"En este país los médicos han estado bastante mal pagados"

A.G.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Juan Luis Seco es uno de ellos y esta es (parte) de su historia

Juan Luis Seco, ante la puerta del HUBU, hospital en el que apenas trabajó un par de años ya que se jubiló en 2014. - Foto: Jesús J. Matías

Aunque en la imagen que aparece en esta página se le ve bastante serio ante el hospital en el que trabajó apenas un par de años antes de jubilarse, el cirujano general Juan Luis Seco suele sonreír bastante, un gesto que le confiere un permanente aire de bondad. "No encontrarás a una persona que te hable mal de Juan Luis, siempre ha sido un buen compañero, un currante que nunca ha querido pasar por encima de los demás", dice de él otro médico, también ya retirado, con el que compartió jornadas laborales y las preocupaciones propias de quienes tienen, aunque solo sea por unas pocas horas, la vida de las personas en sus manos.

Seco, castellano por los cuatro costados, nació en Madrid en 1944 -"todavía tengo 75 años", precisa, en un arranque de coquetería- aunque la primera parte de su infancia se desarrolló en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), donde su padre, de origen zamorano, ejercía como médico rural: "En aquellos tiempos, Almodóvar era una localidad muy grande, el doble que ahora, tenía unos 15.000 habitantes y había tres médicos". El cirujano no procede de una familia de tradición médica, fue su padre el primero en elegir esta profesión (el abuelo era un ganadero procedente de Segovia) que se acaba con él ya que sus hijos han optado por otros destinos profesionales.

Su infancia la recuerda como la propia de un niño de pueblo, "por las calles a todas horas, achicharrados de calor y aprendiendo a nadar en la alberca de unos vecinos mientras apartabas las salamandras y las ranas en el agua verde y escuchando la narración del Tour de Francia que salía de las radios de las casas que tenían las ventanas abiertas mientras nosotros estábamos en la calle jugando".

Siendo un adolescente le llevan interno a Madrid, al colegio Calasancio, en la calle Ortega y Gasset, "donde a los curas se les iba un poco la mano", lo que provocó que se desarraigara de alguna manera del pueblo. Al poco tiempo, toda la familia se trasladó a la capital donde los cinco hijos estudiaron una carrera universitaria "y vivimos en un piso con un alquiler bajísimo". "Elegí Medicina, en parte, por el ejemplo de mi padre y en parte porque no me gustaban ni las carreras de letras ni las matemáticas". Entre 1962 y 1968 completa los estudios en la Universidad Complutense sin implicarse, como era tan habitual entre los jóvenes de la época, en la militancia política. "La universidad en esos tiempos era muy vital y la revolución estaba en las calles siguiendo, de alguna manera, el ejemplo de lo que estaba pasando en otros países como Francia y aunque yo nunca tuve aficiones política sí recuerdo que uno de los amigos con los que iba a estudiar sí las tenía y le perdí la pista porque tenía que andar escondiéndose y tardé años en recuperarlo. Luego me enteré de que se puso chulo cuando entraron los que llamábamos los grises en la facultad y, claro, en aquellas circunstancias no te podías poner chulo. A mí sí que me tocó correr un poco alguna vez pero yo nunca he sido de ir a buscar los palos o de ir a hacerme el mártir".

La Medicina que aprendió, recuerda, "era muy buena" con el inconveniente de que eran demasiados en clase, hasta 400 ó 500 llegaron a ser en cada aula, "pero la universidad estaba bien preparada y yo tengo buen recuerdo de la facultad y de la carrera". Al finalizar los estudios y en unos tiempos donde no existía la especialización vía MIR "normalmente los estudiantes nos buscábamos la vida para formarnos". Él se fue a aprender con un cirujano de nombre Maximino Brasas, que trabajaba en el área de Oncología del Hospital Clínico San Carlos, a quien ayudó en su consulta y en el quirófano. ¿Siempre quiso ser cirujano Juan Luis Seco? "Pues parece ser que sí pero no desde el principio. Como suele ocurrir fui descartando cosas que no me gustaban como los ojos, los oídos o Anatomía Patológica".

En 1970 se presentó a un examen "muy parecido al MIR pero que en aquella época se hacía por hospitales" en La Paz y entró como médico interno, denominación que venía de que anteriormente los médicos vivían en el propio hospital. "A mí ya no me tocó esa época, que desapareció en los 70 con la Seguridad Social. Lo que sí existía era ese examen, que aprobé y estuve un año de interno rotando por Medicina Interna, Anatomía Patológica, Pediatría, Ginecología, Cirugía y Trauma y al final de ese año elegías especialidad, no como ahora que se elige al principio, que tampoco estaba mal hecho. Y elegí Cirugía e hice allí los tres años de la residencia. En 1973 terminé, en el 74 fui adjunto y en diciembre del 77 me vine aquí".

Entre Arizona y Burgos. Antes de llegar a Burgos reconoce que, como tantos otros jóvenes, no veía nada claro su futuro, por lo que puso los ojos en Estados Unidos: "Como dentro de un orden chapurreaba inglés, porque lo había estudiado varios años en la Escuela de Idiomas, me examiné del Foreign Medical Graduate, una prueba para los médicos que querían ejercer allí, y aprobé. Luego escribí a un montón de universidades y pude haberme ido a Arizona o a algún otro sitio pero justo en ese intervalo me dieron la plaza de adjunto en La Paz y me quedé en Madrid".

Está claro que las cosas nunca salen como uno las planea así que en aquellos años, un colega que trabajaba en el Hospital General Yagüe decide que deja su plaza para marcharse a San Sebastián y le comenta a Seco que podría venirse a Burgos: "Yo sé que le habló muy bien de mí a mi jefe, José Luis Santamaría, que me trajo aquí. Recuerdo que en aquel año Burgos ya estaba bastante desarrollado salvo los barrios periféricos y lo que sí recuerdo es que me impresionó el Yagüe, que yo creía que era más grande de lo que era aunque yo estuve muy a gusto a pesar de que era pequeño y en cierto modo antiguo y con cosas muy vetustas como una escalera que no era nada moderna. Pero estuvimos bien porque los humanos, los que trabajábamos, estábamos cerca los unos de los otros. Yo creo que todo el mundo ha echado de menos eso en el HUBU porque nuestra profesión es mucho de relacionarse". Aquí nació uno de los tres hijos que ha tenido (uno falleció en un desdichado accidente) y aquí están sus nietos, una debilidad que el exjefe de Cirugía General del HUBU no esconde: "Desde que soy abuelo, son mi prioridad, dejo cualquier cosa por ellos, porque es que los nietos te dan mucho amor, hay una relación amorosa mutua con ellos".

Su llegada al Yagüe coincide con una de las épocas más expansivas de aquel viejo hospital, en la que se crearon muchos nuevos servicios y se acogió a un gran número de profesionales que llegaban de fuera "y enriquecían mucho todo" aunque algunos no vieran este crecimiento con mucho agrado: "Recuerdo a un compañero protestando cuando se creó Cirugía Plástica y preguntándose que para qué queríamos aquí ese servicio. Algunos tenían la mente muy cerrada porque mira luego el desarrollo que ha tenido Plástica y dónde ha colocado al hospital".

Su especialidad, la Cirugía General, ha experimentado un avance importantísimo en estos más de 40 años que han pasado desde que Seco llegó al Yagüe, que se ha sustanciado, sobre todo, en unas operaciones mucho menos invasivas. Sabe este veterano especialista que para otros colegas de especialidades médicas, los cirujanos son muy ‘de ir a cuchillo’: "Pero eso es una mala interpretación. El cirujano sabe a lo que se enfrenta y que las cosas se pueden poner peligrosas y tiene que tomar decisiones sobre la marcha muchas veces y que afectan a la salud de las personas".

Desde fuera, diríase que uno se puede sentir poderoso o trascendente por tener en sus manos el cuerpo y la vida de otra persona pero Juan Luis Seco lo desmitifica rápidamente: "Mira, te voy a decir: tú te pones la mascarilla, el gorro, los guantes, la bata, tapas al paciente y dejas justo a la visa la zona en la que vas a hacer la incisión, no es que tengas una persona delante y te pongas a cortar. He oído muchas veces hablar de la agresividad de los cirujanos y a lo mejor eso ocurría en tiempos de guerra cuando la gente llegaba con una pierna sangrando y había que cortar, lo demás es todo un poco mito".

No niega, no obstante, que haya que tener un punto de audacia para ser un cirujano competente, aunque no más ni menos que en otras actividades: "Esto es como en la vida, se trata de medir hasta qué punto la audacia puede perjudicar a la tarea que estás haciendo. La cirugía general es muy desafiante y la madre de todas las especialidades, exige mucho esfuerzo y, por eso, en algún momento no ha tenido lo que se llama ‘buena prensa’ entre los médicos, además de porque prácticamente no existe fuera de la sanidad pública y no te puedes buscar la vida en la privada como en otras especialidades como Traumatología o Ginecología. Cirugía tiene poca salida fuera del sistema y esto es algo que también valora la gente cuando piensa a qué quiere dedicarse".

Para él, como para cualquier médico, este concepto de ‘no perjudicar’ ha sido siempre la base de su trabajo: "Por eso, lo nuestro siempre ha sido estudiar y estudiar para estar al día, para tener los conocimientos más actuales de manera que no dañemos al paciente aunque sea de forma involuntaria". En este sentido, sabe perfectamente qué es que los pacientes le quiten el sueño: "Conocí a un traumatólogo que decía que te vas a casa con la pierna del enfermo y a mí me ha pasado muchas veces irme con los enfermos en la cabeza porque piensas si habrás hecho las cosas de la mejor manera posible o te preguntas por qué tal o cual paciente se ha complicado si has hecho lo mismo que con otros. Pero las complicaciones existen en la Medicina y la Cirugía".

A mediados de los 90, Juan Luis Seco se hace cargo -por decisión de la dirección del hospital- de la cirugía sin ingreso, una técnica novedosa para entonces de la que se creó una unidad específica en el Hospital Divino Valles: "Fue muy satisfactorio para mí, le dimos un gran impulso en Burgos a algo que ya se hacía en otros sitios, un impulso que en unas especialidades ha seguido pero que en otras se ha perdido un poco". Ahora, reconoce que ya se ha desligado bastante de la profesión aunque de vez en cuando lee algo y se encuentra con pacientes que le recuerdan con cariño y le dicen que les ha salvado la vida. "Aún me pasa que yendo con los amiguetes por los bares me encuentro con algún paciente que me dice ‘doctor Seco, vuelva, que me dejó estupendamente’ igual que se lo dirán a muchos otros y es muy gratificante", recuerda, entre risas, y teniendo muy claro que volvería a la actividad pero para tener "algunos años menos".

Seco se jubiló en el año 2014 con 70 y tras conseguir un año ‘de gracia’ en un momento en el que muchos de sus compañeros fueron retirados del servicio como una obligación vinculada a los brutales recortes sanitarios de la crisis económica. Él se salvó porque era el organizador del congreso nacional de su especialidad que tuvo lugar en el Fórum en el año 2013. "A muchos compañeros les disgustó profundamente que les obligaran a marcharse".

En este sentido, reflexiona sobre cómo la Administración siempre le ha puesto palos en las ruedas a los médicos y recuerda que ya en tiempos de su padre se comentaba que Girón, quien fuera ministro de Sanidad con Franco, había dicho "algo así como que no pararía hasta ver a los médicos en zapatillas". "Hace poco he leído en algún sitio que hay socorristas en las playas que cobran más que un residente de primer año que ha hecho una carrera y ha pasado un examen como el MIR. De siempre, los médicos en este país han estado mal pagados, en este sentido siempre hemos estado en el furgón de cola de Europa".