Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Abismo

07/05/2021

Tras conocerse el escrutinio en la noche electoral alguien situó a Ciudadanos al borde del abismo. Optimista. El partido naranja ha firmado su defunción sin paliativos, está ya en el abismo y solo queda la duda de cuánto tiempo se prolongará el proceso de descomposición total. Llegados a estos extremos, algunas formaciones políticas históricas intentaron sobrevivir con refundaciones, que es como presentar más de lo mismo con matices edulcorantes. Tampoco esa opción es posible.
Algunos analistas buscan en los matices la consumación del batacazo de cuanto representaron en campaña Edmundo Bal e Inés Arrimadas. Para unos la cosecha del fracaso se fraguó porque hicieron demasiados guiños a la derecha, desde luego más que a la izquierda, a pesar de insistir machaconamente que representaban el centro, la esencia de la equidistancia. Como si a esta nueva sociedad tan polarizada le interesara alcanzar núcleos de encuentro y no lugares de victoria. A nadie le caía mal el candidato Bal, los medios de comunicación que trabajan desde las trincheras le ignoraban y seguramente entre los madrileños comunes tampoco suscitara mayores filias o fobias. Estaba ahí, formando parte del paisaje en la campaña.
La realidad en ocasiones es mucho más sencilla. Antes de apartarse de la política activa, decía Mario Amilivia, sin duda uno de los mejores lectores de encuestas, que cuando se inicia una tendencia en política ya no hay quien cambie su orientación ni frene la inexorable llegada al punto final, tanto en las derrotas como en las victorias. Y Ciudadanos había emprendido el camino hacia ese abismo en el que finalmente ha caído cuando su mentor, Albert Rivera, forzó o propició el ascenso de Podemos a la gobernanza de la nación. La sucesora tuvo la oportunidad de cambiar el rumbo en la sucesión. Pero optó por la persistencia y definitivamente marcó el destino que las elecciones madrileñas ha consumado.
A partir de ahora comienza la diversión. Sin líder, sin referencias y con huidizas ayudas económicas, será innecesario oír el grito de sálvese quien pueda, en busca de mejores acomodos, para asistir al espectáculo del corretear antes de acabar en el agua.