Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Rutina

11/10/2022

Desde hace años, odio todo lo que sigue a la presentación de los presupuestos, ya sean éstos nacionales, regionales, municipales o de las diputaciones. A los pocos segundos de dar a conocer los datos, ya está la oposición, la encarne quien la encarne, descalificándolos y sacudiendo estopa al gobierno de turno. Siempre pongo en duda si les ha dado tiempo a analizar con detenimiento tal cantidad de cifras, porcentajes y demás. Da igual. Las críticas están hechas de antemano y los calificativos, gruesos o finos, se tienen a mano sacados de años anteriores. No conozco ni un solo elogio por mucho que los números favorezcan a una comunidad, provincia o localidad. Lo vital son los peros, las censuras y las comparaciones con otros territorios. Jamás se habla de aquellas zonas perjudicadas. Solo se cotejan con las que reciben más atención e inversiones. Y así un año, un lustro, un decenio y lo que te rondaré morena. Este 2022 no ha sido la excepción. Primero, hubo quien aventuró que el Gobierno, vistas las discrepancias entre los dos socios, no elaboraría los presupuestos en tiempo y forma. Y después, nada más ver la luz, ya llegaron los improperios, especialmente ese "antisociales" que lanzó Núñez Feijóo a los pocos minutos de hacerse públicas las cuentas. ¿Le había dado tiempo a estudiar los cientos y cientos de folios y a saber, por tanto, el grado de sociabilidad de todas y cada una de las partidas? Sospecho que no, pero la estrategia es la estrategia. Y como tal la han seguido desarrollando, y en esas están, diputados, presidentes del PP y una larga lista de militantes populares. Por el contrario, María Jesús Montero, Pedro Sánchez, ministros, delegados del Gobierno y demás altos cargos socialistas han defendido, y lo que les queda, la relación presupuestaria. (Los de Podemos, menos; su táctica es muy otra). Y en esas estamos. Al comienzo de una guerra conocida que, como todos los años, nos tiene un tanto anonadados. ¿Quién lleva razón? Me temo que, por tradición rutinaria, la opinión sobre las cuentas se hace desde la ideología y no desde la frialdad de los números. Y, claro, siempre los nuestros tienen toda la razón.