La carpa de la esperanza para amparar un legado

S.F.L.
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Tras el incendio de la madrugada del sábado, Rafael Fernández, propietario de la Panadería Ramón de Oña, perdió parte de sus infraestructuras y todo su género. Sigue ofreciendo el servicio a sus clientes y vende pan en las puertas de su negocio

La panadería solo vende pan proporcionado por una empresa burgalesa. - Foto: S.F.L.

El último fin de semana libre de Rafael Fernández y su mujer Michelle no pudo acabar de peor manera. La pareja se encontraba el sábado disfrutando de una agradable velada en Asturias cuando minutos antes de que el reloj marcara la media noche recibieron la llamada que, de alguna manera, ha cambiado sus vidas. En cuestión de tres horas estaban ya en Oña. La Panadería Ramón, su negocio y el de toda una generación de panaderos, había sido devorado por las llamas y por el humo. No pudieron salvar nada, simplemente tomar aire y actuar con firmeza.

Apenas recuerdan de dónde sacaron las fuerzas para ‘tirar del carro’ y contactar con una panadería burgalesa para encargar un importante pedido de barras. Rafa, así es como se le conoce en la villa, habló a las 3 de la madrugada con los dueños para ir en unas pocas horas a recoger el pedido. Después de permanecer despierto unas 45 horas y conseguir que el domingo tanto los onienses como los vecinos de los 90 pueblos en los que distribuyen sus productos comieran pan, el empresario no se rinde.

Para continuar con la actividad comercial el matrimonio ha instalado un par de carpas junto a la entrada del establecimiento a modo de mostrador, donde venden el pan que adquieren en Burgos y también la prensa. «Hacemos todo lo posible para ofrecer el mejor servicio a nuestros clientes. No hemos parado de trabajar en ningún momento y suministramos el pan en la calle como si fuera un puesto de un mercado ambulante», declara Michelle.

Los residentes del pueblo se hicieron eco de la iniciativa rápidamente y desde primeras horas de la mañana aseguran que ha habido un «constante goteo de compradores». María Jesús es una de ellas. No podía ni imaginarse que cuando ayer salió de casa y llegó hasta el local se lo encontraría ‘en marcha’. «Guardarme una, como siempre. Que la recojo cuando baje del médico», indicaba a las empleadas. Goyo también fue a comprar su barra y se quedó más tiempo de lo normal de charla. «Saben que estamos para lo que necesiten», expresa a este medio.

La densidad del humo generado según las primeras impresiones «por un cortocircuito» hizo necesario recurrir a equipos de respiración para que los bomberos pudieran actuar en el interior. «El obrador ha quedado totalmente inutilizable y ha sido la zona más afectada, mientras que la tienda ha salido mejor parada. Por ello, únicamente pueden poner a la venta el pan, nada de elaboraciones propias como roscas o pastas.

Sin embargo, dependiendo del tiempo que se alargue la demora, que calculan que como mínimo será de un mes pero puede que pasen dos o tres hasta que las instalaciones estén de nuevo operativas, el empresario tiene en mente construir un obrador nuevo en alguna lonja cercana al municipio. «Lo de la venta callejera está resultando un éxito y los compradores nos muestran constantemente su agradecimiento. Pero no podemos permitirnos perder nuestra esencia, la de poner a disposición del público productos totalmente artesanales con casi 100 años de historia», aclara Rafa.

Los peritos ya han comenzado a realizar sus análisis y a pesar de que aún es pronto, los cálculos se aproximan a los 250.000 o 300.000 euros de pérdidas. A todo esto hay sumar que la tienda La masa madre, que abrieron en Bilbao el pasado año, «permanecerá cerrada al no poder elaborar desde Oña los artículos de repostería. Solo de este negocio dependemos tres personas», explica Sira Fernández, hermana del panadero.

En la central del negocio, ubicado en la localidad burebana, trabajan doce personas, entre repartidores, dependientas y reposteras, más el matrimonio. Vamos a mantener todos los puestos hasta que no podamos más. «Los empleados lo dan todo por esta empresa y haré todo lo que esté en mi mano para que sigan aquí. Es por este motivo principalmente por el que necesitamos recuperar la normalidad cuanto antes. También por los clientes que tenemos en los 90 localidades en las que hacemos llegar nuestros productos», expone Rafa.

MIRADA AL FUTURO.

La joven Michelle reconoce que hasta ayer por la mañana, en plena luz del día, no fue consciente de la cruda realidad de los hechos ocurridos. «Ya nos hemos fijado más en los detalles y está todo perdido, desde los moldes de las magdalenas hasta cualquier herramienta. Pero no perdemos la sonrisa ni las ganas por seguir. Esto que nos ha pasado es un punto y aparte, como comenzar de cero, pero lo conseguiremos», declara con seguridad.

Igualmente, la pareja confía en poder optar a recibir alguna ayuda por parte de alguna administración pública o grupo de acción local para sufragar «aunque sea una mínima parte de los gastos». De toda esta desgracia se quedan con el apoyo recibido de los vecinos de casi un centenar de lugares.