La avalancha que precedió al Pollogómez

I.P. / Villangómez
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A nadie sorprende ya ver las calles de Villangómez repletas de gente durante el festival de agosto. Algo parecido se vivió en 1977 cuando se organizó una novillada y una velada de boxeo para celebrar la acometida del alumbrado y la pavimentación

Javier Revilla, el entonces alcalde, que este año celebra sus bodas de oro matrimoniales, muestra el cartel realizado para la ocasión del ‘gran’ festejo taurino, que conserva con mimo. - Foto: Patricia

Trece años lleva Villangómez dando la nota, con matrícula de honor, por cierto. Los mismos que ha cumplido este pasado mes de agosto el Pollogómez, ese festival que es más que un festival al uso, en el que la música, la gastronomía, la cultura y el muralismo van de la mano llevando a la pequeña localidad del Arlanza al primer plano de la actualidad gracias a su repercusión mediática a nivel nacional.

Este año habrán pasado unas 3.000 personas por el Pollogómez. La tendencia cada año ha sido al alza. Sus calles se ven abarrotadas del ir y venir de jóvenes; algunos solo van al pueblo las horas previas a los conciertos y a la degustación de pollo, otros desde por la mañana y aprovechan para recorrer el pueblo y recrearse en esa ruta de los murales pintados en sus paredes. A los vecinos del pueblo ya no les extraña esa marabunda de gente, sí quizás los primeros años; ahora es un día para sentirse orgullosos.

Uno de esos vecinos, en ese caso de verano porque habitualmente reside en la capital, aunque baja a menudo al pueblo, es Javier Revilla, que era alcalde de Villangómez en el año 1977. Ese año, en realidad los cuatro de legislatura, les tiene grabados a fuego en su memoria y aunque la comparación se antoja algo forzada, no le falta razón al hacer una similitud entre la que se 'monta' en el pueblo con el Pollogómez y la que se 'lio' hace ahora 45 años cuando la Corporación municipal decidió celebrar su entrada en la modernidad con la finalización de dos obras trascedentales, la acometida de una nueva electrificación y la pavimentación de las calles tanto de Villangómez como de la pedanía de Villafuertes.

Los trabajos habían comenzado el año anterior y ya entonces -en febrero de 1976- salieron en el Diario de Burgos, con motivo de la firma por parte del alcalde de un préstamo de 7,5 millones de pesetas, con la Caja Rural para financiar el proyecto eléctrico, que contó también con ayudas de la Diputación Provincial.

Por lo que respecta a las obras de pavimentación de las calles en ambos pueblos se hizo a prestación personal, organizando grupos de 8 o 10 vecinos, y cada día trabajaba un equipo. El exalcalde recuerda que igual iban jóvenes que personas de 80 años a las obras.

Se tardó en arreglar las calles 95 días. La finalización de las mismas bien merecía una fiesta de celebración y así fue. Aprovechando las fiestas patronales de San Cosme y San Damián en septiembre, el Ayuntamiento 'tiró la casa por la ventana' y contrató con un empresario lermeño un gran festejo taurino para el que alquilaron, nada menos que por 125.000 pesetas, la plaza de toros portátil de la villa ducal, y no contentos con ello, aprovecharon el coso para monta un ring y disfrutar después de los toros de una velada de boxeo, con 5 combates entre las selecciones de Burgos y Álava. Algo nunca visto en el pueblo ni en los alrededores. 

De ambos acontecimientos, los toros y el boxeo, Javier Revilla conserva los carteles; sin embargo, apenas hay memoria fotográfica, ni de esos espectáculos ni de las obras de las calles. El fotógrafo que se prestó a hacer las fotos, al revelarlas se encontró con la sorpresa que no había salido ninguna. Una lástima. Solo se conserva una de varias vecinas que se vistieron de manolas y posan felices en el coso.

El exalcalde explica que Villangómez y Villafuertes fueron los primeros pueblos del entorno en pavimentar las calles y la nueva electrificación, que posibilitó la compra de electrodomésticos y el fomento de la ganadería, ya que antes no había posibilidad de comprar una máquina de ordeñar, por ejemplo. Y en cuanto a la jornada festiva del 25 de septiembre fue memorable y acudió al pueblo muchísima gente de Burgos y de toda la comarca a ver los dos espectáculos, «pudo haber unas 3.000 personas», dice Javier que recuerda que al final de la corrida hubo una novilla para los jóvenes del pueblo.