Ignacio Camarero

Dibujos de Ciudad

Ignacio Camarero


Mi amigo El Pecas...

14/05/2022

El Primo es caravistero. Mejor dicho, lo era. Se ha jubilado este año después de casi cuarenta poniendo ladrillo en las fachadas burgalesas. En su último trabajo, en el Bulevar, entre él y otros siete oficiales han colocado medio millón. Sí. Medio. Dicho de otra manera. El Primo, los seis meses antes de jubilarse, ha puesto él solo, uno sobre otro, sesenta y dos mil quinientos paralelepípedos de arcilla cocida. Perfectamente trabados. Modulados. A plomo. Con treinta grados a la sombra en agosto. Y, cero, al sol, en febrero. Miguel trabaja con Pladur. Siempre está en medio de las corrientes de todos los vientos del Norte que campan por las obras de Burgos. A mí me gusta decir que ni coloca ni pone. Lo hace tan bien, que se limita a invitar a cada placa de cartón yeso, a ocupar el lugar que le corresponde en cada tabique. Miguel se aburre en los destajos. Tiene alma de artista. Dadme cosas difíciles, dice. Me gusta pensar. El Pecas trabaja de encargado. Amén de organizar jamonadas en la peña del Barrio del Pilar. Y ama lo que hace. No conozco obras en las que se respire mejor ambiente que las que él gestiona.

Esta semana me ha mandado un vídeo de whatsapp. Serían las siete de la mañana. Buenos días, es hora de contemplar la belleza de la vida. El Pecas tiene su propia teoría. Para emplearse en la construcción hacen falta dos cosas. La primera es orgullo. El del trabajo bien hecho. Esta vivienda es de Pequitas, le gusta decir. Esa escalera. Aquella cubierta. La segunda, no menos importante, almorzar los viernes. Asadurilla en las Koplowitz de la Ventilla. Bacalao en el Jorge de al lado de Hacienda. Tortilla de puerro en el Bar el Choyo del Molinillo. O picadillo en el Bella Vista del Barrio.

Ni El Primo, ni Miguel, han salido esta semana en la foto de Madrid. Me refiero a la de la firma del convenio del sector de la Construcción. La que han pactado sindicatos y patronal. Allí sólo estaba un tal señor Álvarez, don José María, secretario general de la UGT. Y un tal señor Sordo, don Unai, de Comisiones Obreras. Dos trabajadores de la madera y el metal, y su impresionante currículo. Cerca de cincuenta años, entre ambos, sin clavar un clavo o soldar una cartela. Casi como mi amigo El Pecas…