Un sueño de niños

A.S.R.
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Alberto Rodrigo y Miguel Ángel Valdivielso confiesan que, además de un privilegio, retratar a la Catedral es como jugar al escondite y descubrir un lugar secreto, que ahora comparten

Un sueño de niños - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Cuando era niño, a Alberto Rodrigo la Catedral le parecía un lugar ideal para jugar al escondite, se imaginaba oculto en alguno de sus rincones, como si fuera protagonista de una aventura fascinante. Su sueño, aunque muchos años después, se cumplió. El jefe de Fotografía de Diario de Burgos y el coordinador, Miguel Ángel Valdivielso, han tenido el privilegio de perderse por todos los recovecos del templo Patrimonio de la Humanidad, de acceder a espacios recónditos, de ascender casi hasta el cielo y de descender casi al infierno. Se han acercado a ella con ojos de niños, como si tuvieran la misión de descubrir un lugar secreto, que, lejos de guardarse para ellos, comparten con quien quiera sumarse a su divertimento. La mecánica es sencilla. Basta con comprar el álbum de cromos de la Catedral que Diario de Burgos repartirá gratis con el ejemplar de este domingo.

Los 150 cromos y las 10 láminas de 18x24 cm que componen esta publicación han sido seleccionadas de un fondo de más de 10.000 imágenes.

«La fotografía es el lenguaje que entiende un niño, que es quien va a hacer el álbum, su padre, que es quien le va a ayudar, y su abuelo, que es el que estará detrás para que lo termine e incluso será quien vaya a la Plaza Mayor a intercambiarlos. Es un lenguaje universal, da igual la edad, no necesitas ser un experto en arte, sino que la fotografía te llegue y las de la Catedral llegan a cualquier persona», remarcan sabedores de que todos los burgaleses sienten a la Seo gótica como propia, sin importar sus creencias religiosas. «Lleva 800 años ahí, siempre como un lugar vivo, y no hay nada que nos identifique tanto», añaden y se confiesan enamorados de ella, con un poder de seducción tan irresistible que los lleva a retratarla si no cada día, sí todas las semanas. En otoño, invierno, verano o primavera, al paso de la basílica y de la propia ciudad; su belleza exterior y la interior.

Desde el Papamoscas a la imagen de Santa María la Mayor; desde la virguería barroca de la capilla de Santa Tecla al desconocido relicario de Santiago Apóstol custodiado en el Museo Catedralicio...
Han puesto la mirada de un niño, el corazón y, también, sus conocimientos técnicos. Sus mejores aliados: andamios, escaleras y flashes.

«La mayor preocupación es la iluminación. Todo el mundo cuando entra en un edificio como una catedral y hace una fotografía es difícil que vea en ella lo que siente, la cámara no capta esa luz, la luz artificial estropea la magia de estos lugares, y nosotros hemos intentado emular la sensación que hemos tenido al entrar. Eso ha sido lo más difícil», convienen los dos fotógrafos, que seguirán mirando a la Catedral con ojos de niños y de enamorados.

 

EN DIEZ PASOS

1. ¿La imagen con mayúsculas?
Cualquiera de las superlunas, que siempre dan un aire de misterio a la Catedral.

2. ¿La casi imposible?
Cada una de las fotos del coro nos llevó un día de trabajo. Requieren una iluminación súper compleja.

3. ¿La imposible?
No hay y, de haberla, dejará de serlo en algún momento.

4. ¿La fácil?
Un amanecer que hicimos desde el mirador del Castillo y que, aunque luego intentamos mejorarlo durante días, jamás logramos el rosa tan especial de la primera vez.

5. ¿Cuál los dio calabazas?
Una vista del río Arlanzón con la Catedral desde la casa de una vecina de la calle Valladolid. Subimos hasta diez veces para dar con la luz y colores perfectos.

6. Se enamoraron de...
El sepulcro del obispo Mauricio tratado como un retrato de prensa.

7. ¿La más sorprendente?
La vista de la nave principal desde la parte alta del retablo mayor, al que accedimos por uno de los recovecos, que solo pueden ver los restauradores.

8. ¿Y la más juguetona?
Cualquiera desde la cubierta exterior. Está hecha para Dios. A 50 metros del suelo, es imposible ver el detalle de las esculturas, los pináculos... Cada paso te da una perspectiva muy distinta.

9. ¿La bella?
La imagen de Santa María la Mayor en el retablo de la nave central.

10. ¿Y la bestia?
El Papamoscas. Después de un montón de fotos, descubrimos que la mejor vista es desde abajo porque está hecho para ser observada desde la mirada del visitante.