Urgencias prepara un protocolo ante casos de sumisión química

G.G.U.
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Estará listo en septiembre, para estandarizar la atención y llevar un registro de las pacientes tratadas por esta causa en el HUBU. La primera fue atendida en primavera. La rapidez es clave para poder demostrar el empleo de tóxicos

El protocolo lo está preparando el jefe de la Unidad de Toxicología, el urgenciólogo Francisco Callado. - Foto: Jesús J. Matías

La Unidad de Toxicología de Urgencias del HUBU está preparando un protocolo para estandarizar la atención en casos de sumisión química; es decir, en aquellas consultas en las que hay sospecha de que la voluntad de la persona -casi siempre, mujeres- ha sido anulada mediante el empleo de sustancias tóxicas para cometer algún delito, generalmente abuso sexual o robo. El objetivo de la medida es especificar por escrito los pasos que se deben seguir en Urgencias, pero también llevar un registro de las pacientes tratadas por esta causa, dado que ya hay constancia de, al menos, una. Fue atendida en primavera y corroboró que Burgos no escapa de un fenómeno que genera alarma social y que, para poder probarse, requiere de una actuación muy rápida: la mayoría de los tóxicos que se emplean  desaparecen del organismo en pocas horas. 

El jefe de Toxicología en Urgencias del HUBU y, por tanto, responsable de este nuevo protocolo es el médico Francisco Callado, quien empieza por aclarar que la sumisión química es diferente a los 'pinchazos' en discotecas, bares o festivales que se están denunciando ahora en toda España. «En una sumisión química hay sustancias tóxicas que han anulado la voluntad, pero en los pinchazos, hasta ahora, no se ha detectado ninguna droga», dice Callado, especificando que «el problema de estos pinchazos rápidos es la potencial transmisión de enfermedades, como el VIH [virus de la inmunodeficiencia humana] o una hepatitis».

Ahora bien, en caso de que una persona vaya a Urgencias porque crea que ha sido víctima de un pinchazo tiene que indicarlo tal cual para que, después de la exploración, puedan administrarle medicación frente al VIH, la hepatitis, el tétanos... Y a esto se añadirían unos análisis para descartar una posible sumisión química «real», lo cual supondría haber subido un peldaño más en la escala de gravedad. Las hay de tres tipos. La primera es la denominada 'oportunista', en la que la víctima consume drogas de forma consciente y voluntaria y el agresor aprovecha esta circunstancia para cometer un delito; la segunda es la 'proactiva', en la que la droga se administra a propósito (en la bebida, por inhalación...) sin conocimiento ni consentimiento de la víctima; y, la tercera, es la 'mixta', en la que se dan las dos opciones. «Pero el hecho es el mismo: hay un sometimiento de la voluntad de la persona con fines delictivos», destaca el urgenciólogo.

Callado es experto en intoxicaciones y explica que «la mujer cuya voluntad se ha anulado para cometer una agresión sexual no suele recordar nada. Llega a casa y tiene sensación de que han abusado de ella, pero no sabe qué ha pasado. Algo a lo que se añade un sentimiento de culpabilidad muy grande, muy grande, que provoca que vayan muy tarde al hospital. No saben qué explicar ni cómo decirlo en casa». 

Y ahí radica el problema, porque las drogas más usadas con este fin son depresoras del sistema nervioso central, de acción rápida y de corta duración. «La mayoría desaparece en seis horas como mucho», dice Callado, antes de referirse a las habituales: el éxtasis líquido (GHB, gammahidroxibutirato, que hace efecto en media hora y enseguida desaparece), la burundanga (escopolamina, que también empieza a actuar a la media hora, con un pico máximo a las dos horas y comienzo de la eliminación poco después), las benzodiacepinas (ansiolíticos de consumo voluntario frecuente que provocan amnesia), la ketamina (anestésico veterinario) o, también, el alcohol (que permanece más tiempo en el organismo).

Lo primero, al hospital. Otra de las características de la sumisión química es que se basa en drogas que provocan síntomas «inespecíficos»: pueden confundirse con facilidad con una borrachera o con un consumo voluntario de drogas. Por eso es tan importante la rapidez en la realización de análisis de sangre y orina, la toma de muestras y la exploración física.

Y de ahí que los expertos subrayen que si en un grupo de amigas se cree que alguien ha sido víctima de un ataque de este tipo, lo primero es llamar al 1-1-2 o llevar a la afectada al hospital «con la misma ropa y sin duchar», enfatiza Callado, insistiendo en la importancia de preservar restos como el semen y de la necesidad de obtener muestras de sangre y de orina cuanto antes. «Si ha habido agresión sexual puede haber lesiones físicas, pero si el forense puede obtener restos de semen tiene más pruebas para documentar el caso», dice, aclarando que el protocolo de actuación ante cualquier agresión sexual, previa sumisión o no, requiere de asistencia de forenses y ginecólogos. 

Y también conlleva la administración de anticoncepción de urgencia y fármacos frente a enfermedades de transmisión sexual.