Silencio, aquí también se rueda

B.A.
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Mar Chicharro y Miguel Moreno repasan en el libro 'Escenas de Burgos en el cine de ficción' las 171 películas en las que se ha utilizado la provincia o la capital como marco para su filmación

Antonio Giménez Rico rodó 'Tres palabras' en varios escenarios, entre ellos el Monasterio de Fresdelval. - Foto: Jesús J. Matías

Burgos es una provincia de contrastes donde conviven los verdes valles del norte y los picos de la Sierra de la Demanda con pinares, páramos, pastizales o vegas; o con paisajes que acogen localidades que presentan cascos y edificios históricos o caseríos singulares. Todo ello da forma a interesantes escenarios, naturales o urbanos, que han sido elegidos por directores de cine durante el último siglo para ambientar su historia y llevarla a la gran pantalla. Así lo recoge Escenas de Burgos en el cine de ficción, un libro coordinado por Mar Chicharro y Miguel Ángel Moreno que recoge las 171 películas de ficción rodadas en parte en Burgos y donde se reivindica el valor de la provincia como escenario fílmico así como la importancia del cine para la promoción de esta tierra. 

Los espacios burgaleses, como subraya Mar Chicharro, se usan en estos trabajos audiovisuales para dar mayor realismo a las historias. «En su mayoría son dramas que ganan fuerza al utilizar como recurso el paisaje o el escenario burgalés», explica la coordinadora, que destaca la «polivalencia» de este gran plató de cine al aire libre. «Burgos sirve tanto para recrear el lejano oeste como para situar algún lugar del norte, que suelen ser emplazamientos de Las Merindades. En general, las películas rodadas en la provincia hablan del mundo rural, aunque también son históricas o relacionadas con la Guerra Civil. Y si nos centramos en las filmadas en la capital, suelen hacer referencia a ciudades de provincias donde suceden cosas», detalla. 

Algunos de estos trabajos han pasado a la historia como películas muy conocidas, «pero hay otras que si no se investigan más a fondo, pasa desapercibida su vinculación con Burgos», reconoce Mar Chicharro, que no duda en citar a El bueno, el feo y el malo como «la más icónica y emblemática» de las rodadas en Burgos, o El disputado voto del señor Cayo, con escenas en localidades como Portillo del Fresno, Cortiguera, Huidobro u Orbaneja, entre otras, como una de las «más burgalesas».

Siguiendo con títulos cinematográficos y su relación con Burgos, en Cuerda de presos aparece Poza de la Sal o Trespaderne; en El rey de la montaña varias zonas de Quintanar de la Sierra, entre ellas el refugio de Fuente Sanza; en Mar de luna aparece Rebolledo de la Torre o el Valle de Sedano, y en No pasa nada, la estación Chelva de Aranda de Duero.

Escenarios recurrentes. Hay algunos espacios que han sido objeto de rodajes en varias ocasiones. Sucede con las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza, que aparece también en El valle de las espadas además de El Bueno, el feo y el malo; o el convento del monasterio de La Vid, donde se han rodado, entre otras, Los alegres pícaros, Canción de cuna (que también tiene escenas en Santo Domingo de Silos), La herida luminosa o El abuelo. Peñaranda de Duero, gracias a la conservación del Palacio de Avellaneda, su plaza, iglesia y castillo, ha sido elegido para rodar Don Quijote cabalga de nuevo, Fray Gerundio de Campazas, Extramuros o Resplandor y Tinieblas, está última en 2021. Distintas localizaciones de San Juan de Ortega también se usan en películas basadas en el Camino de Santiago, en las que también suele aparecer la capital. En este caso, la Catedral, la sede de la Diputación o las calles históricas del centro suelen ser los lugares más filmados. 

Para Mar Chicharro, la apuesta por Burgos para filmar «es una cuestión personal de los directores» y explica que Giménez Rico y Pérez Sañudo son los dos que más han utilizado la provincia en sus trabajos. «Algunos de los grandes, como Vicente Aranda, Javier Fesser o Mario Camus también han recurrido a Burgos para cuestiones puntuales, que tienen que ver más con sus intereses», afirma. En cuanto a la producción de estas películas con parte de su ADN burgalés, la mayoría son españolas, aunque hay algunas francesas y otras italianas. «Como dato sorprendente hay una brasileña y otra finlandesa, esta última se titula Érase una vez Sad Hill, filmada en 2019», apunta. 

El libro culmina con una detallada ficha de cada uno de estos trabajos, siendo el primero Pilar Guerra, una película dirigida por José Buchs en 1926 y donde aparecen imágenes de Burgos en el viaje que la pareja protagonista hace por España. Y es que es recurrente también que se utilicen paisajes de la tierra burgalesa como lugar de paso, cuando los actores van de un sitio a otro. 

Antes de estas fichas, la descripción de estas 171 películas se ha agrupado por géneros, yendo de lo general a lo particular. Así Fátima Gil y Mario Alaguero firman una breve semblanza del sector del cine; Miguel Moreno propone un repaso a los filmes rodados en la provincia; Ainara de Miguel habla de los directores, el género o el tiempo de la historia; Carlota Martínez se centra en la versatilidad de la provincia como escenario para películas históricas; Emilio de Domingo repasa la presencia del patrimonio burgalés en las mismas; David Alba recoge la importancia de las películas del lejano oeste; Mar Chicharro hace un repaso a la trayectoria del director burgalés con mayor proyección, Antonio Giménez Rico; y Paula Zurimendi destaca a otros directores burgaleses. 

Este trabajo, creado por el grupo de investigación Caypat, supone una secuela de otro libro, titulado Escenas de Burgos en el cine documental. Para su portada huyen de los estereotipos y continúan con la vocación rompedora de la publicación, por lo que han optado por un fotograma de la película El Milagro de P. Tinto, «original y divertida», según Chicharro, que recuerda que se rodó en la estación de tren de La Revilla. El libro se ha presentado este jueves en la Sala Polisón del Teatro Principal y cuenta con el apoyo de la Diputación de Burgos, la Burgos Film Commission y la Asociación Cultural Sad Hill.