«Saqué al primero, al quinto, al noveno y al último niño»

I.L.H.
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ENTREVISTA | Jason Mallinson es uno de los espeleobuceadores más reputados del mundo y un icono en Covanera. Socorrió al equipo de fútbol atrapado en una cueva de Tailandia en 2018, historia llevada ahora al cine

Jason Mallinson, espeleobuceador y miembro del Consejo Británico de Rescate de Cuevas. - Foto: Patricia

En junio de 2018, doce chavales y el entrenador de su equipo de fútbol quedaron atrapados en una cueva en Tailandia cuando las lluvias torrenciales inundaron los accesos. Se habían adentrado en ella para celebrar un cumpleaños, y la fiesta se frustró en la oscuridad de la caverna. Ante las adversas condiciones de la cavidad, las autoridades hicieron un llamamiento internacional para una operación que se preveía enormemente complicada y al rescate acudieron, entre otros, cuatro miembros del Consejo Británico de Rescate en Cuevas, de los que tres han participado en la exploración del Pozo Azul, en Covanera.

La película Trece vidas, que acaba de estrenar Amazon Prime, recuerda esa hazaña con Viggo Mortensen, Collin Farrell y Paul Gleeson en los papeles de Rick Stanton, John Volanthen y Jason Mallinson, respectivamente, los tres espeleobuceadores que se han sumergido también en el Pozo Azul. Con Mallinson, el explorador por excelencia de la cueva de Covanera, hablamos de su experiencia en Tailandia y sus objetivos en las cavidades burgalesas durante su estancia en la provincia.

Cuando le llamaron para el rescate de las 13 personas atrapadas en la cueva Tham Luang, de Tailandia, ¿qué es lo primero que pensó?
Cuando escuché la  noticia pensé, sin dudarlo, que los niños estarían muertos porque la caverna estaba inundada ya que era época de monzones y lluvias torrenciales en ese país y supuse que sería muy difícil que hubiera burbujas en la cueva para sobrevivir y que los chavales hubiesen encontrado una. Pero cuando John (Volanthen) y Rick (Stanton) me llamaron para que les ayudara a sacar a los niños porque estaban vivos, no me lo pensé: si estaban vivos había que hacer lo que fuera para intentar sacarlos.

¿Cuál era lo peor para el rescate en aquella cueva?
Que era muy larga y con muchos sifones (zonas donde el agua cubre completamente la cavidad), mil metros en sifones. Pero lo único que pensábamos es que era posible sacarles, y que nos daba igual la dificultad. Realizamos un plan que consistía en colocarles máscaras totales de buceo que les cubrieran todo el rostro y decidimos sedarles para que no entraran en pánico durante el trayecto. Era un plan, por otro lado, muy peligroso porque había que sedarles varias veces durante el trayecto. No estábamos seguros de que funcionara, La idea era salir con el primer niño y comprobar que todo había ido bien porque de lo contrario no podríamos continuar con ese plan. Pero salí y pudimos seguir.

El trayecto con cada niño duraba tres horas y hubo que sedarlos varias veces»

¿Hubo entonces que sedarles varias veces?
Sí, ese era uno de los aspectos más arriesgados porque la sedación para relajarles duraba para una media hora o cuarenta minutos y el recorrido suponía entre dos horas y media y tres, así que hubo que sedarles entre cuatro y cinco veces. Y tampoco sabíamos realmente si los materiales de trabajo que llevábamos iban a funcionar.

Usted sacó al primero y al último. Dado el tiempo que requerían los rescates y la presión por las dificultades y el riesgo de sus vidas, ¿cómo estaban sus fuerzas con la última inmersión?
Yo saqué al primero, al quinto, al noveno y al último. Hice cuatro recorridos repartidos en tres días y cada uno suponía ocho horas dentro de la cueva. Fue muy difícil, pero como las condiciones climáticas iban empeorando, no teníamos otra opción. No podías pensar en cómo te encontrabas. Había que sacarlos a todos.  Aunque había otros espeleobuceadores, fuimos los cuatro británicos los que nos concentramos en el rescate.

¿En algún momento pensó que se les podía ir de las manos?, ¿que no sería posible?, ¿o que su vida también corría peligro?
No podía pensarlo porque no había otra opción. Si yo podía salir, tenía que hacerlo con un niño aunque fuera en un agua muy sucia, con galerías estrechas y bajas. No podías pensar otra cosa.

Los niños iban tumbados y sedados, no sería igual que si lo hiciera usted solo...
Los llevábamos sobre los materiales que utilizábamos y hacíamos un paquete perfecto. No hay que pensar en el peso de un niño tumbado porque sobre el agua y con ese material utilizas una flotabilidad neutra y es como si lo deslizas. Solo se necesitaba tener cuidado con los bloques de rocas y con las secciones más estrechas y bajas para que no se golpearan. En esas zonas tardabas más tiempo de lo normal. Fue difícil y agotador, pero se pudo hacer.

En Pozo Azul, si no hallamos una entrada natural perforaremos la roca para llegar a la segunda burbuja desde el exterior»

Sinceramente, lo dice usted como si nada y aquello fue una proeza.
Bueno, yo suelo mantener la cabeza fría. Te tienes que concentrar en lo que hay que hacer y no hay que pensar en nada más.

Se acaba de estrenar la película que cuenta esa hazaña. ¿Habló con usted el director, Ron Howard, el guionista o el equipo del largometraje?
Sí, fui a Australia, donde se hizo la producción, para asesorar a los actores en el tema del buceo. En realidad he tenido mucha interacción con todo el equipo durante tres meses. 

¿Qué le ha parecido el resultado?
La película está bien, aunque los detalles no son exactos. No deja de ser una historia de Hollywood. Es un largometraje muy bueno para el público, pero lo que cuentan y reflejan los protagonistas no es exacto. Solo casi. Hay un documental de National Geographic, El rescate, donde se narra realmente lo que ocurrió con nuestras propias impresiones. Eso es más real.

Viggo Mortensen, Collin Farrell... son actores atractivos, ¿cómo se ve usted?, ¿han elegido bien?, ¿se ve reflejado en el personaje que interpreta Paul Gleeson?
Prefiero no decir nada. (A su lado, el también espeleobuceador Pedro González afirma entre risas que es el que ha salido peor parado: «Los otros actores son más guapos que los originales, pero en el caso de Jason quizá sea al revés». Mientras Mallinson, con ese rictus de no querer recibir halagos ni inmutarse por nada que ha mantenido durante la entrevista, cambia de tema y pregunta por su hijo, que juega por las inmediaciones).

Tener miedo en estos entornos es un problema»