Rocío Martínez

Pegada a la tierra

Rocío Martínez


No hay pandemia que nos separe

29/09/2020

Anda nuestro querido Burgos, como nuestra querida España, como alicaído. Tras los ojos, lo único que vemos ahora, se atisba una tristeza que ahoga. Nos evitamos en las calles, reducimos nuestra vida social, nos guardamos, obligados, los abrazos. Es lo que toca. Pero de pronto aparecen unos muchachotes de azul y nos regalan un ratito de alegría. El viernes, nuestro Hereda San Pablo ganó por ¡32 puntos! a todo un Gran Canaria. Vi el partido en el bar del barrio, y esa explosión de júbilo, diría incluso Felicidad, hacía muchos meses no la palpaba entre mis vecinos. No podíamos estar en el Coliseum, pero nos sentíamos allí. Me pareció mágico ese momento en el que los jugadores se dirigían a la grada, vacía, para dedicar la victoria a su afición, la mejor de España. Doy fe que la afición respondió a esa dedicatoria. Tan lejos, pero tan cerca. No lo oiríais desde la cancha porque ahora los gritos llevan sordina, cosas de la mascarilla, pero que sepáis, jugadores, que Burgos lo celebró con vosotros.

Tras aplaudir a los héroes, un impulso me llevó a caminar hasta el Coliseum, para sentirme cerca. Y fui testigo de uno de esos momentos que te ponen el corazón contento. Allí estaban Martina, Valeria, María y Sara, nerviosas, botando su balón de baloncesto. Tienen entre cinco y diez años, juegan en el Castilla Sport, habían quedado para ver juntas el partido y juntas se fueron a felicitar a sus ídolos, a pedirles un autógrafo, una foto, a recordarles que la marea azul sigue ahí. Ni las mascarillas ocultaron su sonrisa cuando salían los McFadden, Rabaseda y compañía. La de las niñas y también la de ellos. Les llegaban hasta los ojos. Me fui pensando que esas pequeñas les dejaron un mensaje importante, que no hay pandemia que pueda separar este equipo y su afición. Y juntos, Hierrezuelos aparte, hemos llegado para quedarnos y seguir creciendo. Hasta remontando, como el domingo, bajo la atenta mirada del Cid y la catedral.