La vida en la cuerda

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Los tendederos, cuya visión desde la calle está prohibida por el PGOU para edificios nuevos y rehabilitados, persisten en muchas zonas de la ciudad y dejan una estampa costumbrista y, algunas veces, descuidada

Tendederos en distintos puntos de Burgos. - Foto: Luis Román

La intención del alcalde de Nápoles de prohibir tender la ropa en la calle por poco no le cuesta un motín popular el pasado mes de junio. El primer edil de esa ciudad del sur de Italia, en la que está tan integrada  esta costumbre doméstica que es una parte absolutamente imprescindible del paisaje, se propuso, en nombre del decoro (que es, dice la RAE, esa parte de la arquitectura que enseña a dar a los edificios el aspecto y propiedad que les corresponde según sus destinos respectivos), intentar que los napolitanos colgaran a secar sus prendas en el interior de los domicilios para que no se vieran desde la calle. Pero no pudo ser y los tendederos seguirán, sin pudor y beneficiando a sus prendas del calor del sol, a la vista de todo aquel que se pasee por sus barrios. 

Aquí también ocurre, no hace falta más que darse una vuelta por Burgos para darse cuenta de que aún perdura esta forma tan natural de higienizar y hasta blanquear la ropa por la acción del aire libre. Se diría que, al revés que los trapos sucios (que se lavan en casa) cuando están limpios se siguen sacando a la vista de todo el mundo a pesar de que el Plan General de Ordenación Urbana lo prohíbe expresamente ya desde 1999. Esta norma exige para las viviendas de nueva planta que tengan una superficie cubierta y abierta al exterior para que la ropa que se pone a secar no sea visible desde el espacio público y que si el edificio da de frente al mismo las casas estén dotadas de un sistema de protección de tal manera que las prendas no se puedan ver.  Esta regulación de las viviendas interpela, además, a las restauraciones que se realizan en edificios más viejos, por lo que deben dejar de exhibir la colada en el momento que se rehabilitan. De momento -porque no hay aún normas sobre el decoro aunque se ha intentado alguna que se incluyera en una ordenanza- se quedan fuera las casas más viejas, que son las que siguen adornando sus fachadas con ropa limpia.

¿Esto ofrece una estampa costumbrista o hace que la ciudad se vea descuidada? El presidente del Colegio Oficial de Arquitectos, Javier Achirica, opina que Burgos no tiene la peculiaridad que se le puede aplicar a otros lugares como Nápoles y cree que la imagen de camisas, sábanas y ropa interior colgando de las fachadas no es la más adecuada: «Lo mismo que ocurre cuando están a la vista cables u otros elementos, la fachada no parece cuidada, desvirtúa la imagen y no aporta nada. Creo que lo más correcto es que se habiliten, como ya se está haciendo, espacios interiores para los tendederos».

Tendederos en distintos puntos de Burgos.
Tendederos en distintos puntos de Burgos. - Foto: Luis Román

Y esto irá a más. Las nuevas viviendas ya tienen un espacio específico para colgar la ropa y la presencia de secadoras -un electrodoméstico que en otros países es muy habitual- es cada vez más frecuente en las casas españolas. Javier Achirica cree que, probablemente, esta costumbre de tender en la calle irá desapareciendo conforme la domótica avance.