Música sin corsés

ALMUDENA SANZ
-

El 'micro abierto' se mantiene como un fenómeno consolidado en la agenda capitalina. Tras el parón de agosto, sus escenarios habituales vuelven a movilizar a sus incondicionales

Mario Andreu (d.) y Paul compartieron tablas en los primeros compases de la jornada. La noche sería larga para ellos y el resto de músicos. - Foto: Jesús J. Matías

Las bombillitas que bailan en el aire y los focos de colores espantan a las nubes negras que se atisban en el horizonte desde la terraza de Siesta Brewing Co. La música en directo, las canciones compartidas en el escenario, los bravos espontáneos, los músicos afinando guitarras en un aparte, el público sentado en las mesas alargadas e incluso el creciente murmullo. Todo presagia otra gran noche de micro abierto. Este movimiento vive jornadas de vino y rosas en la ciudad. Tras el parón de agosto, los habituales vuelven a abrazar la música sin corsés. Se acomoda en la sala del polígono industrial y lo hará en el Carmen 13, La Figa ta Tia... 

Lylo y Ana Cuesta, cantante y poeta, integran el pelotón de asiduas. Esperan que la luna sea más nítida para pasar de la mesa al escenario. Del micro abierto destacan la libertad. «Aquí puedes hacer lo que te dé la gana. Es la libertad total», convienen felices. 

Yo soñaba cada día poder alcanzar la playa, y ahora está tan cerca, casi ya la puedo oler... Con Xoel López continúa Laura Garher, maestra de ceremonias de este encuentro, 'rompedora del hielo' y cantante. Ella como Rodrigo J. abrazaron el micro abierto como el mejor asidero en el retorno a su ciudad. 

«Nos hemos juntado un grupo grande de gente, muchos que vivíamos fuera, y al volver nos hemos encontrado con un panorama musical que no era el que recordábamos. La música en directo siempre apetece», destaca Rodrigo J., blusero, y advierte que es una forma de sumar para el crecimiento social y cultural.

A las tablas ya ha saltado Mario Andreu, otro incondicional. En su segunda canción se unirá la guitarra y voz de Paul, un francés viejo conocido. Llegarán más colegas. 

El sueño de esta noche de verano prosigue. La música suena, las voces cantan y el público levanta la jarra de cerveza y los aplausos. 

Buen rollito son dos palabras unidas al micro abierto desde que empezó a perfilarse como un fenómeno hace unos cinco años, con el nombre de Open Mic (sin títulos ya se había celebrado en El Patillas). Laura Garher lo descubrió en 2018, ha sido testigo directo de su evolución y reconoce que ha cogido un vuelo inalcanzable e impensable desde aquellas primeras noches en La Casa de las Musas, una sala que aún sigue echando de menos -«su cierre fue un trauma para todos los artistas de la ciudad»-. Pronto, empezó a ayudar a su organizador, Roberto Domínguez. 

Cuando el local de Martínez del Campo bajó la persiana, el nutrido grupo que se concentraba allí los domingos se sintió desamparado. No querían dejarlo morir. No podían dejarlo morir. Y no lo hicieron. «Se había creado una comunidad súper chula». Contactaron con el Carmen, 13. Y este bar tornó en su nuevo lugar de peregrinación hasta que lo permitió el coronavirus. 

Tras la pandemia, se reanudó en este mismo lugar, con la marca Burgos Open Mic. Pero cuando Siesta Brewing Co. inició su agenda musical. Su coordinador, Jesús Gadea, ex de Las Musas, resolvió recuperar ese formato. Garher no pudo negarse. Se comprometió a hilar esas noches de micro abierto. 

«Pero hablando entre los habituales, nos dimos cuenta de que había otras necesidades. Echábamos de menos el ambiente intimista de Las Musas, donde el público era súper respetuoso y permitía el formato cantautor y de recitado, algo que por las propias características de estas salas no se ha podido lograr», desvela la maestra de ceremonias. Ese espacio más tranquilo lo hallaron en La Figa, con citas bajo la batuta de Mario Fernández. 

Pero estos músicos, que ponen los dientes largos a cualquiera en los perfiles de Instagram, tenían más inquietudes. Álvaro Herreros y Rodrigo Cachorro, componentes de El Nido, propusieron unas sesiones de funk en Siesta. Sus deseos se hicieron realidad. Y, al mismo tiempo, corrió la necesidad de abrirse a otros géneros y surgió La Figa Vibra, con noches experimentales y con cabida al sonido electrónico. 

A estos tres escenarios, se suma La Chistera (La Puebla, 15), sanctasanctórum para los músicos veteranos, siempre prestos a dar la mano a los jóvenes. La edad no ha lugar. 

«Hay cantidad de formatos y de públicos. Mola mucho que los propios sitios se pongan de acuerdo para no contraprogramarse, porque al final los músicos somos casi los mismos», enfatiza Garher y apunta que, tras el lógico parón estival, esta maquinaria volverá a ponerse en marcha en septiembre para que los artistas sueñen libres.

ARCHIVADO EN: Burgos, Música