A cuatro años vista

I.L.H.
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En 2025 hay que inscribirse y en 2026 se llevará a cabo la preselección de las candidaturas finalistas a la Capitalidad Cultural 2031. «Hay tiempo», afirman desde Promueve, que tras las vacaciones ampliará el Consejo Social para perfilar objetivos

El proyecto deberá ilusionar a los ciudadanos teniendo en cuenta la agridulce sensación que dejó la candidatura Burgos 2016. - Foto: Luis López Araico

Cada vez suenan más ciudades entre las que se postulan para presentar su candidatura a Capital Europea de la Cultura en 2031. Además de Granada, que fue la primera que se posicionó, han comentado su intención Las Palmas de Gran Canarias, Gijón o Jerez de la Frontera, aunque hasta 2025 no se abre la convocatoria para la presentación formal. Esa fecha está a la vuelta de la esquina, pero hasta este mismo año no ha echado a andar la de Burgos, pese a que en 2018 se anunció el propósito de repetir en el intento tras la candidatura para 2016. Si no quieren que el calendario se les eche encima, después del verano deberán darle otro gran empujón.  

Para el ejercicio 2022 Promueve cuenta con 100.000 euros, desde los que se han contratado los servicios de dos consultores (Luis González, que ya participó en la candidatura Burgos 2016, y Elvira Rilova, responsable de la cita cultural Librarte) «para que hagan una evaluación de cuáles son las ciudades que están interesadas y con las que habría que competir y qué ofreceríamos  nosotros para ganar», resume el vicealcalde y presidente de Promueve, Vicente Marañón. «Es un proyecto que abarca distintas legislaturas y no sabemos si los equipos de gobierno que entren querrán seguir con la idea de sus predecesores. No es el caso de Burgos, porque aquí hay apoyo de todos los partidos», añade.

Tras una primera toma de contacto con agentes culturales y la constitución de ese equipo de trabajo con los dos consultores, el objetivo de este año es «habilitar el Consejo Social y ampliar su funcionamiento, y ver cuál es el contexto y el calendario en el que vamos a competir», algo que esperan hacer a la vuelta de las vacaciones.

Mientras tanto son muchas las incógnitas que rodean al proyecto. Para empezar, no sé sabe qué tipo de órgano se encargará de vertebrar la candidatura, teniendo en cuenta el precedente de la Fundación 2016, que acabó como el rosario de la aurora y sus consecuencias aún colean. «Es una de las cosas que tenemos que ver», afirma Marañón. «La fórmula se adaptará a las necesidades que tengamos, no al revés. De momento el trabajo y el presupuesto se residencia en Promueve y buscamos las ideas y propuestas en las reuniones que hemos mantenido».

Dado que solo ha habido una primera toma de contacto, nada se sabe del tema que respaldará el proyecto, como en 2016 fue la R-evolución que miraba al futuro respaldado por el proyecto científico que estudia los restos humanos más antiguos de Europa. «Hay que ver qué hicimos en la candidatura de 2016, cuando ganó San Sebastián. Estudiaremos ese proyecto, valoraremos sus fortalezas y estudiaremos si se puede aprovechar algo. Aunque necesariamente será nuevo, no un refrito. Pero como ya nos presentamos, la ciudad se movilizó entonces y nos escucharon en Europa, es necesario mantener el relato de alguna manera, aunque sea un proyecto absolutamente nuevo. Por qué proponíamos lo que proponíamos, qué presentamos ahora y ser consistentes porque somos la misma ciudad».

«Hay que tener en cuenta que es un proyecto que implica que Burgos se abra a Europa, por lo que tenemos que contar necesariamente con todo el acervo que tenga la ciudad y represente bien los valores europeos dentro de una sociedad que es evidente que está cambiando. El proyecto no debe mirar solo al pasado y a Burgos. Necesitamos proyectarnos hacia el futuro y abrirnos a los demás, al resto del continente», resume.

La otra gran pata del proyecto es la implicación de la ciudadanía, que tras la sensación agridulce que supuso ver a la sociedad comprometida y no obtener la capitalidad,  debe volverse a ilusionar: «Vamos a ver qué ocurre. Es una incógnita. Pero sí o sí hay que movilizar a la sociedad porque no puede ser un proyecto institucional, sino de ciudad. Es una prioridad. Si no es así, nuestras probabilidades serán escasas. Tenemos tiempo para ello y espero que tengamos recursos no solamente económicos, sino ideas que los vecinos identifiquen como propias porque es un reconocimiento que se da a la ciudad, y esa ciudad somos todos».

Los siguientes pasos. Apenas quedan algo más de cuatro años para que se lleve a cabo la preselección de las candidaturas finalistas. Si en 2026 Burgos no entra en ese lista, ya no habrá nada que hacer. Así que una vez que se reúna el Consejo Social después del verano, en 2023 deberán quedar perfiladas las líneas generales del proyecto. 

«De cara al año que viene lo más probable es que siga siendo Promueve quien gestione el proyecto. A partir de ahí necesitamos que el Consejo Social empiece a ser un vehículo para interactuar con la sociedad y tener ideado a grandes rasgos el proyecto, identificando y seleccionando objetivos que sean realistas. Y en ese proceso deberíamos ir viendo qué hacen las otras ciudades. Además de ser buenos tenemos que ser competitivos, y para serlo tenemos que ser mejores que los demás, sean quienes sean», resume sin olvidar que, en la decisión final que se tome en 2027 hay factores ajenos al proyecto que pesan en la elección.