Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Bichos raros

04/04/2022

Según publicó este periódico, los técnicos de Urbanismo del Ayuntamiento han recomendado (al propio Ayuntamiento) que restaure los dos depósitos de agua de la antigua estación de ferrocarril, básicamente porque de lo contrario se van a caer. 

Si es usted de la zona, o le gusta patear la ciudad, seguro que los conoce; son esos dos cilindros enormes que están frente al Hangar (actual Andén 56) elevados sobre cuatro pilares cada uno casi por encima de la copas de los chopos que tienen al lado. El caso es que los vecinos del barrio llevan años reclamando que se haga algo con ellos pero, una vez más, toparon con la burocracia: resulta que no quedaba claro de quién eran. Mientras tanto, no paraban de deteriorarse, desprendimientos incluidos, así que fueron vallados para que pudieran morir sin llevarse a nadie por delante. Un clásico del cuidado al patrimonio urbano.

Pero, en esta ocasión, contra pronóstico no se ha optado por meter la piqueta de mano, como es norma, sino que se ha instado a conservarlos y eso es motivo de celebración. Estos dos elementos son absolutamente fascinantes: en una ciudad como esta (y como tantas) en las que todo resulta cada vez más monótono e igual es un placer toparse con algo como esto que descoloca e invita a mirar (y si uno estuviese más ágil, a subir).

Es una alegría contemplar creaciones que sobrevivieron (aunque sea de rebote) al uso para el que fueron concebidos y, en estos tiempos utilitaristas, siguen en pie aunque no sirvan absolutamente para nada. Solo por ese carácter desafiante merecerían mantenerse. Aunque no tienen ninguna utilidad porque no se quiere; los técnicos instan a conservarlos pero lo que están pidiendo a gritos es transformarse en algo potente. Yo siempre he pensado que serían el lugar perfecto para dos pequeñas salas donde contar cuentos, para niños y adultos, con un techo acristalado que permita ver el cielo.

Imagínese subir a ese espacio curvo por unas escaleras de caracol y dejarse atrapar por una buena historia en un lugar irreal que está en la ciudad pero, a la vez, asciende a otro mundo. Usted dirá que no existen salas específicas para contar cuentos, y es cierto, pero qué mejor sitio para inventarlas que este bicho raro urbano que tal vez lleva toda la vida esperándolo. Salud y alegría.

ARCHIVADO EN: Burocracia, Salud