Jubilado a los 65 y vuelta al tajo a los 83

F. TRESPADERNE
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Vidal Carcedo, molinero de toda la vida y tratante de ganado, deja su plácida existencia y parte de la pequeña pensión que cobraba para aceptar un trabajo por la amistad que le une con el padre del empresario de una granja de perdices en Tordómar

Acude dos veces al día para dar de comer y beber a las perdices. Y cuando toca enjaularlas para la venta.

Los hombres del campo, los de antes, están hechos de otra pasta y no se arrugan a la hora de arrimar el hombro aunque por los años las fuerzas comiencen a flaquear. Este es el caso de Vidal Carcedo, de Tordómar, aunque nacido en Tubilla del Lago, molinero «nacido entre las piedras de moler» y tratante de ganado en su última etapa laboral, quien a sus 83 años, «aunque prácticamente tengo 84 porque los hago en mes y medio» matiza, y tras 18 jubilado no ha dudado a la hora de echar una mano a un buen amigo «de toda la vida» y ha vuelto al tajo, firmando un contrato para trabajar en una granja de perdices.

Vidal se encontraba plácidamente disfrutando de su jubilación y cuidando de su huerta, «de la que comemos la familia» matiza, cuando recibió la llamada de su amigo «contándome que tenía un problema, que el obrero que tenía apalabrado le había fallado y necesitaba alguien de confianza para cuidar los pollos de perdiz... y por la amistad que tengo me ofrecí para ayudarle y me hizo un contrato».

Vidal recuerda como si fuera hoy cuando se presentó en las oficinas de la Seguridad Social, acompañado del padre del empresario de la granja, que tiene 92 años, para formalizar el contrato «no se lo creía cuando empecé a explicarles la historia y que tenía 83 años», señala esbozando una sonrisa al recordar la cara de los funcionarios, «que tuvieron que buscar en la normativa las condiciones que tiene la jubilación activa».
Tanto tiempo hacía que Vidal no visitaba una oficina de empleo que no sabía que había que coger número para ser atendido, «y nos colamos para ir donde un funcionario que tenía la mesa vacía. Nos atendieron bien. No sé si volveré a tener necesidad de ellos, pero la verdad es que quedé contento».

La pensión que cobraba Vidal era pequeña, «porque coticé como autónomo, unos 624 euros, creo, pero no me preocupa mucho el dinero», asegura a la vez que en tono jocoso manifiesta que la Seguridad Social «se ahorran dinero de mi pensión y cobra las cotizaciones establecidas por mi contrato», apunta con una carcajada mientras revisa un comedero.

Para este hombre de campo trabajar los fines de semana, lo ha hecho durante muchos años, y los festivos no es un problema, es casi una obligación en trabajos como el que tiene en estos momentos. «Estos animales cuando son pequeños necesitan comer y beber de forma regular, y eso requiere tener que venir todo los días, y esto espanta a algunos y otros prefieren cobrar una ayuda de 400 euros antes que trabajar». Vidal es feliz sintiéndose útil y disfruta cuidando las perdices «para revisar que todo está en orden, eso es lo que hago», apunta, a la vez que insiste en que «no busqué el trabajo, lo hago por amistad y estaré en él hasta que el cuerpo aguante, que espero sea durante muchos años».

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)