Todos los mimos para Lucía

I.P.
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Pedrosa de Río Úrbel reúne a medio centenar de miembros de la familia Iglesias Páramo llegados desde diferentes puntos del país e, incluso, desde Alemania. 87 años separan a Antolín, el más longevo, de la benjamina, que cumplirá un año en octubre

Antolín Iglesias, anfitrión del encuentro, habla a la pequeña Lucía, que enamoró a la familia. - Foto: Christian Castrillo

De brazos en brazos. La pequeña Lucía que cumplirá un añito el próximo mes, se convirtió en la reina de la fiesta. Ella miraba de un lado a otro, extrañada de ver a tantas personas a su alrededor y buscando con la mirada a Claudia, su mamá, quizás preguntándole quien era toda esa gente que demandaba sus besos en medio de unas calles desconocidas para la pequeña.

Esas calles de Pedrosa de Río Úrbel, con sus casas y su iglesia, testigos de besos, abrazos y alguna lágrima de emoción, fueron el sábado el epicentro de un singular encuentro familiar, el de medio centenar de miembros -45 adultos y 5 niños- del tronco Iglesias Páramo. El anfitrión, por edad y por ser la columna en la que ahora tiene que descansar la familia, fue Antolín Iglesias, natural de la localidad, profesor durante décadas de Lengua y Literatura en Madrid, escritor, poeta -en 1975 fue galardonado con el accésit del premio Adonáis- y mecenas. Con sus ahorros ha sufragado las esculturas de dos beatos locales que lucen en el exterior de la iglesia de Santa Juliana de Pedrosa así como la construcción y apertura de un centro preescolar en Etiopía. 

A sus 88 años, él y su hermana Valeriana son los únicos supervivientes de la prole que trajeron al mundo sus padres. Son los más pequeños de los 11 hermanos que fueron y a ambos les pusieron los nombre de sus padres. Vale, con algunos problema de salud, no se unió al encuentro familiar pero estuvo presente, como todos los fallecidos, en la memoria de sus hijos, nietos, sobrinos y resobrinos. Cuatro generaciones orgullosas de sus apellidos, que como bien recuerda Antolín, se remontan hasta primeros del siglo XVII, los Iglesias, y hasta finales del XVI, los Páramo. 

Pedrosa fue ese vientre que protegió a los Iglesias Páramo en el pasado, pero la vida, las circunstancias de cada uno han ido desperdigando a la familia por toda la geografía española. Desde sus lugares de residencia han viajado para verse 17 sobrinos de Antolín, con sus respectivas parejas e hijos, algunos a su vez ya con retoños... Sangre nueva que al más anciano le hace retroceder en el tiempo, más cuando estos últimos meses ha estado revisando las fotos de sus hermanos. «Casi me daba un poco vergüenza -dice Antolín- estar vivo». Pero el sábado lo estaba más que nunca y, con esa privilegiada cabeza que mantiene, deleitó a la familia con sus explicaciones sobre el pueblo, sobre la iglesia que visitaron todos, y sobre ese libro que ha elaborado para la ocasión, una especie de árbol genealógico donde fotos y versos se mezclan con recuerdos y nostalgias.

Antolín recuerda que la idea del encuentro familiar en el pueblo surgió el pasado mes de abril en el funeral, precisamente de su hermanos Perfecto. Fueron sus sobrinos y los hijos de estos quienes hablando y hablando fueron gestando la idea, que ahora se ha hecho realidad. Hacer coincidir agendas no es fácil, pero lo han conseguido y han viajado, unos desde Valladolid y Madrid, y otros desde Barcelona o Torremolinos; desde Almería se desplazó Jorge, el astrofísico, y desde Badajoz Ramón y Marta, ambos médicos y padres de Alba a quien Antolín conoció en pañales hace 14 años y ahora ha visto convertida en una adolescente, mientras que Raquel Garay Iglesias se decidió a viajar desde Dublín donde reside.

«Yo creo que vinieron muy contentos, pero se han ido más aun después de compartir la jornada», reconoce Antolín que, además, destaca el interés que ha visto en sus sobrinos y en los hijos de estos de saber cosas del pueblo, de interesarse por la casa de los abuelos y por compartir momentos que les retrotraían a aquellos días de calurosos veranos, de meriendas familiares y de noche de fiestas y tertulias a la fresca.

Consciente de que es difícil juntar a tantos familiares, lo intentarán de todos modos en unos años. Por ahora les queda el recuerdo de la jornada del sábado y un gran álbum de fotos, porque en la reunión tampoco faltaron los móviles para dejar testimonio de cada uno de los momentos que vivieron, el encuentro, la visita a la iglesia, el vermú y la comida en el mesón, en la que Antolín, como buen orador, dirigió a todos sus familiares unas emotivas palabras y recitó unos versos.