100 años sin el genio que pintó la nieve burgalesa

R. PÉREZ BARREDO
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En el centenario de la muerte del gran pintor valenciano recordamos su visita a Burgos. A Joaquín Sorolla le sorprendió una gran nevada, que no impidió que pintara del natural en la calle Fernán González

Sorolla, retratado en la calle Fernán González pintando la Catedral sobre nieve y ante la expectación de los vecinos. - Foto: Fondo Vadillo. Archivo municipal de Burgos

Cuando Joaquín Sorolla llegó a Burgos el 30 de marzo de 1910 era el gran pintor de España, por más que el impresionismo que caracterizaba su obra empezase a ser ya un estilo no tanto caduco pero sí marginal: pronto sería devorado por las vanguardias. Sin embargo, su dominio de la luz, absolutamente sublime, le había elevado a los altares. Se hablaba de luminismo en el caso del pintor valenciano. Sorolla había elevado a la categoría de arte supremo las playas mediterráneas de su Levante: los niños bañándose desnudos en las orillas rizadas en espumosas olas, las mujeres mojando sus pies en el agua... En cada uno de sus cuadros, la luz en la protagonista principal y mágica. El sentido primero y último. Sorolla había cautivado a París durante la Exposición Universal celebrada en el arranque del siglo, pero su ambición le había llevado a buscar otros horizontes, otras luces, otra tierra. 

La intelectualidad patria había vuelto su mirada al interior de esa España que luchaba contra males seculares y contra sí misma, así que el artista valenciano decidió aventurarse en la vieja Castilla. Así, con su residencia fijada en la sierra madrileña de Guadarrama, inició una serie de viajes a las principales ciudades castellanas: Segovia, Ávila... A Burgos llegó el penúltimo día de marzo; ya era primavera, sí, pero sólo en el calendario: la recibió una nevada de época. Se hospedó en el céntrico y elegante Hotel París, junto a la plaza de la Libertad, y su visita no pasó desapercibida para este periódico, que dio así cuenta de tan ilustre visita: «El eminente artista y laureado pintor Joaquín Sorolla ha llegado a nuestra ciudad...».

Durante el primer día, pasó la mañana recorriendo la ciudad a pesar del intenso frío, deteniéndose dentro y fuera de la Catedral, acercándose al Monasterio de Las Huelgas e incluso subiendo a visitar la Cartuja de Miraflores. Fue la toma de contacto, porque al día siguiente se dedicó a pintar. Eligió primero el interior de la Catedral. Como recogerá en la correspondencia con su familia, el frío terrible que también hacía en el interior del templo llevó a un miembro del Cabildo a ofrecerle un solideo con el que cubrirse la venerable cabeza, dada la imposibilidad de acceder al templo tocado con sombrero. «Y lo he aceptado, pues la coronilla está con esto bien defendida. Parezco un rabino», le escribiría a su esposa, Clotilde. 

Visión exterior del Cimborrio.Visión exterior del Cimborrio. - Foto: Museo Sorolla

No será la única carta que enviará desde la Cabeza de Castilla a su amadísima mujer:««Cada día me gustan más las cosas de Burgos, pero es lástima que el frío sea tan poco amable», señalará en otra epístola. O: «Mi queridísima Clota: Hoy estuvo nevando todo el día, la mañana furiosamente, la tarde más templada, pero neviscando. He aprovechado todo el día». Es posible que estas letras las hiciera después de haber pintado la Catedral desde la calle Fernán González, una estampa muy conocida, también porque el fotógrafo burgalés Alfonso Vadillo le tomó varias instantáneas cuando se hallaba en pleno proceso creativo. Apostado en el exterior del templo, a buen seguro congelado, pintó la puerta de Coronería, escena puramente invernal, dura pero llena de magia y de fuerza; también realizó un cuadro del primer templo metropolitano con los pináculos de la Capilla del Condestable en primer término.

El frío se siente en esta estampa de la puerta de Coronería.
El frío se siente en esta estampa de la puerta de Coronería. - Foto: Museo Sorolla

Fue una visita breve, de tres días, pero fructífera: hasta siete cuadros realizó Sorolla: tres estampas diferentes del exterior de la Catedral; otras tres del interior (la puerta antigua del claustro, la capilla de los Condestables y un sepulcro). En la Cartuja realizó un lienzo del sepulcro de Isabel de Portugal.De paso, tomó apuntes, notas y bocetos para una obra de encargo: el artista valenciano se había comprometido con la Hispanic Society of America de Nueva York para hacer una gran decoración sobre las provincias de España, obra conocida como Visión de España. El gran cuadro dedicado a castilla lleva por título 'La fiesta del pan': es un enorme mural inundado por la luz intensa de la meseta. Lo realizóSorolla entre los años 1912 y 1913.