1819.

Juan Ramón, quien ejerce como funcionario del Ministerio de Justicia y reside en Canarias, conserva la ejecutoria real en la que su antepasado obtuvo los honores de la hidalguía y el derecho a utilizar su bello escudo en anillos, casas, capillas, portadas, sepulturas, pinturas, plata labrada, alhajas o cartas. Cuartelado con superior izquierda e inferior derecha de campo azul y en cada uno tres barras de plata y los otros campos de gules y castillo de oro aclarado de azul, el escudo se encuentra labrado en la fachada de Miraltrueba y en una composición de baldosa en la entrada principal de la casa, a la que Juan Ramón y sus padres, Ramón García-Diego y Aurea Ruiz, dejaron de ir a pasar los veranos hace casi 40 años.

El tejado ha sido rehabilitado para evitar un deterioro mayor y los recios muros de piedra de sillería resisten sin inmutarse al paso del tiempo, así como la bella torre que corona la casa con un tejado puntiagudo que recuerda al de la torre de la parroquia espinosiega de Santa Cecilia. Sin embargo, el interior necesita de una importante obra de restauración, así como las carpinterías, devoradas por los años. Su propietario la hubiera querido recuperar, pero admite que después de valorarlo durante años ha visto que "es imposible" y confía en encontrar un comprador que disfrute de esta obra de arquitectura civil que encierra una bonita historia entre sus muros. Desde que se puso en venta, alrededor de un centenar de personas se han interesado por esta casa-palacio por la que piden 470.000 euros.

La finca en la que se encuentra suma 6.000 metros cuadrados y la casa suma 141 metros en cada una de sus dos plantas más la torre. En la baja se encuentra la antigua cocina, el comedor y la estancia donde el banquero José García-Diego, quien encargó hacer la casa, tuvo su despacho. El bisabuelo de Juan Ramón salió de Burgos para abrir una sastrería en Madrid que abastecía a la Casa Real y, en concreto, a Alfonso XIII a finales del siglo XIX. Pero de aquel negocio saltó a la banca y sus dividendos le permitieron levantar en Loma de Montija la casa de verano de la familia, Miraltrueba.

Benefactores. Tanto él como otros familiares también dedicaron parte de su fortuna a realizar importantes donaciones para ejecutar obras, de las que aún quedan muestras en Loma de Montija. En el puente sobre el río Trueba una placa destaca a su principal benefactor en 1918, Luis García-Diego. Las donaciones también llegaron a la iglesia, la antigua escuela, ahora casa de concejo, o las casas de los maestros, que volvieron a la familia al no utilizarse para el fin para el que se donaron.

Entre las paredes de Miraltrueba, que recuerda las casas que los indianos construían al volver de las Américas, lo más destacado son los solados de baldosas de la época de gran belleza y muy bien conservadas, así como un magnífico baño (imagen página 2) que seguro fue la envidia de todos los vecinos hace un siglo. En esta casa-palacio corría el agua por los grifos cuando los montijanos aún tenían que acarrear el agua de pozos y fuentes para llevarla a sus casas, sin servicio público de abastecimiento de agua.

Una llamativa torre de hierro sostiene en la parte trasera de la casa el depósito, donde se elevaba el agua del pozo mediante poleas, primero, y un motor, después. Desde el depósito, una red de tuberías la conducía por gravedad a la casa. El ingenio hidráulico, que como la edificación fue obra del ingeniero Tomás García-Diego de la Huerga, hijo del primer propietario de Miraltrueba, José García-Diego, bien merece ser conservado por su curioso diseño.

Miraltrueba la heredó su hijo mayor, abuelo del actual propietario, Ramón García-Diego, quien fuera periodista, poeta y corresponsal de arte en París en los años veinte. De ahí pasó al padre del propietario, Juan García-Diego, pintor, formado en Filosofía y Letras y Bellas Artes que desarrolló su carrera en Madrid, aunque el amor lo encontró en una mujer con raíces en Villarcayo, Áurea Ruiz, quien recuerda la belleza de Miraltrueba cuando llegó a ella con solo 23 años, nada más contraer matrimonio. En manos de su hijo mayor, Juan Ramón, ha quedado la finca y otras pertenencias de la familia, como la magnífica biblioteca que atesoró su abuelo, con incunables del siglo XIV entre sus piezas.

La pasión por la cultura fue una de las señas de identidad de la familia, en la que destaca el diseñador del proyecto de la casa palacio de Loma, Tomás García-Diego de la Huerga, quien ejerció como literato, además de en la ingeniería en muy diversos cargos -información pagina 1- y en la docencia, ejerció como literato. En 1913, en plena juventud, escribió Los cantos de mi primavera, "forjados en el yunque sentimental de las viejas ciudades y en la paz encantada de la aldea".

Obra de un "ingeniero, ingenioso, maestro y bueno". Tomás García-Diego de la Huerga, autor del diseño de la casa palacio Miraltrueba, fue un "hombre del Renacimiento", como hoy le define su sobrino-nieto y propietario de la construcción, Juan Ramón García-Diego. En un número de la Revista de Obras Públicas de 1973 se conserva una necrológica en la que se le definió como: "Ingeniero, ingenioso, maestro y bueno".

La vida de este profesional fue muy destacada, a juzgar por los puestos que ocupó, desde cargos técnicos en la Jefatura de Obras Públicas de Burgos, en la dirección del puerto de Algeciras, en el Consejo de Obras Públicas, en la canalización del río Manzanares de Madrid o en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, entre otros muchos lugares. Llegó a ocupar la presidencia del Instituto de Ingenieros Civiles y representar a todos los ingenieros europeos unidos en su federación, además de presidir la Asociación de Ingenieros de Caminos.

Pero, además destacó por su vocación artística. Nada menos que obtuvo el título de piano de la mano del maestro Bretón. Donde más promovió la cultura fue en la cátedra de Arquitectura e Historia del Arte de la Escuela de Caminos (Madrid), que obtuvo en 1925. Allí trabajo por "aumentar la cultura de los ingenieros", dice el autor de la necrológica, Santiago Castro, quien admiraba a quien también escribió libros de versos y otras temáticas.