Es un día alegre en La Cabañuela, la finca ganadera de Antonio Bañuelos. Vuelve otro toro indultado, que en esta vacada ya han sido ocho. Pero éste, cerca de casa y en el único coso de la provincia donde no habían debutado. Todo un acontecimiento. Feliz y emocionante. Así se percibe en el ánimo del ganadero y de todo su equipo, que aún no se han bajado de la nube a la que subieron el lunes con 'Pocogenio', ese bravo animal que se ha ganado la vida gracias a sus extraordinarias cualidades en la brillante faena que le hizo Morenito de Aranda.
«Teníamos muchas esperanzas en este toro. Por sus hechuras y por su genética. Al entrar en los cercados siempre me fijaba en él. Bajito, acapachado, con una forma perfecta para caber en la muleta y con una expresión noble. Por eso, cuando supe que íbamos a debutar en Roa, algo que me hacía mucha ilusión, supe que tenía que estar allí». Y no se equivocó Bañuelos. Desde que el animal, de 520 kilos, pisó el albero se vio que su bravura, en el sentido estricto de calidad, era excelsa: pronto (al primer toque atendía), entrando en la embestida desde dos metros antes, desplazándose largo y templado, con fijeza y humillando con el hocico rozando la arena. Por el pitón izquierdo, haciendo el avión en un afán de codicia, de querer seguir el vuelo de la muleta de Morenito, que todo lo hizo bien, mandando, gustándose.
El toro llegó a la finca de madrugada y poco después de las seis de la mañana, tras ser sedado, fue operado por el veterinario Alejandro Fisac. En unos diez días se retirarán los drenajes.(El reportaje completo, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)