Dicen que lo que hemos vivido, estos días, en el centro de Burgos no era el Fin de Semana Cidiano, pero lo cierto es que se le parecía demasiado.
Jimena y la leyenda del Cid no es el Fin de Semana Cidiano por cuestión de patentes, porque ha dejado atrás a muchos de sus coordinadores y porque la pandemia ha obligado a cambiar parte de la organización. No ha habido desfiles y los espectáculos se han celebrado con un aforo reducido a 250 personas. Por lo demás, por cuestiones de programación, de ambientación y de costumbres (la mayoría de los burgaleses sigue denominándolo como lo ha hecho toda la vida), Jimena y la leyenda del Cid es el Fin de Semana Cidiano. Lo es porque vecinos y turistas han disfrutado de él como si lo fuera, ajenos a la polémica entre empresas, Ayuntamiento y hosteleros. Una polémica que ha durado meses y que incluso llegó a poner en peligro la celebración de este finde medieval (llamémoslo así).
Vecinos, turistas, vendedores, actores o asociaciones vienen necesitando, desde hace mucho, un empujoncito de normalidad y celebraciones como esta, que ha conseguido sacar a la calle a miles de personas en torno a nuestro Cid o a nuestra Jimena, qué más da, son un respiro que la polémica no puede, o no debe, cortar.
La política y sus constantes conflictos hace mucho que dejaron de interesar a la mayoría. Crear polémica hasta de las celebraciones además de cabrear, retrata. Les retrata a ellos y nos retrata a nosotros, a los ciudadanos que disfrutamos, como debíamos, del fin de semana que merecíamos. Retrata a quienes llenaron las calles, se ilusionaron, disfrazaron y agotaron las entradas de los espectáculos ajenos a la polémica, más que por gusto, por necesidad.