Flotar entre dos parques naturales

I.L.H.
-

Sobrevolar el norte de la provincia desde un globo muestra una inusual perspectiva y panorámica del entorno, además de proporcionar una sensación de calma que no esperas. Desde Pangusión, Azulair te eleva por encima de los Montes Obarenes y Valderejo

Sobrevolar el norte de la provincia de Burgos en globo es posible. - Foto: Luis López Araico

Ante todo mucha calma -como el disco de Siniestro Total-. Eso es lo que se siente al volar en globo. No hay vértigo, apenas se nota cuando la cesta coge altura y no hace frío allá arriba, sino todo lo contrario.  Flotar por encima de las nubes en un día de niebla -como el de este reportaje-, suponer dejar pequeños los corzos y jabalíes, observar diminutos bosques y viviendas y moverse en el aire entre dos parques naturales, el de los Montes Obarenes de la provincia de Burgos y el de Valderejo de Álava, una experiencia que merece la pena para sentirnos livianos como los pájaros y testigos privilegiados de una perspectiva inusual de nuestro entorno. 

De la mano de la empresa Azulair, ubicada en Pangusión, se puede realizar esta ruta o una parecida por la provincia, dependiendo de los vientos y las condiciones climatológicas. El día que nos montamos en globo para este reportaje había niebla baja y el viento soplaba del suroeste, dos condiciones que marcaron la zona de vuelo, algo que nos explicó antes de despegar Félix Santa Coloma, responsable de la empresa y globero desde hace dos décadas: «Hay que elegir una zona que nos permita salir y aterrizar en lugares donde no haya cables de tensión porque la niebla nos impediría verlos y podríamos tener un accidente. En cuanto al viento, es mejor el norte por ser más noble y previsible. En cambio, con viento sur puede haber turbulencias. Si no hubiera niebla, lanzaría antes de despegar globos de helio para ver la dirección que toman, pero en este caso nos guiaremos por lo que marca el pronóstico. Toca suroeste, pero está tranquilo».

Una vez en la ubicación elegida para el despegue (cerca de Lomana y Lozares de Tobalina, a diez minutos en coche desde Pangusión), volar requiere primero desplegar 300 kilos de vela y llenarlos de aire.

Viajar en globo, una de las mejores formas para contemplar la inmensidad del paisaje de los Montes Obarenes. Viajar en globo, una de las mejores formas para contemplar la inmensidad del paisaje de los Montes Obarenes. - Foto: Luis López AraicoCon los pasajeros en la cesta, la aeronave sube sigilosamente y sin darte apenas cuenta. No hay tiempo para que el estómago se contraiga, ni para sentir aprensión. Se flota desde el primer instante y eso es de lo único que eres consciente... mientras tomas nota de la altura al ver cómo encoge el mundo bajo tus pies. Nada más despegar subimos a metro y medio por segundo. A 130 metros de altura ascendemos a dos metros por segundo y así hasta llegar a los 460 metros, tope de altura alcanzado ese día después de superar el mar de nubes de la niebla que, según apuntó Santa Coloma, ocupaba unos 300 metros de grosor.

A la velocidad del viento. Durante el trayecto, que no hay que olvidar que va en la dirección y a la velocidad que el globo quiere, hay dos ruidos que acompañan y nos recuerda que hay un piloto a bordo: un «pi pi pi» con pausas, que indica que el aerostato está subiendo, y un «pi» continuo que señala lo contrario, aspectos que se pueden variar dependiendo del aire caliente que recibe el globo. «La ascensión se suele hacer rápida; en cambio se desciende más despacio para que dé tiempo a reaccionar si hay algún obstáculo que debamos evitar», contó el globlero, que tiene que manejar la aeronave buscando las corrientes o lo que le interese: «Hacia el norte hay un barranco peligroso, así que subiremos un poco más para pasarlo e iremos hacia el noreste, sobrevolando un bosque de girasoles», detallaba desde el aire, mientras el globo tomaba dirección hacia Extramiana.

A trece kilómetros por hora y por encima del mar de nubes la sensación térmica es muy agradable, algo que también sorprende porque cualquiera diría que cuanto mayor fuese la altura, mayor el frío. Pero para eso también hay una explicación: «La temperatura tan agradable se consigue por tres cosas:el quemador que utilizamos para calentar el aire del globo, que vamos a la velocidad del viento y que el sol empieza a calentar», sostuvo cuando eran las 10 de la mañana(montar en globo requiere madrugar, se me había olvidado decirlo). 

Viento en popa, nuestro viaje toma dirección Herrán, en la frontera con el País Vasco. Desde el globo se observa, en el horizonte, el pico del Río Purón y detrás, la cima de Santa Ana, en el parque natural de Valderejo. Las nubes permiten observar sin distracciones todas las montañas, que se ofrecen a uno y otro lado del aerostato. Por cierto que para otear desde todos los ángulos, el globo permite la posibilidad de girar sobre sí mismo accionando los ventiles, una especie de ventanas laterales. Asomados al otro extremo se dejan ver los Montes Obarenes, mientras la niebla oculta debajo -intuimos- Poza de la Sal.

Viajeros antes de coger altura y vivir una experiencia única.Viajeros antes de coger altura y vivir una experiencia única. - Foto: Luis López AraicoDespués de más de media hora flotando entre las nubes, comprobando la sombra que el sol proyecta de la aeronave, comienza el descenso. Nuestra copia entre algodones se va haciendo mayor conforme bajamos, un descenso ralentizado por la nube -que nos manda hacia arriba- y el frío, que también nos frena.

Mientras descendemos, Félix Santa Coloma juega con el quemador para retener o bajar el globo en busca de una lugar plano y despejado donde poder aterrizar. Esto no es una ciencia exacta, así que en el camino tropezamos con la copa de un pino que hace balancear a la cesta. Ese es el único momento en el que el pasajero es consciente de su vulnerabilidad, pero el bamboleo es tan leve que simplemente añade un poco de diversión a la travesía. Y enseguida la cesta llanea y pisa suelo. Toca aplaudir el aterrizaje del globero, un guía experto y entretenido, que comparte con sus comentarios la pasión de volar.