«España debe comenzar a destacar en la promoción exterior»

M.L.M. (ICAL)
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El exministro de Ciencia, Innovación y Universidades apuesta por invertir en innovación con presupuestos ordinarios que suplan el empujón de los Next Generation

Pedro Duque, durante una conferencia reciente en el Cenieh. - Foto: Luis López Araico

El primer astronauta español en viajar al espacio, además de Premio Príncipe de Asturias 1999 de Cooperación Internacional, Pedro Duque, aterrizará este jueves, 4 de noviembre, en Castilla y León a bordo de foroBurgos, que cumple su decimotercera edición organizado por la Fundación Caja de Burgos. Lo hará en una jornada sobre la sostenibilidad como fuente de eficiencia en la empresa y con una clara defensa de la necesidad de invertir en innovación, aún sin tener claro su uso comercial futuro. Bajo su punto de vista, se ha visto que es un objetivo rentable a largo plazo. Para ello ve necesaria la autoestima para motivar a las nuevas generaciones, y apuesta por cambiar la imagen exterior, e interior de España para comenzar a destacar. "La gente ya sabe que hay sol y danza y algunos deportistas buenísimos. 'España funciona', ese debe ser el nuevo lema de la promoción exterior", en una alianza que exige, a partir de 2023, inversiones y unos presupuestos ordinarios que suplan los fondos "Next Generation" que han servido para el empujón inicial.

La llegada de la pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de la ciencia y la investigación, pero también de la tecnología. ¿Cómo se encuentra España en el contexto europeo?

El nivel de publicaciones científicas es alto con respecto a la población, y asimismo es alto el carácter innovador de nuestras empresas, especialmente las nuevas empresas de base tecnológica en todos los campos. Es especialmente importante que los ciudadanos comprendan esto: España es un país de ciencia e innovación. Las carencias pueden estar en los volúmenes de apoyo que han recibido históricamente esos institutos o empresas, pero el potencial es enorme. En estos últimos años se ha recorrido mucho camino para catalogar la inversión en Ciencia e Innovación como política transversal de Estado. Al principio, escuché con estupor la frase: "El problema es que la ciencia no da votos". Ahora, creo yo, los ciudadanos exigirán mucho más en este tema en las elecciones venideras.

¿Qué lecciones pueden extraerse de la crisis sanitaria?

Muchas, desde luego, las más importantes relacionadas con la necesidad de tener planes de contingencia para grandes acontecimientos como este, y de ejercitarlos de forma regular. Europa y América no tenían planes realmente adecuados, en realidad solo los tenían los que habían sufrido recientemente epidemias similares. Pero hay otra enseñanza: invertir en innovación, incluso sin aún tener claro cuál pueda ser su uso comercial, es enormemente rentable a largo plazo. En Alemania se invirtió en la tecnología de BioNTech hace años, y en Estados Unidos Moderna recibió decenas de millones de dinero público para el desarrollo de su tecnología de ARN mensajero. Ambas empresas han facturado el año pasado tanto, que solo de los impuestos recaudados directamente la inversión pública se ha multiplicado por diez o más.

Su experiencia en el Ministerio le ha permitido tener un diagnóstico certero e la situación: ¿A qué retos se enfrenta la ciencia española?

Es un diagnóstico compartido por todos que la inversión pública que se hace está a un nivel más o menos mitad de lo aconsejable, tanto para seguir el ejemplo de otros países a los que queremos emular, como por la rentabilidad grande de esas inversiones. Por otro lado, diversas circunstancias han derivado en una atomización de los grupos de investigación y, también, en una gran escasez de apoyo administrativo a esos grupos desde sus instituciones. Universidades y Organismos Públicos de Investigación (OPIs) deben esforzarse, con el apoyo de los gobiernos central y regionales, en potenciar una ciencia mucho más apoyada por personal administrativo. Esto se agravó incluso más durante la crisis, por haber utilizado de forma regular los fondos estructurales para financiar la ciencia, lo que derivó en una alta complejidad a la hora de justificar gastos. Espero que hayamos resuelto al menos este último punto: España ha liderado cambios significativos en las reglas europeas.

¿Cuáles son los cuellos de botella a los que se enfrenta la ciencia en España?

Como vimos antes, ahora lo más importante es conseguir en universidades y OPIs que los grupos de investigación dispongan de personal administrativo para reducir la carga sobre los propios científicos.

Uno de los problemas es de financiación: ¿es posible avanzar más rápido para dotar a la ciencia de recursos?

Desde luego, esa es la intención de los presupuestos de 2021, 2022 y 2023 que hemos negociado como un programa completo de choque y avance rápido. En este momento, la tendencia positiva haría lograr una inversión adecuada (conforme a los parámetros acordados por todos, incluidos los partidos políticos) en pocos años. Para eso, es imprescindible la continuidad.

El incremento presupuestario es posible gracias a la llegada de los fondos europeos. Sin embargo, ¿Cómo ve el futuro de la ciencia en España si finaliza la aportación de los fondos europeos?

Todo el diseño que hemos hecho durante el 2020 incluye y requiere la continuidad. Esa es la tarea pendiente: hasta haber llegado a la media de inversión europea (sumada pública y privada) en ciencia e innovación no podemos hacer una reducción. A partir del año 2023, los presupuestos deben incluir partidas ordinarias que suplan los fondos "Next Generation" que tan bien han servido para el empujón inicial.

La transferencia de resultados es también otro problema. ¿Cómo ligar la investigación a la empresa y al desarrollo?

La rentabilidad de la inversión en ciencia proviene en gran medida de la obtención de mejor nivel tecnológico en las empresas por el conocimiento generado. También las investigaciones en ciencias sociales y humanas pueden rentabilizarse para conocer mejor qué necesita la sociedad y, por tanto, qué tecnologías serán más provechosas. En Europa, en general, pero en España especialmente las reglas no ayudan a cerrar ese círculo virtuoso. Hemos estudiado cómo mejorar y visto los modelos más exitosos del mundo para poder diseñar un cambio efectivo pero viable en España. Múltiples medidas para cambiar la tendencia en una dirección favorable están en el proyecto de modificación de la Ley de la Ciencia actualmente en tramitación.

Investigación y universidad van ligadas. ¿Es decepcionante que en los rankings de las mejores universidades no haya ninguna española?

Hemos tenido esta reflexión los rectores y yo durante mucho tiempo. Las universidades españolas son en general de muy buena calidad media y hay algunas que destacan en sus ámbitos de excelencia, pero en general las reglas españolas no conducen a universidades que destaquen en las clasificaciones internacionales al uso. Es necesario, por ejemplo, crear una figura de investigador especializado en las universidades, como está reflejado en el anteproyecto de Ley de la ciencia antes mencionado. Es, también necesario reivindicar que muchas universidades españolas tienen unas posiciones muy altas por especialidad. La mía, la Politécnica de Madrid, es sexta del mundo en ingeniería civil. Sin ser exhaustivo, por poner algunos ejemplos, la Universidad de Valencia tiene el puesto 20 en ciencia y tecnología de los alimentos, y la Politécnica, en lo mismo, puesto 41.  La Universidad de Barcelona puesto 45 en medicina clínica, y la Autónoma de la misma ciudad puesto siete del mundo en veterinaria. En Granada tienen el puesto 36 del mundo en ciencia de datos. Se pueden ver las cifras también así: cada universidad española entre las 500 primeras del mundo da servicio a cuatro millones de habitantes. En Alemania, a tres millones (mejor).  Pero en Estados Unidos, cada una da servicio a 8,5 y en China a 19. En España la calidad media es muy buena comparada con otros países. No podemos pedir todo a la vez a las universidades: que impartan todas las carreras en todos lados para evitar que los universitarios estudien fuera de casa, que las tasas sean bajas, que requieran una baja financiación pública, que hagan mucha investigación de nivel mundial en todos sus departamentos, y que den muchas carreras en inglés, para destacar en las clasificaciones.

¿Es posible el retorno de talento científico a España? ¿Cómo?

Lo principal es tomar las medidas que hagan accesibles puestos en España para los que se fueron y quisieran volver. Dos medidas son importantes: la primera incrementar el volumen del sistema de ciencia para que haya más oportunidades para todos. La segunda y muy importante: abrir las plazas en OPIs y en Universidades, de verdad, para que sean accesibles a las personas que hayan obtenido su excelencia y sus cualificaciones en el extranjero. En esta línea va la nueva figura de contratación, con evaluación por tribunales a nivel estatal, propuesta en el proyecto de modificación de la Ley de la Ciencia.

En comunidades con problemas demográficos, la innovación y la investigación aún se hace más complicadas. ¿Cómo puede ayudar la ciencia a revertir el problema?

Es, ciertamente, un problema. La ciencia y la innovación suelen alcanzar la excelencia en ambientes donde haya gran concentración de personas e instituciones dedicados a un área de conocimiento. Por tanto, en áreas dispersas esto solo se puede alcanzar con especialización, todo en todos lados no puede ser. Cómo alcanzar esa especialización es un debate profundo, baste indicar que está muy reñida con tener universidades de 'servicio regional' donde se pueda estudiar casi todo.

Burgos, como sede de los yacimientos de Atapuerca es una de las ciudades que más apuesta por la divulgación científica. ¿Se está apoyando lo suficiente por este enclave?

La apuesta es muy fuerte desde el sistema estatal de ciencia: Burgos es la sede de la única infraestructura singular dedicada al área general de humanidades, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH). Aquí se centran los esfuerzos y las inversiones en equipamientos necesarios para el estudio antropológico.

¿En qué posición se sitúa Burgos y Castilla y León en el panorama de la ciencia española?

Aparte del muy singular centro CENIEH, en Salamanca se sitúa el centro nacional de estudio de láseres de ultra alta potencia, y los dos son polos de la ciencia en España.  Las universidades de la región aportan producción científica y tienen una buena posición respecto a la media española.

Burgos, en particular, tiene un tejido empresarial de fuerte carácter industrial y con empuje innovador que atrae gente brillante de todas partes a sus plantillas. Dos centros tecnológicos refuerzan la estructura.

Usted ha estado en dos ocasiones en el espacio, siendo uno de los primeros astronautas españoles en lograrlo. ¿Cómo está la industria española al respecto de la carrera espacial?

La industria española, en el área espacial, está en un momento muy favorable. Varias empresas compiten con ventaja en los mercados europeos y mundiales, y la innovación que desarrollan está al máximo nivel. Hemos podido secundar desde España el incremento de inversión hecho por Europa en estos últimos años y eso ha redundado en más y mejores contratos con actividad innovadora para las empresas españolas. La próxima fase debe ser la consolidación como potencia espacial, capaz de asumir cualquier reto. Por supuesto para eso la inversión anual no tiene que decaer.

Es un sector que emplea a más de 4.000 personas en el país y genera más de 7.000 puestos de trabajo indirectos. Sin embargo, ¿cree que son suficientemente conocidos sus logros?

Ciertamente, muchos de los logros de la industria espacial española se conocen sobre todo en los círculos de entendidos. Por ejemplo, no se conoce que una empresa española es el primer suministrador mundial de centros de control para satélites, otras ganan concursos para construir estaciones meteorológicas o brazos robóticos en Marte, o incluso satélites científicos completos. En todos los satélites europeos o naves a otros planetas hay partes importantes hechas en España. Los españoles debemos buscar dónde somos buenos y tenerlo presente, no recrearnos en nuestros defectos como sociedad, que por supuesto los hay. La autoestima es muy importante para motivar a las nuevas generaciones, en esto y en todo. Mi apuesta es cambiar la imagen exterior (e interior) de España y comenzar a destacar, en todas las áreas de promoción del país, mucho más la potencia en conocimiento e innovación, unida a la buena organización del país. La gente ya sabe que hay sol y danza y algunos deportistas buenísimos. 'España funciona', ese debe ser el nuevo lema de la promoción exterior; y calará en el interior, habrá más autoestima y más exigencia para invertir y así continuar mejorando.