Casi la mitad de los pueblos volvieron a perder habitantes

H. JIMÉNEZ
-

A cada uno de ellos se le fue, en promedio, cerca de una decena de vecinos y desde 2011 el 82% de los municipios ha visto cómo adelgazaba su censo

Un vecino de Tablada, pedanía de Villadiego donde oficialmente solo viven 10 personas. - Foto: Patricia

El fenómeno de la despoblación no deja de dar disgustos al medio rural de la provincia. Con honrosas excepciones que se salen de la norma general, el inmenso territorio burgalés va perdiendo poco a poco habitantes y el año 2021 volvió a dejar un reguero de pérdidas. Casi la mitad de los pueblos presentaron un censo inferior al del ejercicio precedente.

La comparativa entre un año y otro a partir de los datos del Instituto Nacional de Estadística revela que 155 de los 371 ayuntamientos de la provincia dejaron un balance negativo. En el lado contrario de la balanza hubo 187 que ganaron y la lista se completó con 29 que se mantuvieron totalmente estables, sin ganancias ni pérdidas.

El éxodo demográfico no perdona ni siquiera a los entornos urbanos: la capital fue la que más habitantes perdió en términos absolutos, al dejarse en solo un año 2.367 hombres y mujeres de su censo. Y la localidad que más creció fue Valle de Mena, con 182.

El hecho de que menos de la mitad de la provincia perdiese población podría parecer incluso positivo en el contexto del cada vez más marcado interés por la España Vacía, pero hay que subrayar que hablamos de solo un año y que quienes han logrado ganar es bastante probable que en los próximos ejercicios vuelvan a la senda negativa.

Así lo indica el promedio de la última década. Entre 2011 y 2021 encontramos hasta 304 localidades que han visto adelgazar su padrón, nada menos que un 81,9% de todos los municipios burgaleses.

Comarcas en alza. Siete se mantuvieron y únicamente 60 fueron capaces de crecer a lo largo de la pasada década, la mayoría de ellos concentrados en el alfoz de la capital, en el entorno de la ribera del Duero y en algunas zonas de Merindades. En ese periodo decenal la que más perdió en términos absolutos fue también la capital burgalesa, que arrastra un largo periodo de adelgazamiento de su censo debido al fenómeno de la búsqueda de vivienda unifamiliar que engorda los pueblos del alfoz. Prueba de ello fue que Arcos de la Llana, uno de estos receptores de población capitalina, encabezó el listado de ganancias con 485 habitantes.

Si nos remontamos todavía más atrás, hasta el año 2001 para hacer un balance completo de lo que va de siglo, encontraremos cifras similares en cuanto al número de municipios que pierde habitantes. La comparativa con 2021 deja 295 ayuntamientos en negativo, 7 que se mantienen sin variaciones y 76 que ganan. Es evidente que la tendencia generalizada es muy poco halagüeña para el futuro de la provincia, ante un fenómeno imparable del que todas las administraciones aseguran preocuparse pero para el que ninguna dispone de la receta mágica que lo detenga.

La Bureba en dos extremos. Grisaleña y Piérnigas, ambas localidades de la misma comarca separadas apenas quince kilómetros, son respectivamente los pueblos que porcentualmente más ganan y pierden población. Están separadas en línea recta por alrededor de 12 kilómetros y no tienen fronteras entre sus términos municipales pero casi, pues solo se interpone entre ellas Aguilar de Bureba. Y sin embargo una y otra fueron las representantes de los dos extremos de la evolución demográfica durante el año pasado al ser, respectivamente, las localidades que más ganaron y más perdieron población entre 2020 y 2021, medido en términos relativos.

Grisaleña logró incrementar su censo en un 32,6% al pasar de 49 a 65 habitantes. ¿Cómo lo consiguió? Una parte de culpa la tuvo el empadronamiento de una familia de inmigrantes venezolanos, los Gómez-Picón, que aterrizaron en la localidad con nada menos que seis miembros y cuya historia ya contó este periódico hace un par de años, justo antes de la pandemia.

El padre de familia es pariente de los dueños de la quesería situada a poca distancia de la localidad, Granja Burebana, y uno de los socios de la empresa, Francisco Javier Gómez, cuenta que además de los nuevos vecinos sudamericanos "ha llegado también gente de San Sebastián y una familia que estaba empadronada en Briviesca". Él mismo, que reside en esta última localidad, sigue empadronado en Grisaleña, "donde he estado siempre y donde pago los impuestos".

Además de la fábrica de quesos, existe un local del pueblo que además de ser el bar hace las veces también de centro cultural y el resto de la población se dedica a la agricultura, aprovechando las excepcionales cosechas que suele brindar el mar cerealístico castellano.

Por el contrario en Piérnigas tuvieron que lamentar el paso de 48 a 37 vecinos entre los años 2020 y 2021, siempre según los censos oficiales del INE. Esto supuso una caída del 22,39%, la mayor de toda la provincia. Su alcalde, Vicente Díez, explica lacónicamente que "ha habido fallecidos en una población envejecida". Este último factor, el envejecimiento galopante, es la losa que pesa sobre toda la España interior.