Angustia a más de 8.000 kilómetros

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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La comunidad colombiana en Burgos ve con horror la represión en su país, con muertos y desaparecidos, después del levantamiento contra una reforma tributaria que consideran «injusta» en unas protestas que han destapado todos los demonios de su país

Angustia a más de 8.000 kilómetros - Foto: Luis López Araico

«La situación en nuestro país es angustiante y nosotros la sufrimos mucho más porque nos encontramos acá en una ciudad en la que se vive con mucha tranquilidad. La zozobra de nosotros es horrible, no podemos dormir porque nuestras familias allí están viviendo el caos y la violencia, vivimos con las horas de Colombia y estamos casi viendo en directo todo lo que ocurre, las manifestaciones y toda la represión que está ejerciendo el Gobierno a través de la policía y del ejército. Y el único arma que tenemos son nuestros celulares». Quien así se expresa es Magnolia Sánchez, activista y dirigente del movimiento Colombia Humana, que desde hace meses vive en un piso de Burgos Acoge a la espera de que se tome en consideración su solicitud de refugiada ya que considera que en su país su vida corre peligro.

Los compatriotas que la rodean, citados frente al negocio de uno de ellos recién abierto en la Plaza Mayor, asienten con diferentes expresiones que van de la furia a la impotencia pasando por el miedo. A 1 de enero de 2021, había un total de 2.216 ciudadanos de Colombia viviendo en la provincia, a la que llegaron para mejorar su vida y sobre todo, como explica  Rodrigo Armando Molina, de 39 años y con dos y medio de residencia aquí, «para poder andar tranquilo por las calles, sin miedo y sin mirar hacia atrás a comprobar si alguien te va a hacer algo».

Las revueltas callejeras, que duran ya varias semanas, que han provocado asesinatos, agresiones sexuales, desapariciones y detenciones arbitrarias y que a Magnolia Sánchez le ponen los pelos de punta «porque recuerda mucho a lo que ocurrió en Chile y Argentina», se están produciendo con especial virulencia en Cali, lugar de origen de Rodrigo pero también de Gloria  Isabel Quintero, Alexander Enríquez, Víctor Mario Reyes, Christian Jiménez y Deiby Alejandro Gaviria, que se quitan la palabra unos a otros para hacer llegar a la población burgalesa la idea central de que estos altercados no son más que la gota que ha colmado la paciencia de un pueblo que lleva décadas viviendo rodeado por violencia y corrupción.

«Hace diez días vimos en directo por internet el asesinato de un compañero nuestro, que lo mataron delante de su madre y de más de cien mil personas que lo seguían por un Facebook Live. Por eso hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que alguien haga algo para que frenen la masacre de nuestra juventud», insiste Magnolia Sánchez, que recordó la muerte en los años 90 de otros jóvenes, los llamados falsos positivos, individuos vulnerables a quienes el Gobierno hizo pasar por guerrilleros y los asesinó.

A su juicio, son los jóvenes los que están sosteniendo estas críticas, que comentaron con el rechazo a una norma tributaria que iba directa al corazón de las clases populares ya muy atenazada por la crisis económica provocada por la covid: «¿Quién en su sano juicio resuelve subirle los impuestos a gente que está pasando hambre?», se pregunta Rodrigo. Por su parte, Christian Jiménez, de apenas 24 años, sabe muy bien lo que está sufriendo su generación. Graduado en Bellas Artes y estudiante de Gastronomía se vino a Burgos hace año y medio y ha montado un negocio en Gamonal de comida colombiana: «El chico muerto al que se refiere Magnolia era un compañero mío de Bellas Artes, Nicolás Guerrero, un poco mayor que yo. Cuando lo vi rompí en llanto, yo me crié con él, él y su madre eran nuestros vecinos. Yhay más compañeros muertos en esta lucha», explica, a la vez que se queja de la censura que están sufriendo las redes sociales: «La policía va con aparatos para quitar el internet».

Son muchas, además, las mujeres que han denunciado abusos sexuales por parte de policías y militares, algo terrible, según Gloria Isabel Quintero, que apunta que a pesar de ser tremendo «no es ninguna novedad» (...).

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