40 años velando por Euskadi

A. Burgueño (EFE)
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La Ertzaintza cumple cuatro décadas convertida en una Policía moderna que en la actualidad aglutina a 7.571 agentes

40 años velando por Euskadi - Foto: Juan Herrero

Cuenta Jon García Trula, agente de la primera promoción de la Ertzaintza jubilado, que cuando la Policía vasca dio sus primeros pasos se pasaban las pistolas de unos a otros porque no tenían armas suficientes e, incluso, un compañero llegó a improvisar una antena con la varilla de un paraguas. La anécdota ilustra las condiciones precarias con las que arrancó este cuerpo en febrero de 1982. Nada que ver con la situación actual: una institución moderna e integral que ha pasado de contar con 603 hombres a aglutinar hoy en día a 7.571 miembros.

En la segunda promoción ya pudieron acceder las mujeres y lo hicieron 94 de un total de 637. Ahora son 1.223 y junto a sus compañeros celebran su 40 aniversario orgullosos de ser parte de una policía que constituye uno de los símbolos del autogobierno vasco. Un cuerpo  que suma en su historia más negra a 15 víctimas asesinadas por ETA.

En el germen de la Ertzaintza se volcó el PNV y no ha estado exenta de polémicas. Uno de los mayores escándalos fue el de las denuncias de irregularidades en el proceso de selección de los aspirantes a engrosar sus filas, tras filtrase una lista a finales de 1987 con anotaciones sobre la idoneidad del candidato en función de si era o no afín al Partido Nacionalista Vasco.

De lo vivido, del pasado y del present, hablan cuatro de sus integrantes: García Trula, su hijo Julen, ertzaina como su padre y su hermano mayor; Amaia Sémper, agente de Tráfico, y el jefe territorial de Gipuzkoa, Mikel Treku, todos reunidos en la comisaría de Oiartzun.

García Trula estuvo 35 años en activo y asegura que en los primeros la entrega era total. «No se fichaba. Llegabas al turno de mañana y podías enlazar con el de tarde y el de noche. Había que sacarlo todo adelante como fuera», destaca.

Treku, que se incorporó en la quinta promoción, asegura que fue la «ilusión» lo que les movió en esos inicios, con comisarías incipientes como la de Tolosa, situada en el garaje de una antigua fábrica.

La apertura de la segunda promoción a las mujeres despertó recelos. «Yo también tenía mis reticencias -admite García Trula-, pero luego te das cuenta de que funcionan de maravilla».

Amaia Sémper lleva 34 años en la Ertzaintza. Le faltaba aprobar Química para acabar Magisterio, pero una compañera del euskaltegi (centro de enseñanza de euskera) le animó a inscribirse en las pruebas de acceso y así, pese a superar la asignatura pendiente, acabó como policía cuando «jamás» se le había pasado por la cabeza esta salida profesional.

Sabe de la denuncia de dos compañeras de la comisaría de Irun contra un mando por acoso y mantiene que, en el caso de que se prueben las acusaciones, debe aplicarse al ahora presunto culpable la sanción que le ncorresponda. Ella siempre se ha sentido respetada por sus colegas varones.

Treku asevera que esa denuncia de acoso que se investiga «es puntual». Explica que Asuntos Internos tramita también las quejas ciudadanas sobre conductas no profesionales, algunas de las cuales acaban en sanciones por «faltas muy graves, que son pocas; graves, que las hay, o leves, la mayoría».

En familia

Jon García Trula no quería que su hijo mayor fuera ertzaina, pero al final lo aceptó, y cuando el segundo, Julen, quiso seguir también sus pasos, le exigió que estudiara primero una carrera y él así lo hizo.

Julen lleva dos años y medio en el cuerpo. «Lo que más me gusta es que no es un trabajo monótono, no me aburro», explica este patrullero de Seguridad Ciudadana, que como agente de la ley no ha tenido que adoptar las precauciones que tomaba su padre en los duros tiempos de ETA.

García Trula apunta cómo enseñó a su mujer y a su hijo mayor, que entonces tenía cinco años, a mirar debajo del coche cada mañana cuando la madre llevaba al crío al colegio. Relata que al principio fue como un juego, que consistía en averiguar si en los bajos del vehículo había un «túper», pero que cuando creció y fue consciente de la realidad, comenzó a no dormir, a tener miedo y tuvieron que acudir a una psicóloga.