Editorial

Instrumentalización política y fractura del movimiento feminista

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A jornadas como la vivida este martes en el Congreso debía referirse Pedro Sánchez, ausente en el debate, cuando afirmó aquello de que "no dormiría por las noches" con Unidas Podemos en el Gobierno. Situación que sí se dio tras la repetición electoral de la que salió resultante una coalición que ahora se desangra a los ojos de todos presa de las diferencias ideológicas y por la necesidad de sus integrantes de marcar perfil propio al calor de la cita con las urnas. La Cámara Baja acogió el penúltimo desencuentro entre los socios de Gobierno a consecuencia de la ley del solo es sí es sí que ha servido para que más de 700 condenados por delitos sexuales vean rebajada su condena. En su haber, tiene Unidas Podemos el privilegio de conseguir el más difícil todavía, que PSOE y el principal partido de la oposición, PP, coincidan en el sentido de su voto para proceder a la corrección de una ley que se ha manifestado nefasta. Un hecho que, por salubridad democrática, debiera darse con más frecuencia. La anomalía es que una parte del Gobierno tenga que enmendar la medida de uno de sus ministerios en medio de una refriega pública en vísperas de una cita histórica como la del 8-M.

Aunque el foco se pone en cómo puede afectar la polémica al devenir de la legislatura, lo preocupante es el daño que la lucha por enarbolar la causa feminista ha provocado a un movimiento que hoy volverá a tomar las calles. Lo hará en un contexto de división creciente. Las dos medidas 'estrella' del Ministerio de Igualdad liderado por Irene Montero, la mencionada ley del sí es sí y la ley trans, de consecuencias todavía impredecibles, han ahondado en las diferencias de una corriente que tocó su techo de respaldo popular en 2019 pero que ha ido perdiendo apoyo con la llegada de UP al Gobierno. Curiosamente, el feminismo encuentra su caballo de Troya en sus abanderados políticos, en aquellos que han hecho una apropiación ideológica de una reivindicación necesaria. El proyecto político encargado de liderar la agenda feminista ha dinamitado desde dentro el movimiento tratando de patrimonializar sus logros y haciendo de cada reto una confrontación social.

La pelea de los socios de coalición por capitalizar la lucha feminista ha apartado del debate de asuntos capitales al resto de partidos. También a buena parte de la sociedad que ve cómo una de las grandes revoluciones de nuestro tiempo, fortalecida desde la calle, se desnaturaliza por el manoseo partidista. El feminismo ha de blindarse frente a las injerencias políticas, hacer valer su vocación integradora y poner en primer plano reclamaciones históricas como la igualdad en el plano laboral, la brecha salarial o mayor eficacia en la lucha contra la violencia de género. Demandas que, a día de hoy, siguen vigentes.