«Era un borracho faltón y violento. Y aprendí»

GADEA G. UBIERNA
-

Rubén llegó al grupo de Alcohólicos Anónimos en Burgos capital por insistencia de su madre y pensando que «iba a aprender a beber con cabeza». Yolanda pelea firmemente contra el «monstruo» tras dos recaídas

Imagen de archivo de Alcohólicos Anónimos. - Foto: Patricia

Rubén llegó al grupo de Alcohólicos Anónimos en la capital, Libertad, por insistencia de su madre y pensando que «iba a aprender a beber con cabeza». El alcohol era una de sus adicciones y, en principio, creyó que con acudir a las reuniones periódicas, «ya estaba». Enseguida se dio cuenta de que eso, por sí mismo, no bastaba. «El tema está en no probar la primera gota, tiene que haber implicación personal. Yo, hasta que no hice trabajo por mí mismo fuera del grupo, nada», dice, destacando que, sin embargo, sin las reuniones duda que pudiera mantenerse sobrio. «Si faltas, no preguntes por qué recaes», remacha.

El proceso de Rubén conllevó un cambio de mentalidad y una dosis de humildad. Define al hombre que era antes como «un borracho faltón y violento», al que no le quedó otro remedio que aprender por la fuerza. «Hasta que no me daba la hostia, no aprendía», dice.

Rubén es de los jóvenes de Libertad y afirma que «en mi cuadrilla, los hay más borrachos que yo». Pero a él siempre le decían que su problema era que no consumía las bebidas adecuadas. Así que optó por «escabullirme, irme a otra barra a pedir lo que quería y, luego, chuzo, volvía con los amigos». Recuerda que algunas noches llegó a gastar 300 euros en copas. «Invitaba a todos», recuerda, confiando en haber dejado todo eso atrás.

Yolanda, un año en alcohólicos anónimos burgos: «Tras dos recaídas, mi pelea con el monstruo es firme»

Yolanda quiso ser madre pronto para disfrutar de sus hijos y ahora, en la sede del grupo de Alcohólicos Anónimos de la capital, Libertad, dice con amargura que «ese deseo me lo frustré yo misma»: pasó borracha buena parte de la infancia y de la adolescencia de los críos. Ha sido de las últimas en incorporarse al colectivo burgalés, en junio de 2021, y, con 38 años, también es de las más jóvenes. En esos doce meses ha tenido dos recaídas, «que me han afianzado más y me han convencido de que ahora estoy firme en mi pelea con ese monstruo».

Esta mujer explica que su convivencia con el alcohol comenzó casi sin darse cuenta. «Yo era bebedora social y empecé a pensar que, si lo dejaba, se acabaría mi alegría», cuenta, explicando que hasta que no ha pasado más de un mes seguido sin ingerir una gota no se ha dado cuenta de que «mi alegría viene de dentro, que no me la da una copa». Esa revelación ha sido clave para mantenerla en la sobriedad, que también le ha permitido comprobar cómo iba «recuperando intelecto y agilidad mental. Antes, todo era una pereza terrible... Incluso la forma de expresarme ha cambiado», cuenta esta mujer, que dice con orgullo que «ahora puedo hablar con firmeza otra vez, puedo sentarme y conversar con mis hijos. Pero llegar hasta aquí no ha sido magia, sino un proceso». 

En su caso, comenzó fuera de España, donde Yolanda dedicaba su tiempo y energía a la defensa de los derechos humanos, sobre todo con mujeres. Y fue cuando se dio cuenta de que «les estaba fallando a mis muchachas», cuando admitió que tenía un problema del que su familia llevaba tiempo advirtiéndole. «Sabía que mi vida se estaba volviendo ingobernable, pero el comienzo es muy duro», recuerda.

Su primera petición de ayuda fue a Alcohólicos Anónimos, pero no al grupo de Burgos, al que llegó más tarde y en el que, dice, ha encontrado el valor que le faltaba. «Hasta en los folletos encuentras palabras que son clave para tu proceso, pero las personas también lo son. Yo he sido irresponsable y he tenido recaídas, pero en este grupo siempre lo abordé con sinceridad. Y que me hayan dicho que si estoy mal solo tengo que llamar es muy importante para mí», afirma.

La vida de esta mujer, una de las tres que acudieron a la reunión a la que asistió Diario de Burgos, no es un camino de rosas - «sigo teniendo dificultades y deudas»- pero ahora dice saber cómo afrontarlas. «Porque estoy sobria. Yo misma y quienes me rodean me lo dicen: qué cambiada estás», concluye.