Acción incandescente

A.S.R.
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La intervención en las cajas de electricidad suscita expectación en los viandantes y en los alumnos de la Escuela de Arte, emocionados con su primer contacto creativo en la calle

Eider Luengas, Tania Esteban y Patricia Villahoz, durante los primeros compases del proceso. Una rana amarilla croará frente al Palacio de Justicia. - Foto: Patricia

Aunque apenas han tapado con blanco las feas firmas hechas sin ton ni son y empezado a pintar un fondo verde, Eider Luengas, Tania Esteban y Patricia Villahoz ya han levantado el aplauso de una de las vecinas del paseo de la Audiencia. Desconoce la señora que pasa por allí con su perro qué plasmarán esas jóvenes en el cuadro eléctrico situado a la altura de la calle Benito Gutiérrez, pero está segura de que lucirá mejor y más limpio. Con eso, la basta y la sobra. Las tres alumnas de Bachillerato Artístico observan sorprendidas la expectación que despierta su acción en la calle, enmarcada en el proyecto Pintando la luz, coordinado por la Asociación SIO2 bajo el paraguas de la Concejalía de Juventud y la ejecución de unos 40 alumnos de la Escuela de Arte y Superior de Diseño, bajo la supervisión de la profesora Bárbara García Santamaría. 

Una veintena de cajas del centro capitalino lucirán sorprendentes tras el paso de estos chavales, que se enfrentaban emocionados a su primera acción en la calle. 

Provistos con una caja llena de botes de colores y espráis según el boceto presentado salieron de la vieja estación de tren a sus destinos. 

Cerca se quedaron Jimena Bayona, Aitana Salmerón y Lucía Villafruela. Ni media hora después de salir hacia su lienzo, en el cruce entre el bulevar y Eduardo de Ontañón, ya lo tenían pintado de morado. El color elegido como fondo para una escena ocupada por un rostro, con la lengua fuera cual pasarela por la que transita un rebaño de gente, con la pregunta ¿Adónde vas? En el reverso, personas colgadas cual muñecos y la respuesta: No lo sé. «Una ida de olla», convienen entre risas antes de reconocer que las prisas las pudieron. La propuesta llegó en exámenes y tuvieron poco tiempo para pensar. Pero están muy satisfechas con la elección y auguran que quedará muy bien. Temen que resulte más efímero de lo que desearían. Esa espada de Damocles llamada vandalismo. Pese a ese miedo de que no lo respeten, se muestran muy emocionadas con esta iniciativa. «Nos hace mucha ilusión dejar aquí nuestra huellita, pasar por la calle y poder decir 'esto es mío'», destacan mientras mezclan colores para lograr algo parecido al morado.

Con una fuerte pincelada social y reflexiva o con un sencillo propósito estético y embellecedor; con un diseño abstracto, narrativo o pop. Pintando la luz, que nace con ánimo de continuidad hasta quitar la roña a todos los cuadros eléctricos de la ciudad, está libre de hilos conductores y de directrices. 

Al surrealismo abraza Albert Tambwe, también en Eduardo de Ontañón. Se enfrenta él solo, inspirado por su música, a una caja que, como todas, pedía a gritos un poco de atención. Él, como sus compañeras, alude a lo que pueda durar. 

Una preocupación compartida por Eider, Tania y Patricia. Desconocen cuánto croará su rana amarilla a la sombra del Palacio de Justicia. Sea lo que sea, el proceso habrá valido la pena.