Oña duplica los turistas desde Las Edades del Hombre

S.F.L.
-

Los datos confirman que por entonces visitaron la villa unas 10.000 personas y en la actualidad superan las 25.000. La mayoría de negocios que abrieron sobreviven

Oña duplica los turistas desde Las Edades del Hombre - Foto: S.F.L.

Hace poco más de una década, el 22 de mayo de 2012, cientos de vecinos de Oña se echaron a la calle para recibir entre aplausos la visita de la Reina Sofía, que acudía por primera vez a la localidad para inaugurar Monacatus, la exposición de Las Edades del Hombre. Casi once años y más de 325.000 visitantes después, la villa condal puede presumir de haber logrado gracias a la muestra impulsar la economía y dinamizar el turismo -que se ha duplicado desde entonces- no solo municipal, sino de la comarca de la Bureba.

Las cifras no engañan y durante este periodo de tiempo han sufrido un incremento destacable, pasando de las 10.000 personas en 2011 a las más de 25.000 en 2021. Un dato del que el alcalde de la localidad, Arturo Pérez, y su equipo se muestran orgullosos. «La elección de que nuestra localidad fuera elegida para acoger en la iglesia de San Salvador la exposición supuso una magnifica oportunidad para poner a Oña en el mapa y dar a conocer el monasterio, fundado por el conde Sancho García el 12 de febrero del año 1011», explica.

Para un Ayuntamiento tan pequeño con un presupuesto de 154.000 euros resultó todo un desafío habilitar más de 7.000 metros cuadrados de aparcamiento, arreglar carreteras, eliminar barreras arquitectónicas, instalar baños públicos, cambiar la señalización, restaurar y limpiar paseos, abrir una segunda Oficina de Turismo, acondicionar dos casas con capacidad para doce personas en la que se hospedaron los técnicos de Las Edades, crear una nueva página web en castellano, inglés y francés, editar folletos turísticos y, también, un nuevo logo: Oña Milenaria. Por si fuera poco, el equipo de gobierno se comprometió a correr con los gastos de limpieza e iluminación de la exposición.

Oña duplica los turistas desde Las Edades del HombreOña duplica los turistas desde Las Edades del Hombre - Foto: S.F.L.La colaboración altruista de los onienses fue «fundamental para que todo saliera rodado», añade Pérez. Cada día, los vecinos aportaban lo que podían, unos limpiaban las calles, otros pintaron bancos y también hubo personas identificadas con un distintivo para atender y orientar a los visitantes.   «Creo recordar que entregamos en torno a 150 carnés de voluntario», rememora el regidor.

Por otro lado, los comerciantes realizaron un gran esfuerzo para mejorar la imagen de la localidad. Algunos invirtieron en mejorar o ampliar sus instalaciones, como Samantha y Arona del restaurante Blanco y Negro, José Ángel Acebes del quiosco Dulcipay o Mercedes Val del bar-restaurante El Cazador. Otros emprendedores aprovecharon el 'tirón' de la muestra para hacer sus sueños realidad y abrir sus propios negocios, de los que la gran mayoría han conseguido sobrevivir a pesar de la despoblación que tanto afecta a la villa. El efecto Monacatus todavía se palpa más de diez años después de su clausura.

 

Carolina Lorenzo, Boutique Carola. «'Monacatus' no me condicionó a la hora de abrir porque sabía que duraría pocos meses» 

El juego favorito de la infancia de Carolina era «el  de tenderas». Desde bien pequeña tenía claro que el mundillo del textil y los complementos era lo suyo. Diseñaba sus propios jerséis, vestidos y pantalones y Merche, su madre, se encargaba de confeccionarlos. «Pero hija, ¿de dónde sacas estos modelos? ¡Si no existen!», exclamaba aquella cada vez que veía los bocetos. La bilbaína creció y comenzó a trabajar en varias tiendas. Se quedó embarazada, se trasladó a Oña, y durante una época también permaneció detrás de un mostrador.

Oña duplica los turistas desde Las Edades del HombreOña duplica los turistas desde Las Edades del Hombre - Foto: S.F.L.El cierre de la única mercería de la villa, el fin de un contrato laboral y la llegada de Las Edades del Hombre animaron a la empresaria a replantearse la idea de invertir en un pequeño comercio en la planta baja de su casa. «Entonces vi el momento. Monacatus no me condicionó a la hora de abrir porque sabía que duraría pocos meses, pero fue el empujón que necesitaba». El local pasó de cumplir funciones de trastero a lucir el cartel de Carola en la entrada. Siempre acompañado de flores y plantas que tanto caracterizan la tienda y que llaman la atención de cantidad de turistas, que incluso se paran a fotografiarlas. También a ofrecer a la clientela vestidos, camisetas, faldas, pantalones, ropa interior y todo tipo de complementos.

Han pasado casi diez años desde que diera el paso y reconoce que, en ocasiones, cuesta más de la cuenta mantenerlo. Los meses de invierno son «más flojos» aunque reconoce que sus clientes más fieles siempre están ahí, «apoyándome y haciéndome visitas». Asimismo, agradece a los vecinos de Oña pero también a los de los pueblos de alrededor el valor que dan a su negocio y que se decanten por las compras en el pequeño comercio.

Durante la pandemia perdió la ilusión, el desconcierto que generaba la situación la llevó a pensar que igual no podría volver a trabajar en lo que más la apasionaba. Afortunadamente no ha resultado así, y con más ganas que nunca se prepara para el verano. Siempre a la última y con un gusto exquisito, en las perchas de Carola ya se aprecian las tendencias de la temporada, dirigidas para todo tipo de públicos, edades y cuerpos. ¡Por muchos más años al pie del cañón!

Estíbaliz Martín, Sweet Aurora. «Tenía muy claro que mi negocio cerraría cuando terminara la exposición»

La tienda de ultramarinos de la señora Aurora recuperó la actividad comercial durante unos meses. Esta vez también se podían comprar galletas, aunque algo más llamativas y de muchos más sabores. La calle del Pan de la villa condal contaba por aquel entonces con cuatro locales abiertos. Estíbaliz Martín fue la última en dar el paso con su singular repostería con formas y colores dignos de conservar en sus cajas. Algo imposible de cumplir una vez incado el diente... «¡Qué delicias!», recuerdan algunos de sus clientes.

 Hace diez años la vasca se encontraba en el paro y hacía sus 'pinitos' en el mundo del dulce. Preparaba encargos en la cocina de su casa y se dio cuenta que no necesitaba unas instalaciones amplias para elaborar la gama de productos que ofrecía. Cuando saltó el bombazo de que la nueva sede de Las Edades del Hombre sería Oña pensó en trasladar el obrador a la villa, buscar un local pequeñito y endulzar a los vecinos y turistas. Sweet Aurora abrió sus puertas en mayo de 2012 pero con fecha de caducidad, ya que la emprendedora «tenía muy claro que  mi negocio cerraría cuando terminara la exposición». Cumplió con ello pero por el camino se llevó gratas sorpresas de las que nunca se desprenderá.

«Me llamó muchísimo la atención que la gente del pueblo respondiera tan bien. Al igual que los visitantes, que muchos de ellos entraban al local simplemente para hacer fotos», cuenta. Esta fue la única vez que Estíbaliz ha residido en Oña de continuo. Acostumbraba a pasar fines de semana y vacaciones pero no estancias tan prolongadas. «Lo duro llegó con el otoño, realmente se me hizo un poco cuesta arriba, no porque la tienda no funcionara, si no porque los días se me hacían eternos. Yo estoy acostumbrada al 'meneillo' de la ciudad», aclara.

Aún así, guarda un especial cariño a aquella época, tan diferente a su vida actual. Además, la experiencia de montar su pequeño negocio aunque solo fuera por cinco meses le abrió las puertas a otras oportunidades laborales en Bilbao, su ciudad natal.

Ahora ya no se dedica profesionalmente a la repostería pero siempre saca tiempo para organizar una buena degustación.

Susana Pillitteri y Natalia Fernández, Restaurante Ñ. «Viene gente de fuera a comer que conoció el restaurante en la época de Las Edades»

Mujeres, argentinas y pareja. Los mejores ingredientes que el restaurante Ñ pudo encontrar para que sus fogones volvieran a revivir después de tantos años apagados. Cómplices y compañeras, no solo de vida, también de su negocio. Susana Pillitteri y Natalia Fernández, más conocidas en la villa como Su y Nash, aterrizaron hace un año casi por causalidad. Ambas dejaron su país natal empujadas por la crítica situación económica, para comenzar una nueva vida en Briviesca. Llegó la pandemia, y como al resto del mundo, sus proyectos se vieron truncados.

Una abogada pero con estudios superiores de cocina y la otra diseñadora de interiores, vieron en el local la oportunidad que tanto ansiaban. Fue mientras comían con un amigo en el restaurante Blanco y Negro de Oña cuando Samantha, la propietaria, comentó que había mucha gente que se iba del pueblo con sin llenar el estómago porque no había suficientes servicios. Se enteraron que alquilaban el restaurante y como buenas argentinas, pusieron toda la carne en el asador.

Los inicios nunca son sencillos, y menos cuando el negocio abrió en 2012 y aguantó un año, volvió a funcionar y a los pocos meses clausuró de nuevo. «Esto ha generado que mucha gente todavía desconozca que la Ñ arrancó con una oferta gastronómica bastante interesante y diferente», expone Nash, la jefa de cocina. La aceptación entre los vecinos ha resultado «inmejorable» y se sienten encantadas con el apoyo recibido del resto de hosteleros. «Podían habernos visto como la competencia, sin embargo nos han aportado los mejores consejos que podíamos recibir. Se lo agradecemos muchísimo a todos ellos», declaran.

Crear e innovar son dos conceptos que ambas llevan a rajatabla. De ello ha nacido la nueva carta, que incluye platos de lo más apetitosos. «De los que más orgullosa me siento son del tataki de lomo de atún rojo y de las costillas Carolina Ribs», confiesa la cocinera. De cara a este verano pretenden ofrecer cócteles en barra y carnes elaboradas con piedra volcánica. Para el próximo año «me gustaría introducir nitrógeno en mis creaciones», sentencia.