Desesperación en la Ciudad Eterna

B.G.R.
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Sandra González, Paula Martínez y María Calderón, alumnas de la UBU, se ven obligadas a renunciar a su beca Erasmus ante la imposibilidad de encontrar alojamiento en Roma. Permanecieron ocho días en un apartamento turístico

De i. a d., Sandra González, María Calderón y Paula Martínez, en las instalaciones del campus burgalés tras su regreso de Italia. - Foto: Valdivielso

La beca Erasmus siempre ha estado en su mente desde que comenzaron la carrera en la Universidad de Burgos. Veían cómo sus compañeros se marchaban a estudiar a otras ciudades y el programa europeo de movilidad les parecía la mejor opción para salir de su ciudad natal y vivir una experiencia inolvidable. Lo han hecho, aunque en sentido contrario a sus expectativas, porque María Calderón, Paula Martínez y Sandra González han tenido que renunciar a su plaza en Roma ante la imposibilidad de encontrar alojamiento en la Ciudad Eterna.

Volaron a Roma el pasado 22 de septiembre, cuando ya se empezaron a conocer en los medios nacionales los problemas que estaban sufriendo universitarios que habían elegido el mismo país de destino. Con su mochila cargada de ilusiones y una maleta de 32 kilos para pasar el primer semestre, mantenían el optimismo quedando tan solo dos días para coger el vuelo. Salieron de España con un apartamento turístico (de una habitación y un sofá cama) reservado durante ocho días por 888 euros, lo más barato que hallaron y confiadas en que contaban con tiempo suficiente para conseguir un piso o una residencia de estudiantes.

Se convirtió en su objetivo prioritario y al que dedicaban todo el día. María relata que se abrieron perfiles en todos los portales inmobiliarios, en redes sociales y grupos de WhatsApp de compañeros de distintas universidades españolas. Su visita a las inmobiliarias comenzó a ser infructuosa, así como las llamadas a anuncios colocados en elementos de mobiliario urbano. «En una de ellas ni tan siquiera se levantaron de la silla, limitándose a decirnos que no había nada y sin dejarnos preguntar ni conocer lo que queríamos», comenta Paula.

Abrieron todo lo que pudieron su abanico de opciones; tanto el precio como las características de la vivienda y la zona donde estaba ubicada. Estaban dispuestas a hacer todo el esfuerzo posible por quedarse en Roma. «No nos cerrábamos a nada», comentan. Su día a día era como una montaña rusa de emociones que pasaban de la desesperación a la esperanza de encontrar alojamiento, ya que se iba acercando la fecha de tener que dejar el apartamento. Uno de esos momentos fue cuando en una inmobiliaria las recibieron de manera muy atenta, proponiéndoles que si abonaban 250 euros podrían visitar varios pisos libres y quedarse con el que más les gustara. Obtuvieron simplemente números de teléfono con los que contactar, aunque localizaron un piso que consideraban perfecto. La letra pequeña, sin embargo, incluía un contrato de alquiler de tres años, nóminas de trabajo y poder acceder a partir del mes de noviembre.

Reclamaron lo que consideran un «timo», sin que nada pudieran hacer por recuperar ese dinero. Comenzaron ya a mirar vuelos de regreso, después de que amigo italiano que las ayudó en su búsqueda les dijera claramente que la situación era demasiado complicada. Con la decisión de volver tomada, hicieron caso de los consejos de sus familias de que disfrutaran al menos un día en Roma como turistas. Así lo hicieron, aunque la decepción estaba ahí. «No nos hemos dado cuenta de las cosas hasta que llegamos y han pasado un par de días», reconoce María junto a sus compañeras ya en Burgos. 

Las explicaciones que han recibido pasan por que Italia ha vivido este año una llegada masiva de estudiantes erasmus tras el parón sufrido por la pandemia, ya que conocidos de la UBU que eligieron su mismo destino años atrás no se toparon con el problema del alojamiento. María y Paula, alumnas del doble grado de Derecho y ADE no habían empezado las clases, y Sandra pudo solo acudir al primer día de presentación. La Universidad de Burgos lamenta la situación y les ha permitido realizar una modificación de matrícula para adaptarse a las necesidades actuales. Las dos primeras, en cuarto de carrera, descartan solicitar de nuevo una beca Erasmus aunque sea en un país diferente, mientras que la tercera, en tercero, asegura que aún queda mucho tiempo por delante.

Han pasado seis meses desde aquel mes de marzo en el que conocieron que su sueño de salir fuera iba a cumplirse, además a una ciudad que entraba en sus preferencias, si bien la confirmación de la universidad de destino no llegó hasta junio. De la experiencia que han vivido después se extraen consejos para quienes soliciten una beca para el próximo curso; que valoren con tiempo las particularidades de cada destino para no encontrarse con sorpresas desagradables: «No queríamos firmar la renuncia, pero nos hemos vuelto porque no teníamos alojamiento».