La provincia padece una de las sequías persistentes más graves

H.J.
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La escasez de precipitaciones a lo largo de los últimos tres años, que anticipa otros problemas en ríos, cultivos o acuíferos, afecta especialmente a las comarcas del centro y de la zona sur

El campo lleva notando la falta de agua desde este invierno, cuando ya se observaba una tendencia preocupante. - Foto: Miguel Ángel de la Cruz

«Escasez continuada de las precipitaciones». Así define el Ministerio de Transición Ecológica la denominada como 'sequía hidrológica', la que anticipa a meses o años vista una escasez en los caudales o la afección a las cosechas. Y un análisis de este fenómeno realizado por la Agencia Estatal de Meteorología señala a la provincia de Burgos como una de las más afectadas de toda España a lo largo de los últimos tres años. 

La AEMET se basa en el Índice de Precipitación Estandarizado (SPI), que a su vez explica como «un valor numérico que representa el número de desviaciones estándar de la precipitación caída a lo largo del período de acumulación de que se trate, respecto de la media, una vez que la distribución original de la precipitación ha sido transformada a una distribución normal». En lenguaje llano, que llueve menos de lo que sería esperable partiendo de la serie histórica para un lugar concreto.

Todo valor que se encuentre entre -1 y +1 se considera como «normal», pues siempre puede haber ligeras variaciones, pero en el caso de Burgos su territorio se sitúa entre un -2 en los últimos dos años y un -3 a lo largo de los últimos seis meses. Es decir, que ha caído entre dos y tres veces menos agua de los valores medios en esos periodos.

Los datos recogidos en la red de estaciones meteorológicas de la AEMET se reflejan a su vez en un mapa con todo el país y es allí, con los correspondientes códigos de colores aplicados a cada intervalo temporal, cuando es más fácil apreciar la mala situación en la que se encuentra la cabeza de Castilla.

En la escala de los últimos tres años la parte más afectada son las comarcas centrales de la provincia, en torno a la capital. Desde 2019 hasta hoy solo el suroeste peninsular, concretamente la desembocadura del Guadalquivir y la provincia de Huelva, presenta peores cifras.  Si limitamos la vista atrás a dos años el panorama es aún más grave, pues no solo el centro burgalés sino también el sur estaría afectado por un SPI de hasta -2 que solo se repite en Cataluña, Huesca y de nuevo Huelva. Los datos del último año, siempre tomando como punto de partida el mes de julio de 2022, repiten una situación parecida aunque en este caso superados en el nivel de sequía por las rías gallegas.

El norte, verano en rojo. En los últimos seis meses es el extremo norte de la provincia la zona más afectada, con índices de hasta -3 que padecen también en el sur del País Vasco, Navarra y el entorno de la ciudad gallega de Vigo.

La gama de colores se agrava aún más si solo nos fijamos en los últimos tres meses. En algunas zonas de España no ha caído ni una gota en 100 días y, aunque en Burgos alguna tormenta puntual ha venido a aliviar la sed del campo y de los ríos, los valores están en el entorno de tres veces por debajo lo que sería normal para esta época del año. Incluso hablando del año hidrológico, que comienza en el mes de septiembre, el centro y el sur de la provincia vuelven a quedar señalados.

Cuenta el Ministerio de Transición Ecológica que la sequía meteorológica es la «que da origen a los restantes tipos de sequía y normalmente suele afectar a zonas de gran extensión. El origen de la escasez de precipitaciones está relacionado con el comportamiento global del sistema océano-atmósfera, donde influyen tanto factores naturales como factores antrópicos, como la deforestación o el incremento de los gases de efecto invernadero».

Su llegada «también puede implicar temperaturas más altas, vientos de fuerte intensidad, humedad relativa baja, incremento de la evapotranspiración, menor cobertura de nubes y mayor insolación; todo ello puede traducirse finalmente en reducciones en las tasas de infiltración, menor escorrentía, reducción en la percolación profunda y menor recarga de las aguas subterráneas. En muchos casos el indicador primario de disponibilidad de agua es la precipitación». 

Con estos antecedentes la situación no invita al optimismo de cara a los próximos meses. Los ríos, los pantanos y los acuíferos tardarán en recuperarse de estos tres años.